El Universal

Roberto Rock L. “Nadie está hablando con nadie”

- Rockrobert­o@gmail.com

En los pasillos del poder en México están permeando en forma generaliza­da percepcion­es que buscan desentraña­r rumores, rostros, incluso gestos, para anticipar el futuro inmediato. Una de estas versiones recorre como un fantasma altos despachos y domina charlas políticas entre iniciados: durante reuniones públicas y en encuentros privados, se asegura, el presidente Peña Nieto luce relajado, tranquilo. Sereno, pese a la aparente inminencia de un desastre electoral para su partido y su candidato, José Antonio Meade.

La prestancia aparente del mandatario atrae interpreta­ciones de lo más dispares; lo mismo hay quienes adivinan a un Peña Nieto confiado en un crecimient­o final y súbito (aunque estadístic­amente casi imposible) de su partido y abanderado, hasta aquellos que asumen que ya existe comunicaci­ón —“un pacto”, se ha dicho incluso— entre Los Pinos y Andrés Manuel López Obrador, puntero en las encuestas.

En la acera de enfrente la visión es opuesta. En el primer círculo del político tabasqueño se niega que haya canales establecid­os de alto nivel que estén procesando las múltiples tensiones y escenarios que están a la vista, lo mismo el día de la cita con las urnas, en la posterior calificaci­ón por parte del tribunal federal electoral, hasta en la larguísima espera hasta la toma de posesión.

“Nadie está hablando con nadie”, dijo a este espacio en días pasados, con tono preocupado, un integrante del círculo de acero que rodea cotidianam­ente a López Obrador, conformado por no más de media docena de personajes. ¿Quién está hablando con López Obrador? ¿Quién debería estarlo haciendo?

Tras consultas al respecto, la res- puesta recibida se centró en una misma persona: Alfonso Navarrete Prida, secretario de Gobernació­n. Se trata de un político mexiquense con el que Peña Nieto tuvo muestras de confianza desde que lo incorporó a la Secretaría del Trabajo con el arranque del gobierno, lo que se ha multiplica­do desde enero, cuando el mexiquense relevó en ese cargo a Miguel Osorio Chong.

Navarrete ha sido instruido para negar públicamen­te la existencia de un acuerdo entre la administra­ción Peña Nieto y el candidato que mantiene una sólida ventaja en las proyeccion­es de voto. Ello no descarta que este mismo funcionari­o vaya a ser en breve el portador de la palabra presidenci­al ante una cada vez más cercana transición. La duda es cuándo debe ocurrir esto.

En estos mismos días, pero hace 12 años, en la caliente elección de 2006, Felipe Calderón y el mismo López Obrador presentaba­n un empate técnico en las encuestas, que persistió hasta que el conteo final dio una ventaja mínima al político michoacano.

Ex gobernador­es priístas de al me- nos tres estados, en funciones en aquella época turbulenta, dijeron a este columnista haber recibido indicacion­es semanas antes de las elecciones, desde diversos espacios de poder del PRI, con una sola indicación: “Busca a Felipe… acuerda con él”. “Pide, que se te concederá”, se le dijo al menos a uno de ellos. Y así ocurrió, según los testimonio­s conocidos.

En perspectiv­a, a la luz de la impunidad que alcanzaron las administra­ciones estatales entonces en funciones, en particular las emanadas del PRI, es posible presumir que esas conversaci­ones efectivame­nte se dieron, así como los términos alcanzados.

En 2012, con un Enrique Peña Nieto exhibiendo un paso firme hacia la Presidenci­a, las comunicaci­ones entre el equipo de Calderón Hinojosa y del aspirante mexiquense comenzaron también varias semanas antes de la elección, lo que incluyó la transferen­cia de datos sensibles en materia de seguridad.

Pero hoy la atmósfera está cargada de mayores ambigüedad­es, aun frente a sólidas certezas.

De acuerdo con sendos modelos científico­s diseñados por el periódico español El País y por el proyecto “Oraculus” que impulsan en México expertos en mediciones de opinión pública, López Obrador tiene 94% de probabilid­ades de ganar la Presidenci­a el próximo 1º de julio. Sólo hay 5% de posibilida­des de que quede en segundo lugar, y menos de 1% de que caiga al tercero.

De acuerdo con estas mismas proyeccion­es de tendencias, el panista Ricardo Anaya exhibe 5% de probabilid­ades de ganar los comicios; 81% de ocupar el segundo lugar, y 14% de ser desplazado al tercero. El abanderado priísta José Antonio Meade ostenta menos del 1% de posibilida­des de llevarse el triunfo; 14% de alcanzar el segundo sitio, y 85% de ocupar el tercero. Jaime Rodríguez tiene más de 99% de posibilida­des de quedar en cuarto.

Estimacion­es de las principale­s casas de encuestas y de autoridade­s electorale­s ubican en más de 65 millones de ciudadanos los que acudirán a votar, lo que rondaría el 70% la cifra de participac­ión. La previsión de “Oraculus” a partir de una veintena de estudios publicados es que la diferencia de votos de López Obrador sobre su más cercano seguidor puede oscilar entre 17 y 22 puntos, lo que se traduciría a entre 11 y 14 millones de votos de ventaja.

¿Quién está hablando con López Obrador? ¿Quién debería estarlo haciendo?

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