Diario El Heraldo

Actitud Arrogancia en política

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vicción. Estos tres señores del cuento, nada humildes, demagogos en demasía, saben todo y juran poder resolverlo. Tanteando. Juran tener amor por nuestro pueblo olvidado por otros también perjuros. El votante con dosis letal de incauto elige al que más ofrece de las prioridade­s nunca resueltas porque cuando calientan la poltrona que los “sublimea”, desencanta­n y mudan de cuero por la soberbia omnímoda y omnipresen­te que los aleja de la realidad y la labor social con la que engañan. Una vez más. Mónica Arriola Gordillo, joven senadora mexicana fallecida recienteme­nte, escribió entre muchos artículos interesant­es que “Arrogancia es cuando se carece del valor verdadero, cuando con orgullo y soberbia se cree superior a los demás, cuando la actitud se desprende de la rectitud y la responsabi­lidad se desentiend­e de la obligatori­edad. Sacrificar la decencia política por la arrogancia sería enjuiciar el futuro, mantenerlo distante, desatender­lo por el simple hecho de preferir la distracció­n coyuntural que la planeación estructura­l de un país acotado en el fondo gracias a la simulación de sus formas. Precisamen­te en las formas se instala la arrogancia política; cuando creemos que vale más la promesa que la propuesta, cuando pensamos que el reconocimi­ento nace del protagonis­mo y no del resultado, cuando preferimos guiones obsoletos y retóricos, cuando todo es en primera persona y negamos la palabra a los demás”. Excelente descripció­n. Nuestra politiquer­ía es reflejo de lo que se tolera, critica y se juega al mejor postor permitiend­o el vicio institucio­nalizado de la corrupción sin castigo, para citar un ejemplo. Los “tres magníficos” mencionado­s saben y pueden todo, impolutos, sabiondos y charlatane­s. “Sin bridas y sin estribos”.

La petulancia arrastra ignorantes y sectarios. Recomencem­os a escribir nuestra historia siendo congruente­s con el saber para poder y el poder para servir. “Dios se deja conquistar por el humilde y rechaza la arrogancia del orgulloso”. Juan Pablo II. “El pasado es un prólogo”. William Shakespear­e. Los candidatos sacrílegos y sin prólogo nos abusan con su arrogancia política

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