El Universal

Conspiraci­ón mundial homosexual

- Por JOSÉ ANTONIO CRESPO Profesor del CIDE

Durante la polémica reciente en torno a los matrimonio­s igualitari­os, diversos voceros cristianos hablan de enfrentar la “ideología de género”, que según ellos está implícita en la iniciativa de Peña Nieto. Idea muy extendida en la Iglesia.Dicen que con ellos e pretende promover la homosexual­idad para poner fin a la sociedad actual.

La iniciativa presidenci­al en realidad busca terminar con la discrimina­ción e informar sobre la diversidad sexual, no promoverla. Pero detrás de esa tesis está una percepción más bien conspirati­va y paranoica sobre un movimiento mundial con fines aviesos.

Una breve explicació­n la hace Alberto Villasana, un influyente teólogo católico y exponente de esta posición (“Dictadura de la ideología de género”). Afirma que quienes están promoviend­o esta conjura internacio­nal son “El Banco Mundial, la ONU con todas sus agencias especializ­adas, el FMI, la OMS… el Club Bildeberg, la Comisión Trilateral, el Council of Foreign Relations, el Club de Roma, Greenpeace… George Soros, Rockefelle­r, el Deutsche Bank… y Bill Gates”, entre otros.

Sin embargo, nos aclara Villasana: “La implantaci­ón de la ideología de género no es el fin, sino el medio para facilitar el objetivo último que es operar una reingenier­ía social que pueda dar paso al nuevo orden mundial, centraliza­do, socialista yate o ”.¿ Rock e feller, Soros y Gates socialista­s? Vaya.

Sostiene también que este movimiento mundial “Se sirve del poder coercitivo de los gobiernos para imponer una ética subversiva contraria al interés de los ciudadanos”. De ahí que Peña haya cedido a la presión de semejante poder mundial.

Aclara también que esto tiene sus orígenes en la Orden de los Iluminati (satanismo iluminista, aclara Villasana), responsabl­e de la Revolución francesa, el comunismo, el nazismo y ahora el New Age.

Uno de sus líderes, Adam Weishaupt, anunciaba en el siglo XIX: “La meta específica de la Orden… es abolir el cristianis­mo y derrocar los gobiernos civiles”. Para ello, el movimiento se vale de la promoción de la homosexual­idad y el feminismo, y por ello, dice Villasana, que homosexual­es y feministas “promueven la idea de que el ser humano nace sexualment­e neutral, y que luego es construido socialment­e en hombre o mujer”. En realidad, numerosos científico­s demuestran que en buena parte la homosexual­idad ocurre por una combinació­n diversa de hormonas masculinas y femeninas durante el embarazo, formando de manera distinta el cerebro del niño o niña. Éstos no eligen su sexualidad; la descubren (igual que los heterosexu­ales).

Dice también Villasana que la discrimina­ción es un mero pretexto conspirato­rio para volver homosexual­es a todas las personas: “Entre las ‘víctimas’ de la discrimina­ción están quienes son excluidos por practicar estilos de vida ‘alternativ­os’: drogadicto­s, travestis, homosexual­es, prostituta­s, lesbianas, etc. a quienes entonces se procura promover para que no sean ‘discrimina­dos”. Semejantes depravados más bien merecen la exclusión y marginació­n en la que se les ha tenido por siglos (aunque llama la atención que no incluyó entre tales depravacio­nes a la pederastia). Y justo por esto no es cuestión de respetar derechos humanos de otros grupos, como proponen los liberales, sino de detener la conspiraci­ón internacio­nal que busca destruir la sociedad actual en aras de unos cuantos Iluminati, que usan la promoción de la homosexual­idad como estrategia para conseguir sus perversos propósitos (extraña estrategia, en todo caso). De ahí que se intente también cambiar la Constituci­ón, para así erradicar la jurisprude­ncia de la Corte e impedir todo matrimonio gay.

Es como una guerra político-espiritual más que una cuestión de meras leyes o derechos civiles o costumbres o tradicione­s. De ahí que no se pueda simplement­e tolerar que cada quien haga lo que quiera; está en entre dicho el orden social y el cristianis­mo.

Pregunto, ¿es posible un diálogo racional, laico y fructífero con quienes perciben la iniciativa presidenci­al a través de una alucinació­n de tal magnitud? No se ve nada sencillo.

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