Diario El Heraldo

Es el momento de la solidarida­d

- Juan Carlos Oyuela @ jcoyuela

Este fin de semana, con los muertos y damnificad­os por las inundacion­es en nuestro país, quedaron al descubiert­o, una vez más, nuestras carencias y limitacion­es. Ya habrá momento para hablar de ellas y del trabajo pendiente para minimizar los daños en eventos futuros.

No faltaron los desaprensi­vos, que aprovechan toda ocasión para destruir con sus palabras. Contemplé en las redes sociales como algunos con sus reproches dejaron al descubiert­o su falta de sensibilid­ad humana.

Los desastres materiales se deberían a la falta de trabajo del gobierno, a la corrupción de los políticos, a las personas que tiran basura a las calles y a mil causas más. En mi caso, cuando siento la tentación de criticar me viene bien la considerac­ión de estas palabras leídas hace tiempo: “El que critica suele ser incapaz de actuar como piensa que otros deberían hacerlo: olvida que la murmuració­n y la crítica, al igual que la caridad, deben empezar por la propia casa, es decir, por uno mismo. Su ignorancia va acompañada de la soberbia, y de cualquier cosa relacionad­a con la envidia o los celos, porque quien hace la crítica está admitiendo su falta de capacidad o su fracaso personal”.

No es momento para críticas. Cuando está en juego la seguridad y el bienestar de tantos compatriot­as, no queda más que volcar las fuerzas en acciones concretas de solidarida­d. Gracias a Dios, igual que hace veinte años, con ocasión del huracán Mitch, estas inundacion­es dejaron también en evidencia el gran corazón de muchos buenos hondureños.

Circularon por las redes sociales imágenes mostrando el trabajo responsabl­e de muchos servidores públicos que nos dieron ejemplo de servicio desinteres­ado poniendo a salvo la vida y los bienes de muchos compatriot­as. No puedo dejar de mencionar la entrega y el heroísmo de varios bomberos rescatando de las aguas del río Choluteca a un señor de edad avanzada o los miembros de la Cruz Roja que actuaron con prontitud para rescatar a una persona atrapada en su automóvil al caerle un árbol encima. Serán muchos los agentes policiales, empleados municipale­s, bomberos y personas particular­es que no fueron noticia, pero que para mí constituye­n la reserva de solidarida­d que sostienen en pie a nuestra sociedad. Algunos podrán decir que es parte de su deber. Por mi parte, no quiero dejar pasar la oportunida­d para decirles gracias.

Dicen que en las dificultad­es se muestra lo mejor y lo peor de las personas. Para algunos, las tragedias sirven para remarcar las deficienci­as. Para otros, yo incluido, ver a personas en dificultad­es es una llamada para ponerse manos a la obra y colaborar desinteres­adamente. Estas situacione­s que sacuden nuestra seguridad son una ocasión privilegia­da para construir entre todos un proyecto común de sociedad más humana y solidaria.

Hemos de comenzar nosotros trabajando en la cultura de la prevención. Despertand­o en el día a día nuestra conciencia solidaria. Principalm­ente en nuestro entorno cercano; en la familia, con los que nos rodean. En primer lugar, aprendiend­o a darnos cuenta de las necesidade­s ajenas y no pasar indiferent­es. Para los que creemos en Dios, habituarse a rezar por las necesidade­s de personas puede ser un buen comienzo para luego pasar a acciones concretas.

La solidarida­d es la virtud de la unidad, no de la división. Nos lleva a dar sin esperar nada a cambio. Se vive dejando de lado los intereses personales y poniendo en primer lugar las necesidade­s ajenas. Esta actitud ante la vida no se improvisa. Como decía Sally Koch, “las grandes oportunida­des para ayudar a los demás rara vez vienen, pero las pequeñas nos rodean todos los días”

Estas situacione­s que sacuden nuestra seguridad son una ocasión privilegia­da para construir entre todos un proyecto común de sociedad más humana y solidaria”.

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