Diálogo con condiciones
Esta semana ha sido noticia, una muy buena noticia, la absolución a Asia Bibi del cargo de blasfemia que se le imputaba. Esta joven mamá paquistaní lleva ocho años en la cárcel, en régimen de aislamiento, y no para castigarla aún más, sino para protegerla de las amenazas de los musulmanes fundamentalistas de su país. De hecho, en este tiempo en Paquistán, más de doscientos cristianos han sido asesinados por falsas acusaciones de blasfemias, que en muchos casos solo tenía como objetivo quitar de en medio a un competidor o quedarse con sus bienes. Asia Bibi necesitará asilo político fuera de Paquistán y aún así su vida y la de su familia estará siempre en peligro. Es probable que también tengan que huir los jueces que la han absuelto, porque también ellos han sido amenazados. Este caso trae a la actualidad otros muchos de los que no se habla nunca. Por ejemplo, lo que está pasando en China. Incluso tras el misterioso acuerdo entre el Gobierno chino y el Vaticano, sigue la represión y esta semana han sido destruidos dos santuarios marianos. Muchos se preguntan para qué ha servido entonces el acuerdo, si la consecuencia es más persecución. Pero no solo son los países islámicos o China los que acosan a los cristianos. También en India se sufre la persecución, en este caso a manos de los hinduistas. O en Sri Lanka, a manos de los budistas. O en Nicaragua, Venezuela y Cuba, a manos de los comunistas, como ha denunciado monseñor José Báez, el valiente obispo auxiliar de Managua que ha plantado cara al régimen sandinista de Ortega. Por no hablar de la persecución cruelísima que padecen los seguidores de Cristo en las naciones del centro de África. En total, se estima que 235 millones de cristianos son perseguidos por su fe.