3Días en Mayo. Dos lecciones políticas
Animado por un cartón dominical de Paco Calderón, el sábado fui al Centro Cultural Helénico a ver la obra 3Días en Mayo, de Ben Brown, dirigida por Lorena Maza, que trata de la discusión en el Gabinete de Guerra Británico, entre dos posturas antagónicas: pactar con Hitler o hacerle frente hasta la muerte.
El gabinete estaba dividido. De un lado pesaba la opinión del Ministro de Asuntos Exteriores, Lord Halifax y el exprimer Ministro Neville Chamberlain. Estaban por capitular ante los agresores mediante un acuerdo decoroso con Hitler, a través de Mussolini, con la finalidad de salvar la integridad territorial y política de Gran Bretaña.
Dada la superioridad bélica alemana que había aplastado Polonia, Holanda, Bélgica y Noruega, Halifax y Chamberlain estaban por pactar. Churchill no. Le acompañaban en esa postura los líderes laboristas, Clement Attle y Arthur Greenwood.
Ante la inminente capitulación de Francia (del gobierno del mariscal Petain), los británicos se quedaban solos en la guerra contra Alemania. Churchill sabía que un pacto con los nazis era un arreglo con los bárbaros, que no respetarían los términos de un acuerdo porque Hitler había demostrado que no tenía palabra y su objetivo (inicial) era la dominación de toda Europa.
Creer en la palabra de Hitler era un error, sostenía el Primer Ministro Churchill. Una negociación sería parte del engaño del führer.
La narración de algunos aspectos de la obra están a cargo de John Colville, el joven secretario particular del Primer Minisitro, en cuyas recomendables Memorias (A la Sombra de Churchill, editorial Galaxia Gutemberg) se basa un poco la pieza teatral.
Como todos sabemos, en esos días de incertidumbre para Gran Bretaña, gana la postura de Churchill. En sus palabras (a través de un célebre discurso ante el Parlamento) “la muerte y la aflicción serán nuestras compañeras de viaje, la fatiga nuestra vestimenta; la constancia y el valor son nuestro único escudo. Nuestras cualidades y hazañas deben arder y resplandecer en la oscuridad de Europa hasta que se conviertan en el faro de su propia salvación” (pág. 289).
¿Por qué pudo Churchill convencer a Chamberain y a Halifax de rechazar una negociación con los bárbaros?
Porque el Primer Ministro tenía el respaldo de la opinión pública y contaba con un pueblo con la moral en alto, a pesar de la desventaja bélica y de los bombardeos nocturnos de la aviación de Hitler sobre Londres.
Se trata de una lección política fundamental. Para cualquier gran decisión, no basta tener el acuerdo con las élites, sino que es indispensable el respaldo popular.
Ser popular no es ser “populista”, sino una condición política para emprender grandes empresas en un país. Como reformas, por ejemplo.
Y la otra gran lección es que no se puede negociar con los que no tienen palabra. Se trata de un autoengaño que a la postre conduce a entregarles todo, sin salvarse de la derrota.
A la salida del teatro me encontré a Luis de la Calle, y me dijo quiénes, en su opinión, representan en nuestros días a Chamberlain y Halifax. Pero fue of the record.
Grandes actuaciones de Sergio Zurita y un elenco de extraordinarios actores. Se las recomiendo, y saquen sus conclusiones.