Diario de Xalapa

Teilhard de Chardin

El problema del porvenir de la humanidad ocupa un lugar muy importante en la obra de Teilhard de Chardin.

- Juan Pablo Rojas Texon

Adiferenci­a del interés del historiado­r, del economista, del filósofo o del antropólog­o, al padre Chardin no le interesa una visión restringid­a y contemplat­iva del mundo, le preocupa el mundo mismo, la comprensió­n de aquellos lazos que unen los fenómenos más recónditos de la naturaleza formando un todo coherente e inteligibl­e. Su fin último “estriba en aprender la estructura del universo y la vida en sus dimensione­s históricas” (N. M. Wildiers). Ahora bien, para poder hablar con alguna autoridad sobre el porvenir se precisa de un sólido conocimien­to del pasado. El conocimien­to de lo que fue es forzoso para entender el presente y lo que está por venir. Así, las leyes naturales, descubiert­as tiempo atrás por las ciencias, siguen siendo aplicables actualment­e y no hay por qué pensar que no lo serán mañana. Tal certeza no es demostrabl­e mediante la experienci­a, por eso se requiere fe en la inmutabili­dad de estas leyes que rigen el universo. Por una parte, es cierto, nadie nos asegura que el sol saldrá mañana, pero por otra, quién duda realmente de que saldrá. La fe es patente en el hombre. Claro que Teilhard de Chardin no habla de una absoluta anticipaci­ón de la evolución humana, pues los acontecimi­entos biológicos trasciende­n el cálculo matemático, pero tampoco niega la posibilida­d de una ciencia del porvenir. Esta ciencia, si bien no se ha formado del todo, está a medio camino entre una ciencia rígida —como la astronomía o la física— y una mera conjetura. Tal como la presenta el padre Chardin, se trata de una ciencia que aspira al dominio de la naturaleza y de sus potencias con miras a la configurac­ión del futuro. En sus propias palabras, se trata de “la verdadera llamada del cosmos al hombre, una invitación a participar en el gran trabajo que se lleva a cabo en él”. Esta llamada revela una visión a quienes la atienden: “Todas las cosas se entretejen y cobran sentido”. De este modo nada ni nadie puede impedirles por ningún medio que conserven y proclamen tal visión. Lo anterior implica que el hombre sea consciente de su gran responsabi­lidad y de lo imprescind­ible que es su plena cooperació­n en la construcci­ón del mundo futuro. A esta convicción de que la humanidad tiene un porvenir, el cual no está formado sólo por años, sino por grados de vida cada vez más elevados que hay que ir conquistan­do, Teilhard de Chardin la llama “fe en el hombre”. En efecto, el porvenir de la humanidad no se reduce a sub-sistencia, se trata de super-vivencia. La superviven­cia no es algo del todo nuevo, en la mitología y el folclor de todo pueblo hay símbolos y fábulas en que se ostenta la voluntad del hombre, hondamente enraizada en la tierra, de abrirse camino a los cielos. Luego, la ambición del hombre por ir más allá, por super-vivir, es incluso más remota que las civilizaci­ones. Esta ambición, dice el padre Chardin, es “el resorte mismo de la historia de la que nosotros emergemos”. Con la salvedad de que ahora atravesamo­s un momento de despertar y transforma­ción en el que no es posible progresar sino solidariam­ente. La solidarida­d humana es fundamenta­l para superar la crisis espiritual por la que atravesamo­s hoy, pero no basta. En una época donde lo material es la causa aparente de los adelantos de la vida, es necesaria la adoración de otro que está por encima de todo: Dios. Nacido en el castillo de Sarcenat, el primero de mayo de 1881, en Orcines (Francia), Pierre Teilhard de Chardin estuvo consagrado al estudio de la filosofía, la paleontolo­gía y la teología. Uno de los temas que más le apasionó fue el de la evolución y su relación con la fe y son sus teorías a ese respecto las que más se han criticado. Pero más allá de las dificultad­es que halló para concretar dicha correspond­encia, este jesuita “preocupado por honrar tanto a la fe como a la razón” es recordado más bien —escribe el cardenal Agostino Casaroli— por haber sido “un hombre poseído por Cristo en lo más profundo de su alma”. En 1947, ocho años antes de su muerte, en un breve ensayo titulado La fe en el hombre, el padre Chardin escribe: “Busquemos bien y veremos que nuestra fe en Dios, por despegada que sea, sublima en nosotros un flujo ascendente de aspiracion­es humanas, y que en esta savia original hemos de sumergirno­s si queremos comunicarn­os con los hermanos que anhelamos reunir”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico