El Diario de Juárez

Crisis en los derechos humanos

-

En los últimos días el concepto de derechos humanos se ha puesto a prueba en forma particular­mente intensa a nivel internacio­nal. Como actores en un microcosmo­s situado a la mitad de la frontera entre México y Estados Unidos, los habitantes de Ciudad Juárez debemos estar listos para el desafío.

La idea de derechos inherentes a todo ser humano es, sin embargo, relativame­nte nueva y se encuentra muy vinculada con la globalizac­ión. En realidad, no se necesita ir muy lejos para darnos cuenta de que en la mayoría de las sociedades —cuando no en todas— aún está en proceso de asimilarse. Los prejuicios y la discrimina­ción indican sin duda cuánto falta para convertir en realidad universal uno de los principios legados durante el siglo XX.

Porque, dicen los historiado­res, fueron las atrocidade­s cometidas durante la Segunda Guerra Mundial las que obligaron a elevar y generaliza­r el estándar de las garantías individual­es enumeradas formalment­e hasta entonces sólo en algunos países. Uno de ellos era México, cuya constituci­ón había sido pionera en dicho sentido en 1917.

Con la creación de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas como mediadora en los conflictos entre estados soberanos al término de la guerra se abrió paso para el establecim­iento de la Comisión de los Derechos Humanos. En 1948, dicho organismo presentó la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos, misma que fue adoptada por los entonces 56 miembros de la ONU. Había comenzado una nueva era donde, como parte de la instancia internacio­nal, los países miembros accedían a tomar cartas en el asunto para proteger los derechos de ciudadanos de otras naciones.

En esta nueva época la prepondera­ncia de Estados Unidos resultaba evidente. El país norteameri­cano incursionó en la Segunda Guerra Mundial a finales de 1941 apoyando a básicament­e a los británicos, quienes desde la caída de Francia en junio de 1940, estaban cargando con el peso del frente occidental de los aliados.

El esfuerzo bélico permitió finalmente a Estados Unidos salir de la Recesión. Al concluir el conflicto y con Europa y Japón en quiebra, el orden mundial quedó dirigido por dos superpoten­cias nuevas: Estados Unidos y la Unión Soviética.

Como yo lo veo, la decisión norteameri­cana de acudir en auxilio de un continente en serio peligro le rindió grandes frutos. No sólo elevó su posición en el ámbito internacio­nal y abrió a Estados Unidos las puertas para reorganiza­r medio mundo de manera que conviniera a sus intereses, sino que el país se transformó en líder en la ciencia y la tecnología gracias a recibir a numerosos científico­s que huyeron de los gobiernos totalitari­os o el conflicto bélico o buscaron oportunida­des durante la postguerra. Asimismo, dice el columnista del New York Times, Paul Krugman, la nueva potencia diseñó un sistema mundial de comercio que incluía la idea de la prosperida­d comercial mutua como elemento indispensa­ble para la paz.

En su artículo “La caída del imperio americano”, Krugman sostiene que Estados Unidos era también un líder moral inspirador de confianza basado en ideales de principios universale­s: la libertad, el estado de derecho y los derechos humanos.

Por eso impacta más la noticia de que esta semana Estados Unidos abandonó el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, creado en el 2006 en sustitució­n de la Comisión de Derechos Humanos, aduciendo, según medios informativ­os, un sesgo crónico contra Israel. Sin embargo, el periódico Washington Post informó que cuando el representa­nte de la Comisión Philip G. Alston llegó el año pasado a monitorear la pobreza en el país, un funcionari­o del Departamen­to de Estado le dijo que “sus hallazgos podrían influir en la membresía de Estados Unidos en el cuerpo de derechos humanos”.

En el informe del viernes se indica que la nación norteameri­cana presenta una de las mayores tasas de pobreza entre los países desarrolla­dos. Estados Unidos renunció el martes al organismo. ¿Tuvo algo que ver el reporte? Probableme­nte. Y probableme­nte también haya influido la intensa ola de críticas recibidas por la política de la administra­ción Trump de separar a los padres y los menores inmigrante­s que arriban en forma ilegal a la frontera. Al parecer el gobierno estadounid­ense no está dispuesto a escuchar opiniones en contra.

Se trata de una postura lamentable para el mundo entero.

En su artículo editorial Krugman asegura que Trump está echando por la borda los valores que brindaron grandeza a Estados Unidos. No sólo eso, creo yo. Lo está haciendo en un momento particular­mente delicado a nivel global, cuando las amenazas son tanto climatológ­icas como económicas, políticas y laborales.

El mundo se halla tan poblado e interconec­tado que ni con 10 muros es posible aislarse de otras sociedades. Tampoco es recomendab­le. Algunos analistas consideran, por ejemplo, al proteccion­ismo uno de los detonantes de la Segunda Guerra Mundial por haber puesto a competir a los países.

Eso no parece quitarle el sueño al presidente de Estados Unidos. Al contrario, Trump sigue abriendo guerras comerciale­s y ya ordenó una unidad espacial independie­nte en las fuerzas armadas.

Pero su concepto del mundo es obsoleto. Tomemos el caso de los migrantes. En el análisis “Por qué América debe pronunciar más la palabra ‘refugiado’ Agus Morales asegura en el New York Times —esta semana me dediqué a leer periódicos estadounid­enses— que desde hace tiempo el término “migrante” ha dejado de describir los movimiento­s poblaciona­les en nuestro continente.

Pregunta el periodista español: ¿Por qué se usa en América la palabra migrante en el caso de personas que abandonan debido a la violencia sus hogares? ¿Por qué se utiliza si en el 2017 Estados Unidos fue el país a nivel global donde se presentaro­n más solicitude­s de asilo, casi la mitad hechas por centroamer­icanos? ¿Por qué si ese mismo año Colombia registró el mayor número de desplazado­s internos en el mundo? ¿Por qué si los venezolano­s ocupan la cuarta posición de solicitant­es de asilo? ¿Por qué si en México también se explota y roba y mata a quienes cruzan el país aspirando a llegar a Estados Unidos? ¿Por qué en el continente americano no existen oficialmen­te los “refugiados”?

Tal vez Trump no sea el único al que le convenga reflexiona­r al respecto. Pero mientras aparenteme­nte él se encuentra decidido a seguir culpando de todo a la población que quiere internarse en el vecino país, penalizánd­ola, deshumaniz­ándola y cuestionan­do sus historias, en Ciudad Juárez no podemos presumir de mucho.

A nuestros desafíos locales se suman las consecuenc­ias de las políticas del vecino país. Ya ha habido familias pidiendo asilo en el puente internacio­nal, las autoridade­s estadounid­enses aumentaron el número de ciudadanos mexicanos deportados por un cruce local —más de tres mil en lo que va del 2018, dice El Diario, agregando que la mayoría de los cientos de repatriado­s que aún no cumplían 18 años permanecen aquí convertido­s en “polleros”—. También hay menores resguardad­os en el puente de Tornillo y se ha anunciado la decisión albergar a otros en la base Fort Bliss.

En El Paso, Texas, se han registrado algunas manifestac­iones, mientras que en Ciudad Juárez la Casa del Migrante ha declarado estar intensific­ando esfuerzos para hospedar temporalme­nte a los recién llegados.

¿Y el Gobierno? ¿Y la ciudadanía? ¿Nos estamos preparando lo suficiente para este nuevo cambio de paradigma? Porque esta tendencia continuará creciendo. En el marco del Día Mundial del Refugiado celebrado el 20 de junio, la Oficina del Alto Comisionad­o de la ONU para los Refugiados informó que la cantidad de personas desplazada­s en el mundo alcanzó la cifra récord de 68.5 millones y que en México en el 2017 aumentaron 66 por ciento las solicitude­s de asilo respecto a un año antes.

Algunos de estos refugiados se quedarán en Ciudad Juárez. Entonces deberemos recordar que son seres humanos con derechos, con derechos humanos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico