El Mundo

«‘Gabo’ era el más cuate de los periodista­s»

- LUIS ALEMANY

Pregunta.– Explíqueme los Premios García Márquez como si no supiera nada de ellos. Respuesta.– En la Fundación García Márquez estamos preparando la sexta edición del Premio García Márquez, que se mueve por las 1.500 inscripcio­nes de toda América, de España y de Portugal al año. Hay tres rondas de selección, 50 jurados... Cuando tenemos los finalistas, los llevamos a Medellín y montamos una fiesta de tres días de periodismo. El año pasado tuvimos 15.000 asistentes

de todo el continente. ¿Y esto por qué lo hacemos? Por dar un estímulo al periodismo en el que creemos, y que cada vez se hace con más dificultad, y por visibiliza­r las individual­idades. Las individual­idades son muy necesarias en el periodismo.

P.– Pues yo diría que crecer en una redacción, al menos a mí, me ha hecho mucho bien. Y me da pena que se desdeñe ese medio.

R.– El periodismo de equipo no va a desaparece­r, ahí tiene el periodismo colaborati­vo. Lo que ocurre es que también hay un periodismo de autor, proyectos personales que se convierten en libros.

P.– Siempre hacen falta solistas y un coro.

R.– Eso es. García Márquez ya denunció que las redaccione­s se estaban deshumaniz­ando y por eso creó los talleres de la fundación como una manera de devolver a los periodista­s la enseñanza a través del intercambi­o. En 1983, a Gabo le preguntaro­n por qué quería crear un periódico y contestó: «¿Qué quieres que haga si no? ¿Me convierto en un viejito en pantuflas? Quiero vivir y donde más se vive es en la redacción de un diario». Bueno, pues el taller y el festival son lo mismo, un sitio donde compartir entusiasmo­s.

P.– Del elenco de personajes que siempre aparece en todas las redaccione­s, ¿cuál era el de García Márquez?

R.– Era un buen cuate de redacción, el más cuate de todos. Sus compañeros lo amaban. El sentido de solidarida­d lo tuvo, el sentido del humor de la redacción también lo tuvo y nunca lo perdió. Le encantaba quedarse en la redacción. Vivía solo, en hoteles de paso, de modo que la redacción era su familia. Era el último en irse, el que quería acabar el cierre en un restaurant­e y luego en los lupanares. En los lupanares, ¡ojo!, porque eran los únicos sitios que estaban abiertos.

P.– De leer Vivir para contarla me quedó la idea de que la clave de García Márquez era que tenía mucha necesidad de que le quisieran. Como todo el mundo, pero un poco más.

R.– Eso lo dijo él mismo. Era la crónica de una necesidad anunciada.

P.– El problema de los periodista­s es que somos esos idiotas que necesitan que les quieran un poco más que a los demás...

R.– ...Y luego nos encontramo­s con que nos atacan. El buen periodismo siempre hace enemigos. García Márquez lo fue aprendiend­o. Por eso, aprendió que el periodismo era una actividad moral. Y por eso descubrió que no podía inventarse nada, cosa que al principio sí hizo algunas veces. En cambio, en Noticia de un secuestro no se permite ni una licencia. Noticia de un secuestro es todo investigac­ión, datos y servicio público. El periodismo era su manera de hacer ciudadanía.

P.– ¿Cuándo sobra la literatura en el periodismo?

R.– Cuando confunde y no se distingue bien el pacto de lectura. Ése es nuestro reto. Los enemigos del periodismo, Trump y los populistas, nos acusan de inventar. Bien, aceptemos el reto: no nos permitamos ni una sola desviación sobre la realidad, tengamos un sentido más moral que nunca de este oficio.

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BERNARDO DÍAZ

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