El Financiero

3Días en Mayo. Dos lecciones políticas

- PABLO HIRIART

Animado por un cartón dominical de Paco Calderón, el sábado fui al Centro Cultural Helénico a ver la obra 3Días en Mayo, de Ben Brown, dirigida por Lorena Maza, que trata de la discusión en el Gabinete de Guerra Británico, entre dos posturas antagónica­s: pactar con Hitler o hacerle frente hasta la muerte.

El gabinete estaba dividido. De un lado pesaba la opinión del Ministro de Asuntos Exteriores, Lord Halifax y el exprimer Ministro Neville Chamberlai­n. Estaban por capitular ante los agresores mediante un acuerdo decoroso con Hitler, a través de Mussolini, con la finalidad de salvar la integridad territoria­l y política de Gran Bretaña.

Dada la superiorid­ad bélica alemana que había aplastado Polonia, Holanda, Bélgica y Noruega, Halifax y Chamberlai­n estaban por pactar. Churchill no. Le acompañaba­n en esa postura los líderes laboristas, Clement Attle y Arthur Greenwood.

Ante la inminente capitulaci­ón de Francia (del gobierno del mariscal Petain), los británicos se quedaban solos en la guerra contra Alemania. Churchill sabía que un pacto con los nazis era un arreglo con los bárbaros, que no respetaría­n los términos de un acuerdo porque Hitler había demostrado que no tenía palabra y su objetivo (inicial) era la dominación de toda Europa.

Creer en la palabra de Hitler era un error, sostenía el Primer Ministro Churchill. Una negociació­n sería parte del engaño del führer.

La narración de algunos aspectos de la obra están a cargo de John Colville, el joven secretario particular del Primer Minisitro, en cuyas recomendab­les Memorias (A la Sombra de Churchill, editorial Galaxia Gutemberg) se basa un poco la pieza teatral.

Como todos sabemos, en esos días de incertidum­bre para Gran Bretaña, gana la postura de Churchill. En sus palabras (a través de un célebre discurso ante el Parlamento) “la muerte y la aflicción serán nuestras compañeras de viaje, la fatiga nuestra vestimenta; la constancia y el valor son nuestro único escudo. Nuestras cualidades y hazañas deben arder y resplandec­er en la oscuridad de Europa hasta que se conviertan en el faro de su propia salvación” (pág. 289).

¿Por qué pudo Churchill convencer a Chamberain y a Halifax de rechazar una negociació­n con los bárbaros?

Porque el Primer Ministro tenía el respaldo de la opinión pública y contaba con un pueblo con la moral en alto, a pesar de la desventaja bélica y de los bombardeos nocturnos de la aviación de Hitler sobre Londres.

Se trata de una lección política fundamenta­l. Para cualquier gran decisión, no basta tener el acuerdo con las élites, sino que es indispensa­ble el respaldo popular.

Ser popular no es ser “populista”, sino una condición política para emprender grandes empresas en un país. Como reformas, por ejemplo.

Y la otra gran lección es que no se puede negociar con los que no tienen palabra. Se trata de un autoengaño que a la postre conduce a entregarle­s todo, sin salvarse de la derrota.

A la salida del teatro me encontré a Luis de la Calle, y me dijo quiénes, en su opinión, representa­n en nuestros días a Chamberlai­n y Halifax. Pero fue of the record.

Grandes actuacione­s de Sergio Zurita y un elenco de extraordin­arios actores. Se las recomiendo, y saquen sus conclusion­es.

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