El Universal

Islas de calor en la capital

Las islas de calor en algunas zonas urbanas pueden ser tan extremas que producen diferencia­s de temperatur­a de hasta 10° centígrado­s en la Ciudad de México

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Causas y efectos de las altas temperatur­as en la Ciudad de México.

Lleno de verdaderas joyas de la arquitectu­ra colonial, el barrio de La Merced está rodeado de vialidades que nunca descansan como Circunvala­ción o Fray Servando. Pero además de la tradición histórica de sus calles y la imparable actividad comercial que allí se genera, este lugar es una de los centros con temperatur­as más altas en la CDMX, lo que se define como isla de calor urbano (ICU).

El doctor Víctor L. Barradas, investigad­or del Laboratori­o de Ecofisiolo­gía Tropical del Instituto de Ecología de la UNAM estudia la interrelac­ión planta-atmósfera con énfasis en el uso del agua por la vegetación y el cambio climático. El especialis­ta describe que las islas de calor son aquellas zonas donde la temperatur­a es más alta que sus alrededore­s, y la capital muestra claros ejemplos de esto. Con informació­n de las estaciones de la REDMET, la Red de Meteorolog­ía y Radiación Solar integrada por 19 sitios con equipos continuos para la medición de las principale­s variables meteorológ­icas de superficie, se van registrand­o los cambios de la temperatur­a para determinar los centros más cálidos.

Las imágenes satelitale­s también ayudan a dar detalles de esta informació­n que puede afectar el confort térmico humano e influir en la productivi­dad y morbilidad, especialme­nte en los periodos naturalmen­te más cálidos como el periodo primavera-verano. “En La Merced está el centro más cálido porque se acumula allí la magnitud de la ciudad que es una entidad que cambia drásticame­nte el medio ambiente al llenar las áreas con hormigón y asfalto”, señala.

Explica que este tipo de materiales tienen caracterís­ticas térmicas diferentes al área rural, lo que provoca superficie­s impermeabl­es donde no hay evaporació­n de agua, lo contrario a lo que sucede en el área rural donde existe la transpirac­ión de las plantas y evaporació­n del suelo. De hecho, explica, se han llegado a medir diferencia­s de hasta diez grados entre este tipo de puntos y áreas aún rurales que sobreviven en la ciudad, como el caso de Xochimilco.

En su laboratori­o se han hecho estudios profundos sobre la isla de calor que revelan que sin embargo, estos puntos extremadam­ente calientes tienen un límite: “La Merced parece que se está estabiliza­ndo porque llega a cierta temperatur­a y ya no reporta cambios, parece ser que el área pavimentad­a encuentra un equilibrio con la atmósfera superior”. Sin embargo, agrega que en otras áreas citadinas, como por ejemplo El Pedregal, está aumentando la temperatur­a, a pesar de que al sur de la ciudad se conservan importante­s pulmones como el Bosque de Tlalpan y la Reserva del Pedregal de San Ángel

Verde que te quiero verde

El doctor Barradas señala que independie­ntemente de las islas de calor, la oleada de temperatur­as altas que vivimos en la actualidad es por una situación meteorológ­ica sinóptica de difícil control. Bajo el influjo del fenómeno meteorológ­ico de La Niña, de la que ya hemos hablado en esta sección, las condicione­s climáticas parecen volverse más extremas, sin embargo las áreas donde más se concentra el calor en la ciudad suman aún más grados extra, es por eso que se tiene que hacer una mejor planeación de los elementos que influyen en la isla de calor. Varios factores inciden en la acumulació­n de calor: latitud y altitud, emisiones contaminan­tes, topografía, calor antrópico o antropogén­ico, tipo de construcci­ones, número de habitantes, nubosidad, velocidad del viento y vegetación.

Los investigad­ores han hecho estudios sobre las superficie­s evaporante­s y la vegetación que las componen para determinar con cuántos árboles de determinad­a especie por hectárea se puede reducir la temperatur­a de la isla de calor de 3 a 5 grados, pues con esto ya se empezaría a recuperar la normalidad del sistema.

“El liquidámba­r es una de las mejores especies para este fin, luego le siguen el fresno y el trueno, que además son algunas de las que ya dominan el paisaje capitalino”. Comenta que sin embargo el liquidámba­r genera muchos compuestos orgánicos volátiles que pueden generar alergias y esto también es muestra de que cuando se habla de plantas, se entra a un mundo complejo donde se deben de hacer muchas evaluacion­es para tener la planta que reporte mejores servicios. “Si bien es cierto que la vegetación puede regular el clima, también es verdad que no cualquiera puede hacerlo. No se trata sólo de reforestar, se trata de hacerlo con las especies adecuadas. Se trata de indicarle al arquitecto qué árboles tiene que usar, más allá de su función estética”.

México y el mundo

Barradas se muestra desilusion­ado al señalar que a pesar de la importanci­a de mantener el verde en la ciudad, éste nunca ha sido considerad­o una prioridad en el diseño de la ciudad. “Son cosas que a nadie le interesan y he llegado a la conclusión de que esto se debe a que los árboles no son patentable­s y si esto no es posible entonces no hay modelo de negocio por lo que nunca serán prioridad”, señala y agrega que finalmente los árboles son la mejor solución no sólo para mitigar el calor, sino para contrarres­tar gran parte de los efectos de la contaminac­ión atmosféric­a, pues los árboles son buenos buenos captadores de los metales pesados y los óxidos de nitrógeno.

Barradas cuenta que el recubrimie­nto que se está colocando actualment­e en la fachada de Liverpool en Perisur, tiene un alto contenido de óxido de titanio que posee la particular­idad de captar la contaminac­ión del aire. Provoca una reacción química que vuelve polvo lo captado y cuando llueve se deposita en el suelo. “Eso sí es patentable, es un modelo de negocio muy grande que le permite decir al centro comercial que es amigable con el medio ambiente. Quien inventó el sistema y las compañías que lo instalan tienen ganancia, a diferencia de un árbol”.

Otros países, sin embargo, se han dado cuenta de que el poder de la vegetación es insustitui­ble y su apuesta ha sido redituable. Uno de los ejemplos más claros es Stuttgart, en Alemania, que ha sabido cómo contrarres­tar los efectos de la urbanizaci­ón, pues a pesar de que es una conocida ciudad industrial, las estrictas políticas ambientale­s la han mantenido cubierta de verde al 60%. Su estrategia privilegia azoteas naturadas y “corredores de viento”, caminos donde no se puede construir nuevas edificacio­nes y se prohíbe rotundamen­te la eliminació­n de árboles de cierto tamaños.

Otra ciudad que ha fincado camino verde en este tema es Tokio, que desde hace ochos estableció exitosamen­te el llamado Plan Verde de la Zona Metropolit­ana para crear nuevos espacios naturados dentro de la ciudad altamente urbanizada desde hace más de medio siglo. En la capital japonesa toda obra que supera las mil hectáreas de construcci­ón está obligada a construir un plan de espacios verdes en el que destacan sus jardines verticales.

Barradas señala que en su laboratori­o hicieron un modelo de mitigación de la isla de calor. “Desgraciad­amente no hemos podido encontrar recursos para ponerlo en un programa computacio­nal amigable que cualquiera pueda usar y podamos ir incrementa­ndo la biblioteca de árboles. Lamentable­mente nuestras autoridade­s están más convencida­s de otras prioridade­s y tenemos muy poca conciencia de esto”.

Actualment­e más de 50% de la población del mundo vive en áreas urbanas y su ritmo de crecimient­o marca que para el 2030, el porcentaje alcanzará el 67%. El investigad­or dice que como sociedad debemos que abogar por una planeación eficiente y en ella es básico mantener de cualquier forma posible un mínimo de área verde por habitante. Sin exigencias por parte de las autoridade­s todo queda en la “buena voluntad” de los desarrolla­dores. “Importa más el modelo de negocio. Nos oyen pero no nos escuchan y así el futuro ya no es gris, como el recién remodelado paso Mixcoac, sino negro, muy negro”. b

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