Prueba.
Manejamos un Wrangler que portaba una tercera parte de su precio en equipamiento.
Desde hace 70 añosJeep
En el efímero y fascinante mundo de la moda, no basta con tener una prenda extraordinaria y cara para ufanarse de que uno viste bien. Tan importante como un traje completo resultan los accesorios como reloj, corbata, mancuernillas, zapatos y pañuelo. En un entorno tan dispar al mundo del “bien vestir” sucede un fenómeno similar. En el mundo del lodo, el fango y la conquista de montañas y pendientes rocosas no basta con tener un vehículo todoterreno para considerarse un experto del manejo offroad.
En más de 70 años de existencia, la manufactura vehicular nos ha demostrado que no existen mejores opciones para automóviles de esa naturaleza que los fabricados por Jeep.
El mejor ejemplar de estas capacidades es, evidentemente, su modelo más emblemático; el Jeep Wrangler.
Derivado de la recién presentada generación de este modelo, tuvimos un Wrangler que resultó único en su naturaleza, configuración y uso para reforzar lo que mejor sabe hacer: devorar terrenos complicados.
Nuestro traje “Hugo Boss” de cuatro ruedas no podía ser acompañado por zapatos Prada y reloj Tag Heuer. Sin embargo, presumía accesorios pertenecientes a la división Mopar que, en puro equipamiento de posventa, elevan su valor en más de 250 mil pesos, una tercera parte del precio del auto.
El primero y más notable de ellos era el soporte reforzado de llantas, el cual eleva la altura en más de 50 centímetros del acceso es- tándar, lo que genera que, para poder entrar al Wrangler, uno tenga que brincar, elevar la pierna de manera considerable o, bien, usar un banquito para hacer uso del asiento.
Este kit está complementado por amortiguadores FOX de aluminio de 2,5 pulgadas de diámetro para aumentar la articulación y el contacto del neumático con el suelo. Esta instalación tiene capacidad para colocarle llantas de hasta 35 pulgadas (como las que tenía el “Wrangler Moparizado”).
Además del evidente aspecto de robustez que esta modificación genera a simple vista, el equipo de Mopar lo remata con un interesante acabado negro resistente a la corrosión que lo hace ver más rudo. Naturalmente, esta modificación tiene como propósito pasar por zanjas, baches e irregularidades del terreno con el menor esfuerzo posible y sin la preocupación de que el Wrangler pueda pegar contra alguno de estos obstáculos.
Una de las modificaciones más interesantes del Wrangler que manejamos es que tenía un soporte de montaje para luces del parabrisas. Éste le permite instalar luces tipo offroad en el cuerpo del vehículo.
Dichos soportes se fijan a los agujeros existentes en el área de la cubierta del pilar A en acabado negro mate que, una vez más, nos recuerdan que este Wrangler podría protagonizar una película del Apocalipsis zombie por su aspecto de agresividad.
Además, este kit de luces para uso off -road, de grado militar, proporcionan una fuente de luz excepcionalmente brillante necesaria para una conducción todoterreno que no solo es estética, sino que garantiza una visión más segura para condiciones de poca luz.
Un aspecto que siempre me ha parecido fascinante en los Jeep modificados es el snorkel de respiración para sumergirlo en charcos y ríos medianamente profundos. Nuestro Wrangler (el título de propiedad duró una semana) contaba con un aditamento de esta naturaleza que le permite dirigir el aire frío hacia el motor al conducir en condiciones que amenazan las entradas de aire normales.
Lo verdaderamente interesante sobre este Jeep Wrangler y la mano que la gente de Mopar le metió es que, al igual que la personalización que uno puede tener de su vestimenta, la manga de modificaciones para uno de estos modelos es amplísima.
En este caso, eran casi 250 mil pesos de equipamiento, pero límite para ponerle (y literalmente quitarle) a un Wrangler con Mopar es tan amplía que puede ser comparada al hecho de usar un traje de H&M y un Rolex para la boda de tu primo.
Lejos de resultar un exceso de capacidades para una especie de monstruo que tiene que comportarse a diario en condiciones protocolarias, un Jeep así de modificado resulta una declaración de un estilo de vida que va más allá de las poses.