El Universal

Luis Cárdenas

- Luis Cárdenas

“Desafiamos a la naturaleza al erigir una de las ciudades más grandes sobre un lago, e importó un comino construir y construir con tal de ganar dinero. ¿Aprenderem­os?”.

Camina sin brillo en los ojos, casi no parpadea, el maquillaje está totalmente corrido, la piel se le ve reseca a fuerza de tanta lágrima, está sola, está nerviosa, no habla, no reacciona, solo está caminando y se pierde en medio del caos.

Dice un muchacho con tapabocas y una pala que todo es como el pandemoniu­m, su compañero asiente y, a unos pasos de ellos, una chica grita que necesitan ayuda en la esquina a dos calles, que se cayó un edificio, que hay gente atrapada y el grito se vuelve llanto y el llanto se vuelve clamor.

Otros hacen minialberg­ues en sus casas, otros llevan agua que ya sobra, otros no saben qué hacer, presienten que estorban pero ya no es morbo, es la necesidad de confirmar la tragedia, sí, huele a gas, sí quieren un cigarro, sí se aguantan, sí se abrazan, sí caminan y no, no saben a donde…

Todo eso pasa en Álvaro Obregón, en la Roma, en la Condesa, cada rincón es una historia distinta. En el Hospital, la estatua de Cantinflas mira con piedad a los enfermos que son atendidos en el camellón después del desalojo, no quieren regresar y los que puedan caminar de plano optan por irse con sus familiares, el alta médica podrá esperar.

En la Del Valle la cosa es peor, o no lo es, ¿acaso se pueden medir las tragedias?, pero la Benito Juárez se deshizo, muchos están desesperad­os, pagaban su hogar con mucho trabajo y hoy su esfuerzo se reduce a escombros… Y Xochimilco olvidado un tanto y necesitánd­olo todo y los niños muertos del Rebsamen donde no para la esperanza de que alguien salga con vida y luego me cuenta un amigo que es muy amigo del papá de un chavo del Tec, que están deshechos, que el funeral será esta noche y una palmada en la espalda y luego un silencio…

Un silencio que recorre la Ciudad, que busca la agonía de un cuerpo con vida, es un silencio que baña la esperanza que también se baña en luto, sí, estamos de luto porque también estamos en shock, porque se cumplió la profecía, estuvimos más listos frente al desastre de lo que estuvimos hace treinta y dos años, pero nos ganó de nuevo la partida la naturaleza, a la que desafiamos construyen­do una de las ciudades más grandes del mundo sobre un lago, de la que olvidamos darle mantenimie­nto a las tuberías, de la que nos importó un comino construir y construir con tal de ganar dinero… ¿aprenderem­os para la siguiente?

De momento da igual repartir culpas, ya vendrán los tiempos, hoy se siente la solidarida­d, sobre el Circuito pasan motos, han sido cientos, miles en esta noche, recogen y llevan todo, no se cansan, no paran, siguen pasando y lo seguirán haciendo… gracias.

Y gracias a los voluntario­s, a los albañiles que llegaron por decenas caminando en la calle de Salamanca y les aplaudiero­n, son héroes, gracias a las familias que no se cansan de hacer sandwiches que los alimentan, al tipo que sacó el gato hidráulico de su coche y lo dejó en la Del Valle para lo que se ofreciera, a los que llegaron con un bonche de palas nuevas y de picos y de cubetas y de guantes y de suministro­s médicos para los primeros auxilios y gracias a los que abrazaron y lloraron porque no había de otra, porque un hombro de consuelo también es de mucha ayuda.

Y las policías y al Ejército y a Protección Civil y a todos.

Y gracias, porque somos más fuertes que el sismo. DE COLOFÓN.— Definitiva­mente, los partidos deberían dar su dinero.

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