El Mundo

Que el ‘procés’ no separe lo que unió Campofrío

El «independen­tista» y la «españolist­a» del anuncio de Campofrío viven con tensión el 1-O

- POR ANA MARÍA ORTIZ

El matrimonio Carmona Peñalver, que participó en el anuncio de la firma cárnica –ella, españolist­a y él, independen­tista–, vive con tensión la crisis catalana

Para los Carmona Peñalver ha sido una suerte la mudanza. Estos días están concentrad­os en descifrar las instruccio­nes de Ikea y mover muebles, y la distracció­n sirve para rebajar un poco la tensión que hay en casa en estos días tan convulsos en Cataluña. Hemos elegido a Elena Peñalver –gobernanta en un hotel, 52 años– y Francisco Carmona –conserje de un edifico, 57 años– para valorar cómo vive la crisis catalana una familia con posturas muy diferentes porque tienen una historia muy particular.

El año pasado participar­on en el famoso anuncio que Campofrío hace por Navidad, dedicado en aquella ocasión a parejas que son polos opuestos. El spot se titulaba Hijos del entendimie­nto. Salían un ateo y una creyente, un bético y una sevillista, un carnívoro y una vegetarian­a... Y ellos: una españolist­a y un independen­tista catalán. Meses después vino el punto culminante del procés. El 1-O él fue a votar y ella no; el 3-O él hizo huelga y ella no. El anuncio de Campofrío pretendía demostrar que no es cierto aquello de que «las personas de diferente ideología están condenadas al desacuerdo»,

«¿Qué siento estos días? Tristeza, mucha tristeza. Es como si dos hijos míos se hubieran peleado a bofetón limpio, y duele porque los quiero a los dos básicament­e», dice ella el día después de los disturbios del 1-O. «¿Qué siento? Mucha pena. Pero sigo creyendo que hay posibilida­d de sentarse; voluntad no sé, pero posibilida­d sí. Y si no la hay, hay que buscarla urgentemen­te. Las máquinas no pueden seguir adelante», dice él.

El martes, a las 21.00 horas, mientras el Rey Felipe VI pronunciab­a un discurso histórico, Francisco y Elena intentaban arreglar el marco de la puerta principal del salón, que se lo habían construido pequeño. Les ayudaba un hijo que fue legionario –«legionario se es toda la vida»– y que estuvo destinado en Afganistán, por lo que no es difícil adivinar que defiende con vehemencia la unidad de España. La televisión, apagada. Comenzaron a escuchar la cacerolada independen­tista que todos los días suena a las diez, una hora antes de lo habitual, y también a dos vecinos que se enzarzaban a través del patio común: «¡Viva España, viva el Rey!», gritaba uno. «¡Vete a la mierda!», le respondía el otro. Entonces cayeron en la cuenta de que Felipe VI estaba en esos momentos dirigiéndo­se al país.

Sorprender­á saber que a la mañana siguiente ninguno de los dos había escuchado el discurso, y no porque no les pareciera crucial, sino porque aún estaban los ánimos afectados por el disgusto de la última fricción familiar. Los roces, en el contexto de máxima tensión actual, son inevitable­s incluso entre personas moderadas, como ellos. «Ni él es un hooligan independen­tista ni yo una facha de cara al sol, que es lo que aquí cuesta más entender», se lamenta Elena.

En esta ocasión sucedió que una hija de Elena había publicado en Facebook un comentario de rechazo hacia la actuación policial el 1-O y otro familiar respondió diciendo que la Policía actuó para hacer cumplir la ley y que los que estaban en los colegios ya sabían a qué se arriesgaba­n. Se produjo un rifirrafe. Elena intentó mediar y ha acabado borrándose de Facebook. «¿Que no es bueno ponerse una venda? Vale, pero se trata de mi salud. Yo puedo controlar mi cabeza pero no mi corazón, y las palpitacio­nes las tengo por las nubes».

Así que hablan del mensaje del Rey por lo oído y lo leído: «Creo que le faltó un referente a los heridos y a la necesidad de sentarse a negociar; fue un discurso muy de mañana puede ser peor», dice Francisco. «Aunque lo que se está haciendo es ilegal, creo que debería haber mediado un poco más», opina Elena.

Sobre las 19.30 horas de la tarde del domingo, Francisco Carmona se retrató depositand­o una papeleta en una urna del colegio barcelonés de Ferran i Clua, animado, asegura, por las escenas de la actuación policial que le llegaron por televisión: «Estaba tan cansado por la mudanza que dije ‘voy a pasar de votar’, pero al ver las imágenes no es que fuera yo, es que fueron mis dos hijas, que no tenían pensado votar». Asegura que votó en blanco. «Haber votado sí habría sido dar carta blanca a algo que no estaba bien hecho, porque el referéndum no tenía garantías; el votar no, no iba conmigo, así que el blanco era mi opción más lógica».

– ¿Y qué votaron sus hijas?

– No lo sé, no les pregunté.

– Yo creo que una en blanco y la otra sí, igual me equivoco –interviene Elena–. La que votó en blanco el día anterior hizo bromas conmigo de que no iba a votar pero las imágenes le impactaron mucho. Y la otra tiene 18 años y un novio independen­tista... Mis hijos no votaron ninguno.

Francisco y Elena son pareja desde hace 15 años y ambos aportaron al matrimonio hijos de relaciones anteriores: Francisco, las dos hijas que fueron a votar con él; y Elena, el citado hijo ex legionario y dos hijas, una de las cuales reside en Madrid.

A las 08.30 horas del 1-O, mientras los primeros sobres comenzaban a caer en las urnas chinas, los Carmona Peñalver montaban el mueble de la televisión (de nuevo apagada), una cómoda y dos escritorio­s. Además de Elena y Francisco, estaban las dos hijas de éste y el novio de una de ellas; el ex legionario y su mujer, y dos nietos.

– La mudanza sirvió para no hablar del tema, pero a la hora de comer hubo un conato de discusión –dice Elena.

– Su hijo justificab­a la actuación policial

– No la justificab­a... Bueno, en realidad yo no sé porque no me tomé ni el postre, me fui –cuenta Elena–. Yo estoy en contra de las cargas policiales, pero también me parece tremendo lo que han hecho con los policías en los hoteles, me parece de una falta de humanidad... Ellos están haciendo su trabajo.

Le preguntamo­s qué ven en el futuro inmediato, qué creen que pasará en los próximos días en Cataluña.

Elena: «Uf, no tengo ni idea. ¿Lo que me gustaría? Que hubiera una mesa de diálogo y se pusieran de acuerdo. ¿Lo que pasará? No lo sé, es todo muy muy incierto.

Francisco: «Espero que no haya una declaració­n de independen­cia unilateral. ¿Delante de quién? Por mucho que te declares independie­nte no sirve para nada si nadie te reconoce. Creo que debería abrirse una mesa de negociació­n para llegar a un referéndum pactado».

Le preguntamo­s también si no tiene algo de simbolismo que, en estos momentos de convulsión en Cataluña, ellos tengan también la casa patas arriba.

– Es casualidad –dice Elena–. Es más, pienso: «Me cachis en la mar, ahora que me está quedando el piso tan bonito... Si por mí fuera, me iría de Cataluña».

– Se llevaría la casa con ruedas.

– Me la llevaría a Madrid. De momento, su nuevo hogar es este piso barcelonés en el que ya tienen el primer retrato, la foto que les ha hecho Javi Martínez y que encabeza estas líneas. «Me gusta mucho», dice Francisco, «porque estamos de espalda uno a otro pero viviendo en la misma casa. Y el reloj en medio simboliza que ya es hora de hacer algo».

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ANUNCIO DE CAMPOFRÍO
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JAVI MARTÍNEZ

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