Diario El Heraldo

Siempre he buscado retratar el alma de las personas

Cultura Evaristo López nos cuenta los secretos de su trabajo fotográfic­o y nos habla de algunos referentes artísticos de Honduras

- Óscar Urtecho

Hay hombres que tienen una grandeza silenciosa. Su destino es documentar los hechos, retratar a los protagonis­tas o crearles espacios para que sean visibles. Son cronistas o testigos de la época que les tocó vivir. Este es el caso de Evaristo López.

La imprenta de su padre tenía 25 años cuando él la tomó en 1972, a la edad de 29 años. En ella publicó textos de grandes autores de Honduras, como Roberto Sosa. Y a la par de esto iba creando un amplio registro fotográfic­o de los artistas del país y sus obras. Esos libros y esas imágenes hoy son un retrato de más de 40 años de la cultura nacional, sus movimiento­s artísticos y sus protagonis­tas. Sobre todo esto, el trabajo de su vida y su experienci­a, habló Evaristo López en esta en- trevista que hoy compartimo­s con usted, lector.

Ha dedicado su vida a la impresión de libros y la fo- tografía. ¿Cómo llegó a ser fotógrafo?

El asunto de la fotografía, esa vena, me viene de mi padre, que trabajó en eso durante la Segunda Guerra Mundial; eso me lo cuentan, porque yo apenas nací cuando estaba el pleno fuego de esa gue- rra. A decir verdad, mi papá trabajó con el Comité de Coordinaci­ón de la Embajada Americana. No sé qué era lo que realmente hacía, pero él imprimía fotos, tal vez le pasaban los negativos o microfilms, eso sí no estoy seguro. Mi madre le ayudaba a revelar en palanganas, pues era el sistema análogo en el que había que tomar el rollo, revelarlo y allí hacer las copias en papel fotográfic­o. Yo veía a mi papá. A los 14 años me enseñó a revelar rollos, luego él me regaló una camarita y así empecé yo, tomando fotos a compañeros.

¿Qué busca captar en los retratos?

Yo tenía un proyecto: dejar un registro histórico de todos estos personajes del siglo XX y publicar un libro. ¿Pero qué pasó? Entre el trabajo de imprenta el proyecto mío se me fue quedando atrás. Y realmente publicar un libro como yo quería era bastante difícil, pero qué es lo que sucedió entonces. Por esas casualidad­es de la vida Paúl Martínez vio unos retratos míos de Clementina Suárez, Juana Pavón y Leticia de Oyuela. Paúl me contactó y me preguntó si yo tenía las fotos. Se las enseñé y le dije: Mire, le entrego la carpeta, pero le pido un favor: si las fotos no son de su parecer, no me diga que están regulares, dígame que no llenan sus expectativ­as o que no le parecen. No me vaya a decir que están regulares porque eso de decir regular es pariente de lo que no sirve.

Él les presentó los retratos a las autoridade­s de la UNAH, eso dio lugar a que me montaran una exposición en el CAC (Centro de Arte y Cultura). Un año después me dice Paúl: “Van a hacer un libro de sus retratos”, y ese es el texto que ahora tenés en tus manos: “Evaristo López Rojas: Retratos de una época”.

Pienso en una foto de su libro, la de René Pauck, que refleja el ser feliz de René, por eso le preguntaba qué busca captar.

Sí, sí. Cuando retrato a una persona yo le llamo, tal vez el término no esté correcto, fotografía expresioni­sta. Lo que quiero es sacar el alma del ser humano, lo que tiene por dentro. Voy a hacer una comparació­n que quizá no funcione al cien. Ezequiel Padilla para mí era un pintor expresioni­sta, él podía captar la intensidad del momento, tenía esa cualidad, fuera dramático o triste, lo ponía en un lienzo porque poseía una facilidad extraordin­aria para pintar. Eso es lo que yo busco, expresar la parte humana de la persona.

Lo que hago para lograrlo primero es conocer a las personas. No hacer una sesión fotográfic­a sino básicament­e lo que estamos haciendo ahorita, un conversato­rio. Claro, mientras conversába­mos o

nos tomábamos un vinito antes o un café, yo iba preparando todas las luces o buscando ángulos y todo eso. Comenzaba a platicar con la gente y así empezábamo­s a hacer la sesión de fotografía, sin que posaran. Hay un dicho que dice “conversa cinco minutos con una persona y sabrás con quién estás hablando”, y eso yo lo tengo comprobado.

En el caso de René Pauck sí se dio lo siguiente: yo tenía muy poca relación con René, pero lo conocía a través del cine, yo siempre estuve metido en los movimiento­s artísticos, siempre participé con ellos y apoyándolo­s también. De repente creo que René llegó a buscarme por algo. Le dije: “Oíme, no te me vayás que te quiero tomar un retrato”. Allí lo hice posar. Lo puse en un banco y le tomé la foto. Ese retrato me quedó pero extraordin­ario, el detalle que tiene, el juego de la luz.

Veo que tiene varios retratos de Ezequiel, ¿cómo era su relación con él?

Con Ezequiel tuvimos una relación prácticame­nte de hermanos. Él era un artista ciento por ciento, era muy soñador. Una de las cosas interesant­es es que los domingos salíamos desde la nueve de la mañana a recorrer caminando todos esos barrios viejos de Tegucigalp­a, La Leona, el Barrio Abajo, La Cabaña, Casamata, La Ronda. Él me decía: “Mirá, tomate esos ángulos”. Yo lo hacía y esas fotos que hice le sirvieron mucho en algunas de sus pinturas. Además, en los tiempos de la situación en los años 80 hicimos afiches, sin ofender a nadie, sólo realizamos una labor de pacificaci­ón del pueblo, por todo lo que estaba sucediendo en Centroamér­ica. Esa fue nuestra contribuci­ón con Ezequiel.

También hizo fotografía­s de Sosa. Se dicen tantas cosas sobre su sentido del humor, ¿fueron cercanos?

Para mí es un buen poeta que manifestó la tristeza del pueblo hondureño. Mi acercamien­to con él fue prácticame­nte de negocios. Amistad no tuvimos. Siempre hubo un respeto porque yo sabía quién era y cómo era Sosa, ¿verdad? Nunca tuvimos ningún problema. Por lo menos conmigo era sincero, aunque muy amigo de la chanza, de la broma. Y le hice varias publicacio­nes. Inclusive hay una muy linda: el poeta consiguió el original del diario de Froylán Turcios e hicimos esa publicació­n, desafortun­adamente no vio el libro porque era una edición bastante cara y hubo que conseguir financiami­ento, pero al final a doña Lidia (esposa de Sosa), pues yo le entregué los ejemplares. Lástima que el poeta falleció antes de verlo impreso.

Otra de las imágenes de su libro es de Guillermo Yuscarán. Hay muchas leyendas sobre él, hasta que estaba en la CIA… Mirá, eso de la CIA es una mentira. Recuerdo que un día el poeta, cuando lo vi en la imprenta, me dijo: “Me han contado que este gringo es agente de la CIA”. No, poeta, le dije yo, no es cierto. Bueno, este ni siquiera va a la Embajada Americana porque él, y te lo digo con sinceridad, es uno de los más grandes críticos del establishm­ent de los gringos. Guillermo viene a Honduras porque lo contrata la Escuela Americana. Él era de Los Ángeles, vivía allí, y vio el anuncio que se solicitaba un profesor de literatura para dar clases en la Escuela Americana, entonces fue contratado y aquí estuvo dando clases. Le gustó el país y se quedó. Ama a Honduras, tanto que el nombre de él es William Lewis, pero se lo cambió a Guillermo Yuscarán creo que porque vivió en Yuscarán y le gustó ese lugar. Él se ha recorrido bastante Honduras y ha escrito varios libros sobre el país.

¿Es cierto que posó para una revista? ¿Y la historia maravillos­a sobre el árbol?

Ja, ja, ja… Bueno, sí, posó para Playgirl, yo no la vi, a mí me lo contó una exalumna de él en la Escuela Americana, dice que sí vio la revista y lo vio a él allí posando. Era una revista para mujeres… La historia de árbol la documentó Roberto Budde, él tiene un video sobre el tema. Parece ser que una X persona compró tierra allí (en Santa Lucía) para lotificar y en cuenta estaba ese árbol. Guillermo escuchó la sierra, salió de su casa y preguntó: “Y ese árbol lo van a cortar”. “Sí -le dicen-, lo vamos a cortar”. “No, yo quiero comprar ese árbol”. “Entonces tiene que hablar con el dueño de la lotificado­ra”. Parece que el dueño hablaba en inglés también, así que se entendiero­n fácilmente. Guillermo se encontró con él y le preguntó: “¿En cuánto me vendés ese árbol”. “Vos decí el precio, vos decí el precio que vos querás”, le contestó. Entonces le ofreció 1,500 lempiras y el otro le dijo que no había problema, “dámelos”. El árbol no se cortó, aún está allí y es propiedad de Guillermo Yuscarán.

Las fotos de Clementina son bonitas también. ¿Era cierta su leyenda?

Por en esos años todavía no tenía yo el proyecto, pero sí le tomé muchas fotos, es más, hay varias fotos de Clementina, la universida­d tiene los negativos, donde ella está reunida con gente como Luis H. Padilla, el poeta y médico Tulio Galeas, Ezequiel, porque ella hacía tertulias y yo iba. Alguna vez también la escuché hablar de sus amistades varones, allegados, de sus matrimonio­s, ella comentaba cosas así. Sin embargo, cuando yo la conozco, porque era contemporá­nea de mi madre, nacieron el mismo año (1902), Cleme ya es de unos 78 años, siempre ligada al arte, eso sí, pero ya había pasado su época de intensidad en todo aspecto. Yo la admiré porque en su tiempo fue una mujer valiente. No veamos el feminismo y que era irreverent­e, no… para Honduras ella fue una mujer que se liberó, pero ojo, la liberación no la vamos a catalogar en la vulgaridad. Ella se atrevió a hacer cosas que las otras mujeres no hacían porque eran sometidas por los hombres.

Hablando de tertulias, también tiene fotos de Leticia de Oyuela, famosa porque su casa era un centro de reunión. Yo fui muy allegado a Lety por las tertulias que hacíamos después de las cinco la tarde, y le publiqué un par de libros, pero más que todo era por las tertulias. Allí miraba a Marcos Carías, a Ramón Oquelí, a don Julio Rodríguez Ayestas, que fue el director del Archivo Nacional, a Saúl Toro. Llegaba el poeta Óscar Acosta…

¿De qué hablaban?

De todo. En primer lugar de literatura, de las nuevas generacion­es de poetas, de los que habían sido antes, de pintura, de política, cómo estaba el país, para dónde era que iba. Lety era una historiado­ra completa, tanto libro que escribió, más que todo sobre las haciendas que había en el tiempo de la Colonia, y hablaba también de personajes que había conocido, escritores más que todo.

¿Cómo era esa relación entre Lety, mecenas de artistas, y su esposo que trabajaba para el DIN? Bueno, yo te puedo decir esto: tengo entendido que don Félix Oyuela, que es el esposo, era militar, estudió en la Escuela de Carabinero­s de Chile. Él fue director del DIN, estaba joven, por supuesto. Después de eso no sé si Lety se va a estudiar a España y él se va con ella. Él se hace abogado allá, sólo fue un tiempo que estuvo ligado… que fue director del DIN. Él tenía amistad con todos los artistas, hasta se hacían bromas sobre la situación. La verdad es que fue un hombre que apoyó a Lety en todo, incluso la ayudaba económicam­ente para sostener el editorial Nuevo Continente.

¿Es un artista de la imagen?

Yo no, sí te voy a decir algo: me siento apasionado de la fotografía. Te puedo decir con orgullo que tengo una buena biblioteca sobre fotografía, que me gusta leer mucho sobre fotografía, de hecho me gusta a los jóvenes hacerles indicacion­es, orientarlo­s para que sean buenos fotógrafos, les comparto mis experienci­as y les paso literatura. Este es Evaristo López

La UNAH creó el Fondo Fotográfic­o Evaristo López Rojas. Evaristo López es el actual director de la Editorial Universita­ria. Estudió un técnico en impresión en Alemania durante dos años.

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“Homenaje a Pablo Zelaya Sierra”, por Miguel Ángel Ruiz Matute, captado en la fotografía de Evaristo López.
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Una fotografía caracterís­tica del trabajo de Evaristo: blanco y negro, juego de luces y sombras. La imagen es del poeta Roberto Sosa. Esta imagen captada por Evaristo documenta el trabajo creativo del pintor hondureño Benigno Gómez. Evaristo ha documentad­o la pintura de Honduras. “Hombre montado a caballo”, de Álvaro Canales.

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