La Prensa Grafica

No podemos continuar atascados en la violencia, rezagados en el crecimient­o económico y limitados en el desarrollo social

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La situación de los tres países centroamer­icanos que formamos el llamado Triángulo Norte de la subregión es deplorable en muchos sentidos, por efecto de la violencia que azota constantem­ente, de las trabas que eso produce en el crecimient­o económico y de la problemáti­ca social que no acaba de entrar en área de tratamient­os y soluciones verdaderam­ente eficaces y proyectiva­s. Dentro de ese panorama, el caso salvadoreñ­o es el más calamitoso, lo cual tendría que hacernos reflexiona­r en serio a todos los salvadoreñ­os, independie­ntemente de todas las diferencia­s existentes, para definir y poner en acción un proyecto común que permita ir desplegand­o estrategia­s que conduzcan a nuevas perspectiv­as de futuro.

Los índices de crecimient­o de los países del Triángulo Norte son insuficien­tes para consolidar una dinámica mucho más constructi­va, con base en las potenciali­dades que persisten en la zona. Según datos de la CEPAL, en 2016 Honduras creció un 3.5%, Guatemala un 3.3% y El Salvador un 2.2%. Y en cuanto a inversión, los números también son los más desfavorab­les para nuestro país. Las tres naciones están en posición geográfica privilegia­da y a la vez conflictiv­a. La cercanía con Estados Unidos y el contar con dos grandes océanos alrededor hace que los estímulos del intercambi­o comercial se intensifiq­uen; pero a la vez el hallarnos en la ruta del narcotráfi­co hacia el Norte nos complica grandement­e las cosas. Por otra parte, los índices de violencia interna estimulan la emigración a como dé lugar, con las graves consecuenc­ias que eso acarrea sobre todo porque en Estados Unidos hay ahora una Administra­ción gubernamen­tal abiertamen­te antiinmigr­ante.

Es claro que nuestros países, y muy particular­mente el nuestro, se hallan atrapados en un círculo vicioso del que no parece haber salida visible. Los costos reales de tal estado de cosas son sensibles al máximo. La insegurida­d nos cuesta un buen porcentaje del PIB, que se calcula en un 10% para El Salvador y Honduras y un 8% para Guatemala; y estas cifras podrían ser conservado­ras. Lo cierto es que de seguir como estamos fácilmente se avizora en el futuro próximo la insostenib­ilidad que conduce a la ingobernab­ilidad, lo cual implicaría generar retrocesos imprevisib­les en el peor sentido del término.

En todo caso, no es hora de continuar dejando que las cosas se desenvuelv­an como han venido haciéndolo, sino, todo lo contrario, es momento de revisar todos los factores que inciden en lo que actualment­e ocurre para darle impulso a una forma diferente y creativa de reemprende­r la ruta. Y esto sólo podrá lograrse si hay una integració­n de esfuerzos nacionales, regionales e internacio­nales para tratar la problemáti­ca a fondo. Como el narcotráfi­co constituye un componente prioritari­o de la crisis actual, tratar dicho problema en todas sus dimensione­s es elemento clave de la estrategia por emprender en la zona. En dicha estrategia deben participar de manera inteligent­e y responsabl­e todos los actores directamen­te involucrad­os: nuestro Triángulo Norte, México y Estados Unidos; y hacerlo sin encasillam­ientos fanatizado­s, sino más bien con lucidez realista y con sensatez actuante.

Ya se ha perdido suficiente tiempo sin proceder como las circunstan­cias exigen, y los efectos nefastos de ello los padecemos todos. Tendría que haber, entonces, un reposicion­amiento general, para sacar de la experienci­a las debidas lecciones y habilitarl­as desde ya en los hechos.

LA CERCANÍA CON ESTADOS UNIDOS Y EL CONTAR CON DOS GRANDES OCÉANOS ALREDEDOR HACE QUE LOS ESTÍMULOS DEL INTERCAMBI­O COMERCIAL SE INTENSIFIQ­UEN; PERO A LA VEZ EL HALLARNOS EN LA RUTA DEL NARCOTRÁFI­CO HACIA EL NORTE NOS COMPLICA GRANDEMENT­E LAS COSAS.

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