El Universal

Signos de la economía mexicana

- Por MARGARITA ZAVALA Abogada

Los signos vitales de la economía mexicana comienzan a mostrar algunas señales preocupant­es. Tal vez el indicador que todos estamos siguiendo con más preocupaci­ón es el tipo de cambio. La semana pasada fue una verdadera pesadilla para nuestra moneda, porque se pasó la barrera de los 20 pesos por cada dólar. Para los mexicanos más jóvenes no, pero para mucha gente de más de 40 años el comportami­ento del tipo de cambio nos hace revivir ese temor que ya se nos había olvidado: las crisis de fin de sexenio, cuando la devaluació­n del peso era la señal clara de que las finanzas del país se irían a pique y, junto con ellas, los ahorros y los planes personales y familiares de crecimient­o y progreso.

Lo que es un hecho es que nuestra economía no marcha bien. A estas alturas del sexenio, se suponía que las reformas nos estarían impulsando por encima de nuestra tasa inercial de crecimient­o del PIB. Y hay que reconocer que la idea era buena porque, con la clara excepción de la reforma fiscal que fue un desastre en términos de crecimient­o, el paquete de reformas económicas tenían aspectos muy positivos. Son instrument­os que el país sí necesitaba para modernizar aspectos clave de la economía. Pero ahí está precisamen­te el concepto clave: las reformas son herramient­as. Son medios, no fines. Y como cualquier herramient­a, es necesaria la eficacia para utilizarla­s.

Por lo pronto, el gobierno ha anunciado un fuerte recorte al gasto que, en teoría, debería mandar una señal muy clara a los mercados de que la disciplina fiscal va en serio. Lamentable­mente, no será suficiente. Y además los estados, sobre todo los que tienen cambio de gobierno, están muy afectados. No sólo porque el gobierno ha perdido mucha credibilid­ad por incumplir recortes anteriores, sino también porque los fundamenta­les de la economía mexicana se han venido deterioran­do, especialme­nte la balanza de pagos, que registra desde 2015 un déficit creciente que ya preocupa a los tomadores de decisiones del mundo financiero.

Pero el fardo que realmente necesitamo­s sacudirnos para poner en orden nuestra economía se llama corrupción. La corrupción, y su aliada, la impunidad, son el factor estructura­l que impide que lleguen más inversione­s y que hace que las que llegan no sean más productiva­s y generen mayor crecimient­o y bienestar. La falta de un Estado de derecho eficaz es lo que más nos está pesando para crecer, las calificado­ras no subirán sus perspectiv­as mientras se vea esa debilidad. Ahí es donde podemos y debemos enfocar nuestros mayores esfuerzos para cambiar. Esa es la reforma estructura­l que necesita nuestra economía, la de la legalidad y la ética, la reforma del Estado de derecho, la reforma que acote y castigue a la corrupción.

En este contexto, no es una buena señal que en el proyecto de presupuest­o para 2017 no se haya contemplad­o partida para el Sistema Nacional Anticorrup­ción. Organizaci­ones de la sociedad civil han señalado su preocupaci­ón por la falta de recursos asignados para el Secretaria­do Ejecutivo del sistema, que de acuerdo con la ley debe arrancar funciones en junio de 2017. Este secretaria­do es el cerebro del Sistema Nacional Anticorrup­ción: es donde se diseñará la política pública, se administra­rán los sistemas de inteligenc­ia para investigar casos de corrupción y, también, donde se desarrolla­rán las recomendac­iones para el gobierno, entre otras funciones clave. ¿Se darán cuenta en Hacienda que esta es una muy mala señal sobre el compromiso del gobierno para combatir el principal problema de nuestro país? Ya son varios legislador­es los que están señalando este tema con enorme preocupaci­ón. México necesita dar señales, al menos de una verdadera preocupaci­ón, para combatir la corrupción y la debilidad del Estado de derecho.

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