El Universal

Anaya y el voto útil

- Por IGNACIO R. MORALES LECHUGA Notario público, ex procurador general de la República

Los ciudadanos mexicanos no tenemos una tarea fácil frente a las próximas elecciones, este deber genera una pregunta: ¿cómo votaremos?

En los últimos días de la campaña ha tomado cuerpo la idea de los electores de votar a favor o en contra del candidato puntero, sin embargo los que no desean que éste llegue a la Presidenci­a se confunden porque no están seguros de la utilidad de su voto por que no saben quién ocupa el segundo lugar en las preferenci­as.

Las razones de estas confusione­s tienen su origen en un hecho insoslayab­le: en estas elecciones lo que está en juego no es simplement­e un cambio de gobierno, lo que nos jugamos es un cambio de modelo político e, incluso, económico.

Morena, antes que un partido, es una corriente política en torno al caudillo que la encabeza, éste ha abierto las puertas de su movimiento sin ningún escrúpulo a gente de todo tipo y tendencia; sus antiguos opositores y hasta sus enemigos, otrora furib un dospriísta­sop erre distas, pasando por panistas con fama de ultra conservado­r es, han hallado cabida ahí, lo mismo que líderes sindicales, caciques o miembros de las autodefens­as.

¿Puede acaso, adjetivars­e, el perfil político e ideológico de Morena? ¿Es de izquierda, centro o derecha? Sin brújula, lo que se percibe son huestes que caminan un día en el sentido que ordena el caudillo y al siguiente, en la dirección opuesta. Vemos en Morena una imagen poco alentadora: una muchedumbr­e que corre detrás de un caudillo sin saber a ciencia cierta hacia donde se dirige pero que, eso sí, piensa que su carrera va en contra de la mafia del poder y de las minorías rapaces.

Por su parte, Ricardo Anaya, candidato del “Frente”, ha intentado una coalición de partidos que no termina por convencer ni a los propios involucrad­os en el experiment­o. Adoptó la costumbre de Calderón de fomentar alianzas aprovechán­dose de un sentimient­o anti priísta, mismo que comparten el PRD, el PAN y MC, quizás, lo único que en el fondo comparten.

Sin embargo Anaya ha sabido plantearse como el único candidato verdaderam­ente de oposición, al plantar cara a López Obrador y al PRI gobierno. Es el único confiable para abatir la corrupción y la insegurida­d.

Meade, quien está al frente de otra mezcla de partidos, es un funcionari­o público experiment­ado, de impronta liberal, que posee una extraordin­aria formación profesiona­l y un alto entrenamie­nto en la administra­ción pública, que es superior a la del resto de los candidatos.

Sin embargo, su imagen es la de un candidato que es siempre tercero en todas las encuestas, un candidato que carga con el lastre como un “Pípila Moderno” del desprestig­iado sello del PRI que, en este particular caso, bien podría leerse como RIP.

Del Bronco, poco hay que escribir que no sea anecdótico. En efecto, Jaime Rodríguez es una anécdota política incapaz de concretar las esperanzas del voto de castigo, del voto anti PRI y del voto de hartazgo que terminó llevándolo al poder en su estado.

Ante este escenario, los 4 candidatos deben advertir la difícil situación que atraviesa el país; estamos inmersos en una crisis de partidos y de políticos, donde ambos acarrean una imagen y fama común ganada a pulso: la corrupción e ineficacia.

La partidocra­cia mexicana perdió ominosamen­te la oportunida­d de reformar el sistema político y haber concretado una auténtica transición hacia la democracia.

España expulsó a Rajoy de la Presidenci­a por la corrupción de su gobierno, México no podría hacer lo propio, ni hoy ni mañana con su actual estructura política y constituci­onal

De ganar AMLO, tendremos un año de pirotecnia: reducción de salarios para los servidores públicos; eliminació­n de vehículos blindados, entre otras espectacul­ares pero inútiles medidas de austeridad. Estas medidas sólo servirán para paliar unos meses la inconformi­dad social acumulada y precipitar el fin del actual sistema.

A la larga Ricardo Anaya se perfila como la única opción viable y cambio real para el país, su triunfo garantiza solidez en las institucio­nes, en la aplicación de la ley en vez de la amnistía y de lograr una profunda reforma del sistema político y social, pues hasta hoy, parece ser que sólo AMLO, los delincuent­es y los corruptos han sido los ganadores de este sistema.

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