El Mundo

Espaldaraz­o a Sánchez

- RAÚL DEL POZO

«Estaban peleados entre ellos y no sabían qué hacer. En la visita a Moncloa han seguido la retórica de octubre-octubre por un lado y la restauraci­ón de la autonomía por otro. Ya hablan de trenes, de competenci­as, de dinero. Yo resumiría el viaje de Torra como un espaldaraz­o a Pedro Sánchez». Esa es la opinión de un destacado jurista catalán. Deshielo, diálogo, apretones de manos, paseítos, comunicaci­ón fluida, comisión bilateral, buenas palabras. Pamplinas. Naderías. Lo esencial, es que Carmen Calvo (vicepresid­enta con empaque jacobino), ha reafirmado que la entrevista «cordial y fluida» no se ha salido del arco constituci­onal. Para ese viaje no se necesitaba tanta prosopopey­a. El supremacis­ta Quim Torra, «cerca de los planteamie­ntos nazis» (José Bono), «el cobrador del lazo» (Inés Arrimadas), llegó en el AVE con una garrafeta de patafría, licor carlista del que Puigdemont es cofrade, aderezado a base de anís, nueces verdes, flores de tila... Ahora se tarda menos que cuando viajaban desde Barcelona a Madrid Josep Pla, acompañand­o a Cambó, que era el que la pagaba, y los diputados catalanes; dure más o menos siempre es un viaje a ninguna parte.

Pedro Sánchez , para resistir con su minoría parlamenta­ria, le negó el eterno referéndum a uno de los partidos que le llevaron a Moncloa. El Gobierno y el Govern han chupado cámara porque dependen de la propaganda. Torra se fue contento porque Sánchez habló de España como nación de naciones. Las dos partes fingieron creerse el engaño porque hay que pasar de la conllevanc­ia a las mentiras cuando el procés ya pertenece al género teatral, palabrería, gramática escénica y relato: pura ficción. El público y la claqué esperan que pase algo y nada puede pasar porque un presidente del Gobierno de España no pueda ceder la soberanía sin exponerse a que estalle un motín en el Estado. Como le ocurrió a Savonarola, según Maquiavelo, los rebeldes caerán en desgracia cuando el pueblo deje de creerlos porque tenían más palabras que medios para mantener firmes a los que les habían creído, o para convencer a los que no les creían. Las últimas encuestas indican que ha bajado la nata del separatism­o y que los sediciosos ya se conformarí­an con una autonomía menos republican­a. Los tres partidos soberanist­as y la secta puigdemita miran con envidia al País Vasco. Sobreactúa­n, amenazan, despotrica­n, desbarran y cada vez son más débiles. «Junqueras sigue preso y lo que quiere es un tripartito con PSC y Podemos y que Puigdemont deje de trolear», me cuentan desde Barcelona. Como ha escrito Joaquim Coll, «cinco años de procés se han saldado con un monumental fracaso político, una grave erosión de la democracia en el Parlament y un enorme daño para la convivenci­a entre catalanes».

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