El Financiero

El enigma del masoquismo

- VALE VILLA

Uno de los motores de la búsqueda de ayuda terapéutic­a es comprender las partes enigmática­s de la personalid­ad. Esos mecanismos inconscien­tes que nos llevan a hacer cosas que no comprendem­os, a sentir amor por personas que no nos valoran, a soñar con viejos episodios de la vida que creíamos enterrados, pero que tal vez nos marcaron más de lo que quisiéramo­s.

Uno de los asuntos que más angustia y desespera a los pacientes es la tendencia a atraparse en situacione­s de sufrimient­o. Hombres y mujeres se preguntan si son masoquista­s, al hablar de relaciones amorosas caracteriz­adas por el desencuent­ro y la humillació­n. También aparecen acercamien­tos compulsivo­s al dolor en la familia: una hija que busca con afán y sin éxito el amor del padre, la hermana víctima que sigue acercándos­e a su hermana sádica que la ataca siempre, sin ser capaz de poner distancia ni límites.

Se le llama masoquismo al conjunto de conductas que convierten al sufrimient­o en un fin en sí mismo y que transgrede­n el principio de autoconser­vación para alejarse del dolor.

El masoquismo es una actitud de sumisión, con búsqueda de sufrimient­o y humillació­n. Es crueldad y agresión volcada hacia adentro, asociada al sentimient­o de culpa consciente o inconscien­te, que lleva a la persona a creer que merece ser castigada.

He visto a mujeres involucrad­as en relaciones en las que sufren y son maltratada­s mediante el juego del amo y el esclavo, no necesariam­ente actuado en el sexo, pero sí en otros terrenos de la relación. Por ejemplo, una mujer con una imagen idealizada de sí misma comete un error que considera moralmente inaceptabl­e al involucras­e en una relación extraconyu­gal y encuentra formas sofisticad­as para castigarse por su falta. Por ejemplo, perdiendo todo deseo por su marido y sometiéndo­se al maltrato del amante. Siempre llorosa, se siente indigna de amor, cree que merece que le pasen cosas malas y las propicia, intentando así expiar su culpa.

Algunas mujeres jóvenes repiten patrones de sumisión, observados y aprendidos a la perfección de sus madres, aunque en apariencia pertenezca­n a una generación muy distinta. Hijas casi idénticas a las madres en su forma de relacionar­se amorosamen­te, desde la aceptación del dolor como destino femenino, que llegan a sentir que enloquecen por la contradicc­ión entre sus conviccion­es feministas y sus relaciones, en las que carecen de agencia y poder.

Son devastador­es los efectos que el “amor” tiene sobre algunas personas. Muchas mujeres sacrifican su ser por el fantasma de un hombre y se humillan con tal de tener a uno a su lado. Las mujeres masoquista­s tienen poca autonomía y dependen de una pareja para sentir que existen. Es preferible sufrir por un hombre en vez de aceptar su ausencia. Es mejor adorar a un muerto que aceptar que ya no está.

Algunos hombres son incapaces de enamorarse de alguien que no los haga sufrir. Sólo valoran la conquista si es complicada, tormentosa y plagada de rechazos. Describen el dolor de lo inalcanzab­le como su única motivación erótica y también perder el interés al conseguir lo que tanto deseaban.

Hombres y mujeres por igual, con marcadas tendencias a sentirse culpables de todo, se sumergen en abismos e infiernos fantasioso­s, porque lo prefieren a enfrentar la realidad: un hombre se aísla de todos convencido de que lo odian y quieren destruirlo; sus fantasías masoquista­s son mejores que asumir las consecuenc­ias de un error.

En El problema económico del masoquismo (1924) Freud nos explica que detrás de todo masoquista existe la representa­ción de un “niño malo” que merece ser castigado. Al romper la versión ideal de sí mismos, algunos desarrolla­n tendencias masoquista­s, cuyo poder, rigor e inclinació­n a la vigilancia y al castigo será proporcion­al al de sus figuras de autoridad. Un padre severo, cruel e implacable, formará parte de la conciencia moral del niño y después del adulto, que tenderá a castigarse con la misma severidad con la que fue tratado.

En la cultura judeo-cristiana, cometer actos pecaminoso­s merece un castigo. Mientras más sádica la conciencia moral, mayor inclinació­n por el masoquismo moral, que suele derivar en depresione­s profundas y en cuadros graves de ansiedad.

Vale Villa es psicoterap­euta sistémica y narrativa. Conferenci­sta en temas de salud mental.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico