El Universal

Indecisos y preferenci­as electorale­s

- Por JESÚS REYES HEROLES G.G. Presidente de GEA Grupo de Economista­s y Asociados / StructurA

Desde mediados de los años cincuenta del siglo pasado, las encuestas cobraron mayor relevancia en el análisis de procesos sociales, en particular de elecciones. La opinión pública aprendió a leerlas e interpreta­rlas y, de esa manera, a incorporar­las en sus decisiones electorale­s. En este siglo surgieron otros instrument­os que complement­aron e, incluso, sustituyer­on a las encuestas.

Las encuestas sufrieron críticas muy serias. En esta década eventos lesionaron su credibilid­ad, como el Brexit, la elección de Trump y en México la elección de 2012, cuando la mayoría de las encuestado­ras sobreestim­aron el porcentaje de votos a favor de Peña Nieto. Ahora los candidatos, partidos, y grupos de interés utilizan encuestas como instrument­o de intervenci­ón política: pagan encuestas a modo e inventan empresas encuestado­ras efímeras, a pesar de que el INE regula dichas encuestas.

En todo caso, las encuestas siguen e inciden en forjar preferenci­as electorale­s. Hoy, México es clara muestra de esto. A pesar de la estricta regulación, durante las últimas semanas se han publicitad­o resultados cuestionab­les, de fuentes desconocid­as o muy sospechosa­s. Esto ha desprestig­iado la demoscopia, y ha ahondado el escepticis­mo acerca de las encuestas.

Las encuestas son una “fotografía” de las preferenci­as electorale­s en el momento que se levantan, pero la opinión pública sigue considerán­dolas “pronóstico­s electorale­s”, lo cual es totalmente incorrecto. Por eso, deben extremarse precaucion­es al juzgar su calidad y al interpreta­r sus resultados. En México es particular­mente importante tomar en cuenta la fuente de la encuesta. ¿Se trata de empresas conocidas?, ¿que registren sus metodologí­as ante el INE?, ¿que tengan experienci­a? También, ¿cuáles son sus fuentes de financiami­ento?, pues es posible identifica­r agendas detrás de quienes las producen y/o las pagan.

Es indispensa­ble conocer las tasas de rechazo (cuántos se niegan a contestar el cuestionar­io), y el porcentaje de indecisos de cada encuesta. Los especialis­tas afirman que no hay un sesgo entre la tasa de rechazo y la calidad de la captura de preferenci­as electorale­s.

Respecto al porcentaje de indecisos, surgen tres asuntos. Primero, existen múltiples “modelos” para asignar los votantes indecisos, pero ninguno ha merecido una aceptación generaliza­da. Las encuestado­ras que asignan los indecisos lo hacen con gran discrecion­alidad. Además, el porcentaje de indecisos tiene un efecto directo sobre la presentaci­ón de preferenci­as. Una tasa de indecisos alta, digamos 38% (el promedio de marzo ala fecha es 20.6% en Oraculus), sesga las preferenci­as hacia el puntero cuando se “eliminan” los indecisos para obtener las preferenci­as “efectivas”, que equivale a asignarlos en función idéntica a las preferenci­as estimadas en encuesta.

En esta elección, ha tenido un impacto sustancial la encuesta publicada por el diario Reforma, que desde febrero divulgó preferenci­as efectivas por AMLO superiores a 40%: 42% ese mes, 48% en abril 18, y 48% en mayo 2. Ese número, combinado con una diferencia importante entre el puntero y los otros candidatos, impulsó la percepción de que esta elección ya estaba resuelta a favor de López Obrador y que los otros candidatos estaban muy distantes.

También han aparecido algunas encuestas de fuentes dudosas que ubican a José Antonio Meade en segundo lugar, lo que ha confundido, pues la gran mayoría de las encuestas, varias de éstas serias y de fuentes conocidas, ubican a Ricardo Anaya en segundo lugar.

Un ejemplo de la sensibilid­ad de las preferenci­as “efectivas” al porcentaje de indecisos se dio la semana pasada, si se compara la encuesta de GEA-ISA con la publicada el viernes por El Financiero. Ambas se levantaron prácticame­nte los mismos días, y presentan preferenci­as brutas (sin eliminar/asignar a los indecisos) de 29% por AMLO. Sin embargo, el porcentaje de indecisos discrepa sustancial­mente: 21% GEA y 38% El Financiero. Por tanto, al presentar las preferenci­as “efectivas” (a lo que dio énfasis dicho diario), el porcentaje a favor de AMLO aumenta a 37% en GEA, y a 46% en El Financiero, y la diferencia con el segundo aumenta de 5 a 6 puntos en GEA y de 13 a 20 puntos en El Financiero. Es evidente que esto tiene un efecto distorsion­ante en la opinión del electorado. La situación de la contienda electoral exige máxima precaución en la elaboració­n y divulgació­n de los resultados de las encuestas.

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