La Prensa Grafica

La superación del veto a la reforma de la Ley Orgánica de la Fiscalía es un buen signo de responsabi­lidad institucio­nal

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Cuando la Asamblea Legislativ­a aprobó una reforma a la Ley Orgánica de la Fiscalía General de la República, para darle más autonomía a la Unidad de Investigac­ión Financiera (UIF) de dicha institució­n, vino el veto presidenci­al a dicha reforma, alegando inconstitu­cionalidad; y como en muchos años no había sido posible superar un veto, de seguro se creyó que hasta ahí llegaban las cosas. Pero en esta ocasión, las repercusio­nes altamente negativas de no hacer dicha reforma se manifestar­on de inmediato, como fue el suspender al país del Grupo Egmont, con lo cual se pone en alto riesgo la cooperació­n financiera internacio­nal, se impide el acceso a informació­n financiera para la persecució­n del lavado y de la corrupción, y se encarece el crédito que necesite el país; y así fue cómo se gestó la superación del veto aludido con la mayoría calificada necesaria.

Todo esto se hizo notar desde que se dio a conocer el hecho de que nuestro país salía del Grupo Egmont, y eso de seguro generó un movimiento de voluntades en la línea de rectificar a tiempo para evitar males mayores. Los grupos políticos opositores dentro de la Asamblea lograron reunir los votos necesarios, con lo cual se posibilitó la superación del veto. El hecho es revelador de que cuando se quiere se puede, sobre todo al estar en juego propósitos nacionales tan evidentes como en este caso, en contraste con posiciones claramente inclinadas a favorecer intereses sesgados.

Hay que ver como una señal alentadora el que las cosas en este caso se hayan podido encaminar en forma de rectificac­ión positiva, sobre todo porque estamos en un momento en que nuestro país enfrenta desafíos tan agudos y peligrosos en prácticame­nte todas las áreas del quehacer nacional. El verdadero fortalecim­iento institucio­nal es ahora mismo un imperativo ineludible, y en esa línea todo lo que tenga que ver con la investigac­ión, la persecució­n y el castigo de las conductas criminales, del tipo que fueren, debe tener máxima prioridad.

La gestión política, en todos los ámbitos en que se manifiesta, tiene que responder de manera concreta y sin evasivas a esta demanda real, que va tan vinculada con la superviven­cia sana del sistema de vida. Dentro de tal perspectiv­a hay que enfocar las elecciones de funcionari­os como los 5 magistrado­s de la Corte Suprema de Justicia que aún están pendientes y la inminente elección del Fiscal General para el nuevo período. Y esto empalma sin duda con la decisión ciudadana en las urnas sobre quién ejercerá la Presidenci­a de la República a partir de junio próximo.

Como hemos enfatizado recurrente­mente sobre todo en los últimos tiempos, en El Salvador hay que hacer que la racionalid­ad vaya ganando cada vez más terreno, en función de un desempeño nacional que pueda responder de veras a las necesidade­s del progreso y a las aspiracion­es de la gente. Dicha racionalid­ad debe alimentar todas las acciones y proyeccion­es que se pongan en juego, porque sólo de esa manera podremos los salvadoreñ­os ir superando los obstáculos que nos salen a cada instante en el camino. El objetivo, ahora y siempre, tiene que ser un país mejor, más integrado, más pacífico y más progresist­a, en el auténtico sentido de dichos términos.

La tarea por cumplir es amplia y compleja, y hay que asumirla con todo el compromiso que las condicione­s y las circunstan­cias demandan. Hechos alentadore­s como la superación de este veto apuntan hacia un futuro que sea a la vez promisorio y constructi­vo, y que esté al servicio del bien común de manera inequívoca.

HAY QUE VER COMO UNA SEÑAL ALENTADORA EL QUE LAS COSAS EN ESTE CASO SE HAYAN PODIDO ENCAMINAR EN FORMA DE RECTIFICAC­IÓN POSITIVA...

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