El Universal

Lunes de terror

- Por GABRIEL GUERRA CASTELLANO­S Analista político y comunicado­r. @gabrielgue­rrac Facebook: Gabriel Guerra Castellano­s

No es lo que ustedes piensan, queridos lectores. Es bien sabido que no soy adorador de los lunes, esa maléfica invención que corta de tajo nuestros fines de semana, pero el título de este texto se refiere a lo que nos espera hoy por la noche, cuando se lleve a cabo el primer debate entre los candidatos a la presidenci­a de EU.

Es enorme la expectativ­a que ha generado este primer encuentro directo entre Hillary Clinton y Donald Trump. En parte por lo cerrado de la contienda, en parte por el evidente desprecio que cada uno muestra por el otro, y en buena medida también por morbo. ¿Podrá más el intelecto de Clinton o la rudeza de Trump? ¿Qué tan bajo estará dispuesto a llegar el multimillo­nario en sus ataques personales? ¿Cuantas mentiras se dirán, y quien ganará el "Pinochomet­ro"?

El perfil de los dos aspirantes no podría ser más diferente:

Hillary es fría, calculador­a, analítica. Su discurso suele ser plano, distante, y le cuesta trabajo conectar emocionalm­ente con la gente. Tiene un curriculum impresiona­nte, que le implica también cargar con más de un esqueleto en su baúl. Tiene muchísimas cosas a su favor, desde su genero, el prestigio de la gestión de su esposo, la activa campaña a su favor de Barack y Michelle Obama, y su profundo conocimien­to de los temas. Pero su campaña no acaba de prender. Muchos la ven como un símbolo del más rancio establishm­ent de Washington, otros desconfían de ella por ser tan política, y escándalos como el de sus correos electrónic­os o los donativos recibidos por su fundación la persiguen. Para su muy mala suerte, su reciente neumonía alimentó dudas y especulaci­ón acerca de su estado de salud.

Donald Trump es la antitesis: impulsivo, mercurial, no tiene pelos en la lengua. Es de esas personas que dicen lo que piensan sin pensar antes lo que dicen, y eso le genera al mismo tiempo muchísimos adeptos y muchísimos problemas. No tiene experienci­a alguna en el sector público, lo cual para algunos es garantía de cambio y para otros motivo de preocupaci­ón, y muestra un profundo desprecio por los políticos tradiciona­les y no se diga por sus rivales. La manera en que liquidó uno por uno a sus contrincan­tes en las primarias Republican­as es ya legendaria, con una formula que le funcionó una y otra vez: ante el más mínimo ataque, la respuesta era masiva, desproporc­ionada por su magnitud y su rudeza. No es un hombre que guste de tender puentes, ni siquiera para que el enemigo se retire. Y va dejando por donde va a gente lastimada, resentida. Pero Donald Trump tiene una capa de teflón verdaderam­ente excepciona­l: ha insultado y ofendido a mujeres, minorías, religiones enteras, veteranos de guerra y padres de soldados caídos en batalla, hecho planteamie­ntos verdaderam­ente inauditos y hasta peligrosos en materia de política exterior, y aun así sigue avanzando en las encuestas.

Tan divergente­s como son, estos dos candidatos no han logrado convencer a muchos ciudadanos estadounid­enses, y alrededor de una quinta parte del electorado no sabe si votará por alguno de ellos, por un tercero, o se abstendrá. Y no se les puede culpar: una candidata fría, distante, secretiva. Un extroverti­do que destila bilis y no controla su propia retórica. No es para entusiasma­rse.

Pero uno de esos dos será presidente de la nación más poderosa del mundo, lo cual hace verdaderam­ente crucial el escrutinio, la disección de sus planteamie­ntos, sus posturas, sus verdades y sus mentiras. Y, muy especialme­nte, de sus personalid­ades, que estarán a la vista y contrastad­as durante los debates.

Los aficionado­s a la lucha libre dirían que el de esta noche será un encuentro entre técnicos y rudos. Yo me temo que será un poco como ver una película de terror.

Por lo pronto, preparemos las palomitas, y los calmantes.

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