Por favor, no te frustres
Los juegos infantiles de patio, de coloresvibrantes, llamabanla atención. Los niños querían jugar. Colgaba en una pared un largo reglamento de uso. Más de un adecena de instrucciones y prohibiciones que mi hijo se dio la tarea de leer. Decidió jugar junto a su hermana. Eramuydifícil, puesunniñoque excedía la edad establecida en el reglamento, golpeaba con fuerza las bolsas colgantes de lona, hechas para balancearse con ellas y no para boxeo. Más adentro, un par de niñas utilizaba un tobogán al revés: caminaba n de abajo hacia arriba, riéndose porque en su actividad no permitían a nadie más hacer buen uso del juego. Con evidente cara de frustración, el par de niños decidió volver ala mesa, en silencio. Su padre y yo callamos. El niño decidió hablar .“¿ Es que nadie lee el reglamento ?,¿ no piensan respetar lo ?, ni siquiera la gente que aquí trabaja. Sólo son ríen y dejan que todo pase .¿ Porqué nosotros, que buscamos seguir las reglas, no podemos disfrutar de losjuegos? Esinjusto”. Siguióensu monólogo :“¿ porqué hacen reglas que nadie respeta ?,¡ No vale nada hacerlas cosas bien, si hasta se ríen denosotros!” Esa última frase me hizo reaccionar. ¿Cómo inculcaren los niños los valores del respeto, la responsabilidad y la justicia, si crecen pensando que no sirven para nada ?,¿ qué argumentos pueden ser válidos para hacer conciencia sobre los valores, enunmundopequeño, peroplagado deantivalores, depermisividade impunidad, desdelascosasmás pequeñascomoésta, hastalasmás grandes, depaís? El ejemplo podría parecer algo inocente, sinrelevancia, perolos pensamientos que estaban gen erandoy el sentimiento de frustración del niño no me permitían dejar pasarla situación. Reconocí el sentimiento porque lo he experimentado muchas veces. He visto automóviles cruzando por encima de una mediana, para saltarse una fila, como una triste metáfora de cosas peores; he experimentado la tristeza de ver cómo impera el paradigma del mínimoesfuerzo, delcultoaldinero fácil, dela astucia por encima de la inteligencia, delacorrupción, del egoísmo como forma de vida. Muchasveces, aunqueluegome re pongo, me he abandonado ala idea de que los valores paradójicamente no valen en esta sociedad, que el diálogo de poco sirve, que lo importante es atrincherarse en las propiasideas; queavecesesmejor quedarsecallados, anteelriesgode parecer desfasados o hasta ridículos, cuando mencionamos el bien común y la solidaridad. Porque nos hemos acostumbrado a atacar, antes que exponer nuestros motivos; porque hacemos eco de los gritos y las burlas, en lugar de las ideas. Decidí hacer algo para enseñar a mi hijo que es válido luchar por lo que pensamos y creemos, pero respetando a quien no está de nuestro lado, quizás en un futuro eso rinda frutos mayores cuando sea adulto. De maneraespecial, decidíreduciresa frustración que parece fermentarse en el interior de los seres humanos cuando somos adultos corriendo el riesgo de convertirse en resentimiento yo dio. Así, fui donde se encontraba el jovencito golpeando los juegos, con vos firme y educada le pedí: Mis hijos quieren disfrutar de los juegos, pero no pueden si usted continúa haciendo eso ,¿ podría dejar de hacerlo, por favor? El jovencito cedió espacio. No dijo nada, pero al menos dejó espacio paralosdemás. Entonces ellos pudieron jugar también; las niñas no tuvieron otra que utilizar el tobogán como es debido. Elordenvolvió, logrémipropósito, sinenojos, sinalzarlavoz. En mi interior dije palabras que no pronuncié. Pensé“Hijo, lavidaesun sube y baja de constantes lecciones. Porfavor, notefrustres, mejorabre tu mente para buscar caminos donde no los ves. Actúa bien por convicción, sin esperar nada a cambio ”. “Las cosas no son fáciles para nadie, ni siguiendo las reglas. Hazlo porque creesenellas, nadamás. Note frustres, nocedas, la mejor recompensa es que seas fiel a ti mismo ”. Que esta lección que vino a mi vida delamanodemihijo, puedaservirle a usted también de inspiración, se la obsequio.
“Lascosasnoson fáciLesni siguiendo LasregLas, peroLamejor recompensaesser fieLasímismo”