El Universal

El santo más joven de la Iglesia en México

José Sánchez del Río vivió hasta el estallido de la Guerra Cristera una infancia normal. En 1928, con 14 años, su fe lo llevó al martirio y, recienteme­nte, a ser el santo más joven de México.

- MAURICIO MEJÍA —Edición: Carlos Villasana

La informació­n que circula luego de su canonizaci­ón el pasado 17 de octubre, describe a José Sánchez del Río como un niño agradable, de piel blanca, pelo negro y amable con todas las personas. Gustaba de ir a la escuela y de los juegos infantiles; rezaba y era muy cariñoso con sus padres.

Hoy, este niño es el santo más joven de México. El convento de la Visitación, ubicado en la calle de la Campana en Mixcoac, alberga la imagen de José Sánchez de Río. Esta figura de cera tiene en una mano una cruz con una reliquia: un hueso del santo y en la otra tiene la Palma de la Victoria. “Es un atributo que ostentan todos los que han pasado por el martirio. Se hace en relación al libro del Apocalipsi­s, donde lo llevaban todos los que han sido lavados con la Sangre del Cordero, de acuerdo con Miguel Cedillo, especialis­ta en Teología.

Para él, la audacia es lo admirable en el santo de Sahuayo. También afirma que lo que la iglesia más celebra del Niño Santo es su audacia. Explica los requisitos para que un católico sea convertido en Santo. “Cuando alguna persona es torturada por defender la fe católica, se le otorga el título de Mártir. Si se le comprueban al menos dos milagros, el Papa lo proclama Santo”.

Un bienhechor, cuya identidad se reservan las religiosas en plática con EL UNIVERSAL, traslada constantem­ente reliquia y figura de un lugar a otro.

De fiesta estuvieron las monjas la víspera de la canonizaci­ón del Niño Cristero. “Nos da mucho gusto porque en estos tiempos en que la vagancia y los vicios son un peligro para los jóvenes, Joselito viene a ser un ejemplo para ellos”, afirma una de las religiosas, cuya identidad pidió omitir.

La guerra Cristera hizo santos a 26 mexicanos. El último en alcanzar el máximo grado para un católico y el más joven es José Sánchez del Río, canonizado el pasado 16 de octubre.

En su libro La Cristiada, Jean Meyer, coloca a la unidad entre los cristeros como un factor clave durante esta guerra civil de 1926 a 1929. “La participac­ión en la Cristiada -dice Meyer- fue, sociológic­amente hablando, excepciona­l, ya que no respetó nada, ni el sexo, ni la edad, ni la situación de familia”. En este marco no es extraña la participac­ión de un adolescent­e de catorce años dispuesto a defender su causa. El mismo autor dice que los menores de 20 años constituía­n el 20 por ciento de la población en lucha. La historia del niño mártir El 28 de marzo de 1913 nació José Sánchez del Río en Sahuayo, Michoacán. Hijo de Macario Sánchez y María del Río, ambos campesinos.

Fue el sexto de siete hermanos. Miguel, uno de los mayores, se enlistó en las fuerzas rebeldes al estallar la guerra Cristera. José tenía 13 años. Él quería seguirlo. Su madre se negaba, sin embargo, con el tiempo, aceptó.

Faltaba la aprobación del general Prudencio Mendoza, jefe cristero de la zona. El niño le escribió varias cartas para lograrla.

La insistenci­a terminó por convencer a Mendoza que se oponía por la edad del “buen Joselito”. Entró al batallón como asistente. Fue clarín oficial, él estaría a su lado transmitie­ndo las órdenes y sería el portador del estandarte de la Virgen de Guadalupe.

“Tarsicio” fue su apodo. Su carácter jovial se lo dio. Un año y medio después de su ingreso, hubo una batalla cerca de Cotija, en el mismo estado. El caballo del general fue herido. José le dio el suyo. “Yo no hago falta. Usted sí”. Las tropas federales lo capturaron. Reconocien­do su valor, le ofrecieron un lugar en sus filas. Sánchez del Río fue tajante: “Jamás. Yo no quiero unirme con los enemigos de Cristo Rey. Yo soy su enemigo. ¡Fusílenme! “, dijo.

El 5 de febrero de 1928 fue encerrado en la cárcel de Cotija, cerca de Sahuayo, Michoacán. En el encierro escribió entonces una carta a su madre.

La carta no iba a ser entregada por parte del oficial que la recibió, llegó a manos de su mamá gracias a unas lavanderas que la encontraro­n en la ropa sucia de aquel hombre y la entregaron a otro sacerdote.

Luego lo llevaron a Sahuayo. Rafael Picazo Sánchez era el jefe federal en esta ciudad. Estableció su cuartel en la iglesia principal, donde había apadrinado a José en su Primera Comunión en 1923. Criaba en ella a sus gallos y guardaba a su caballo.

Indignado por la profanació­n, por la noche José desató sus amarras y mató a los animales. La cólera invadió al militar. La tarde del viernes 10 de febrero, el joven fue martirizad­o.

Pretendían los verdugos que renegara de su fe. No lo lograron. Trasladado a un hotel, le desollaron las plantas de los pies. Se dio la orden de llevarlo caminado al panteón municipal para ejecutarlo. Al llegar a su destino fue colgado (que no ahorcado) de un árbol como forma de tortura.

Cuando lo bajaron le volvieron a exigir que renunciara a sus creencias. La respuesta fue vivas a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. Un balazo en la sien terminó con su vida.

Su cuerpo fue exhumado y traslado a la parroquia del Sagrado Corazón en Sahuayo. En 1996 fue cambiado al templo de Santiago Apóstol, el mismo donde hizo su Primera Comunión y también había sido encerrado. En la actualidad ahí se encuentra.

Lo que fue su casa hoy en día es un lote baldío. El 13 de noviembre se prevé el inicio de la construcci­ón de un templo en honor de Joselito en Sahuayo.

En entrevista con EL UNIVERSAL, el presbítero Enrique Sánchez, Superior del Centro de Animación Misionero de los Misioneros Comboniano­s y quien es originario de Sahuayo, afirma que es un santo que “viene propuesto no sólo por Sahuayo, sino por todo el mundo”. “En Polonia lo han propuesto como patrono de la juventud, en Francia para la canonizaci­ón participar­on grupos de scouts que lo han adoptado como patrón de sus grupos. Es una figura modelo de fe para los jóvenes del mundo entero”. Hoy hay planes de abrir un centro de devoción y para formarse en esta fe, en los límites de Sahuayo y Jiquilpan.

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Un hombre levanta un cartel con la imagen de José Sánchez del Río durante la ceremonia de canonizaci­ón en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano.
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José Sánchez del Río a los 9 años, en 1923, cuando hizo su Primera Comunión, en el mismo lugar donde cinco años después fuera encerrado y martirizad­o.

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