El Financiero

La sentencia

- Pedro Salazar Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Ya lo sabemos. El caso de los 43 normalista­s de Ayotzinapa desapareci­dos hace casi cuatro años en Iguala, Guerrero, quedará en la memoria como uno de los eventos más ominosos y trágicos del México contemporá­neo. No es que las demás violencias no sean terribles –lo que sucedió en Allende, Coahuila, o lo que está pasando con los homicidios de candidatas y candidatos a los cargos de elección popular, son ejemplos de otros hechos nefandos–, pero lo que acaeció con los estudiante­s marcó un antes y un después en la memoria colectiva. Por eso es tan relevante que el caso siga abierto y que no se escatimen esfuerzos en desentraña­r lo que en realidad sucedió. Sólo por ello merece llamar nuestra atención la sentencia del Primer Tribunal Colegiado del XIX Circuito radicado en Reynosa, Tamaulipas. Algunos la han calificado como histórica, otros –es caso del director de la Facultad de Derecho de la UNAM– la bautizaron como oscura. Paradójica­mente creo que ambos tienen parte de razón. Van mis argumentos.

La pata más coja de la sentencia reside en uno de sus aspectos más torales: ¿era competente el Tribunal para decidir el caso? Formalment­e nadie duda que ese Tribunal era la instancia facultada para dictar una sentencia final ante los amparos promovidos por presuntos participan­tes en la desaparici­ón de los muchachos. Así que ahí no está el problema. La duda emerge cuando miramos qué fue lo que determinó esa instancia judicial. Por esa ruta la interrogan­te es otra: ¿podía el Tribunal ordenar la creación de una comisión de la verdad para reponer la investigac­ión integral del caso? Una primera respuesta, si nos atenemos a lo que establece nuestra Constituci­ón vigente, es simple y llanamente no.

En el texto constituci­onal no encontrare­mos facultad alguna que permita al Tribunal decidir lo que decidió. Sin embargo, las cosas no son tan claras porque una segunda interpreta­ción sostiene que, si miramos más allá del texto constituci­onal y echamos mano de diversos tratados y protocolos internacio­nales –que son derecho vigente de máxima jerarquía en México–, podemos acreditar la competenci­a. Es obvio que esto es lo que pensaron los magistrado­s cuando tomaron su decisión. Y, como la misma no es revisable, esta será la conclusión jurídica que prevalezca. Sinceramen­te tengo mis dudas sobre sus méritos, porque soy de los que piensan que las facultades de toda autoridad deben ser expresas, precisas y acotadas. Pero, estando las cosas como están, lo que piense este columnista es irrelevant­e. Así que vamos dando otra vuelta a la tuerca. Los actos – torturas, tratos crueles, inhumanos y degradante­s a los detenidos– cometidos por el Ministerio Público durante la investigac­ión que los magistrado­s documentan en su sentencia, son abrumadore­s. Esto nos lleva por otra senda que conduce a los efectos de la decisión. Después de leer esos hechos corruptore­s de la investigac­ión, lo peor que podría pasar es que no pase nada. Si la decisión del Tribunal no es atendida por las instancias que podrían poner en marcha a la comisión investigad­ora y al final lo único que queda es esa fotografía del horror –de los hechos originales y de la investigac­ión de los mismos–, el agravio para las víctimas y para la sociedad en su conjunto sólo será mayor. Hoy sabemos oficialmen­te –porque así lo ha determinad­o un Tribunal Colegiado– que la investigac­ión fue un desastre, que se violaron los derechos de los detenidos y que de los normalista­s no se sabe nada.

Al final el saldo de la decisión sigue siendo incierto. Para determinar si fue una decisión histórica tenemos que esperar los efectos que pretendier­on los magistrado­s. Por lo pronto nos invita a reflexiona­r sobre el papel de los jueces ante eventos extraordin­arios, sobre la efectivida­d de las sentencias y los riesgos que conlleva su potencial inobservan­cia, y sobre los alcances de eso que los abogados llamamos convencion­alidad y que no es otra cosa que el impacto del derecho internacio­nal en la jurisdicci­ón nacional. Yo con eso me quedo.

“Los actos cometidos por el MP durante la investigac­ión que los magistrado­s documentan en su sentencia, son abrumadore­s”

“Hoy sabemos que la investigac­ión fue un desastre, que se violaron derechos de los detenidos y que de los normalista­s no se sabe nada”

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