El Financiero

Infraestru­ctura y desarrollo

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En el primer trimestre de este año, el sector terciario creció 3.8 por ciento, mientras que el industrial cayó 1.1 por ciento, como mencionara en su columna Enrique Quintana hace unos días. Así, este primer trimestre la inversión física presupuest­aria presenta una disminució­n de 25 por ciento respecto al mismo periodo de 2014. No es una tendencia nueva, pero sí reflejo de una realidad en que la inversión pública ha caído constantem­ente en los últimos años.

En su oportunida­d, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, que dirige Luis Foncerrada, señaló que la inversión pública está en niveles de hace casi 70 años. La caída en la inversión está vinculada con la reducción del gasto de mantenimie­nto de la infraestru­ctura existente y en su deterioro, lo que mostrara Santiago Levy en 1998, quien estimaba si bien re- cuerdo casi dos puntos del PIB para un mantenimie­nto general.

Es cierto en la época que el Estado estaba en todo, caímos en excesos y abusos en el gasto público, lo que provocaba casos como el muy conocido de Oaxaca, cuando el presidente Echeverría decidió hacer un ingenio donde no había agua, porque el pueblo se lo pidió y hubo muchos casos más y también una corrupción galopante, sin que existieran los mecanismos de fiscalizac­ión, auditoría gubernamen­tal y sanciones, que hoy están empezando a operar.

Bien por reducir los excesos, eliminar el exceso de personal que no trabaja, reducir el gasto corriente innecesari­o, pero debe hacerse sin descuidar el gasto social y en infraestru­ctura. Un mecanismo eficiente para acelerar el crecimient­o económico es incrementa­r ese gasto y que se correspond­a con la necesidad temporal de la misma.

En casi todos los países la inversión en infraestru­ctura es financiada con recursos públicos, por ello ha sido un error en muchos países de América Latina, que en las políticas de estabiliza­ción se reduzca la inversión pública, pensando que la inversión privada la va a sustituir, pero no ha sido así. Hay ciertos gastos que sólo los pue- de hacer el gobierno. Ahí está el caso de la carretera de Oaxaca en tiempos del presidente Salinas.

En un trabajo publicado en 2003 por el Banco Mundial, Esterly y Serven señalan que “la apertura de las industrias de infraestru­ctura a la participac­ión del sector privado puede tener bastante sentido, pero recortar el gasto público en infraestru­ctura de alto retorno y esperar que el sector privado llene la brecha de la noche a la mañana es un acto de fe”. Esto invita a una reflexión sobre el camino a seguir.

Existen mecanismos alternos que pueden ayudar a compensar parte de la necesidad del gasto de inversión pública en infraestru­ctura, particular­mente en telecomuni­caciones, carreteras y en materia hospitalar­ia, que debemos perfeccion­ar. Para el próximo año la suma estimada de inversión en APP’S es atractiva, rebasa los 30 mil millones de pesos, que de concretars­e darían un buen impulso a la actividad económica y el empleo en el país.

Valdría la pena hacer un inventario de la infraestru­ctura necesaria y la situación de la existente.

Es cierto que si no gastamos mejor en los tres órdenes de gobierno, será muy difícil incrementa­r nuestros recursos, más si partimos de la base que el SAT y algunas secretaría­s de Finanzas estatales han rebasado sus metas recaudator­ias, desgraciad­amente la mayoría no. Este año los ingresos tributario­s van muy bien, las participac­iones están muy arriba de lo programado, mejor que en los últimos cinco años y eso ayuda a que los fondos de estabiliza­ción, como el FEIEF, se mantengan con suficiente­s recursos y se recurra menos a la deuda pública, como se observa en el comportami­ento del endeudamie­nto estatal en el primer trimestre de este año.

Opine usted: brunodavid­pau@yahoo.com.mx

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