El Universal

Insólita renovación

Gareth Southgate modificó el método de trabajo de Inglaterra para ponerla de nuevo en una semifinal

- ÉDGAR LUNA CRUZ —edgar.luna@eluniversa­l.com.mx

Moscú .— Semifinale­s del Mundial 1990. Allá en Turín salen chispas. Ingleses y alemanes se vuelven a ver las caras, como se las han visto en muchas ocasiones en otros escenarios: político, bélico... Era día de futbol y ya, aunque siempre se ha visto de otra manera.

Partido duro, de pocas llegadas y muchas patadas. Fue hasta el minuto 45 cuando Paul Gascoine hizo volar a Bodo Illgner, portero alemán. Minuto 60 de juego, Andreas Brehme cobra tiro libre. Parker, defensor inglés, se adelanta y choca la pelota, la eleva, pero toma descolocad­o a un veterano Peter Shilton, quien se ve ridículo tratando de regresar sobre sus propios pasos. Gol alemán.

Minuto 80. Inglaterra a la desesperad­a. Centro al área que toma Gary Lineker, se quita a tres teutones, tira. Gol inglés.

El juego se va a penaltis y ahí los alemanes siempre ganan. Todo va bien hasta los dos últimos tiros británicos. Fallan Perace y Waddle.

Veintiocho años después, Inglaterra llega a una semifinal, su máximo logro desde 1990. Pasaron infinidad de directores técnicos: Graham Taylor, Terry Venables, Glenn Hoddle, Howard Wilkinson, Kevin Keegan, Peter Taylor, Sven-Göran Eriksson, Steve McClaren, Fabio Capello, Stuart Pearce, Roy Hodgson y Sam Allardayce.

Pero todo recayó en un joven de chaleco, Gareth Southgate, quien dice ser “un inglés raro, no me gus- ta el té”, además de que no es puntual, como marca la tradición. A su rueda de prensa llegó 20 minutos tarde. Un técnico innovador, que descubrió la forma de renovar en el tradiciona­l futbol inglés, al tomar los movimiento­s del basquetbol y el futbol americano como base para realizar la táctica fija.

Era el técnico del equipo Sub-21 cuando le dieron la responsabi­lidad de dirigir a la soberbia Inglaterra. Entró de interino, pero se quedó con el puesto, no porque no hubiera nadie que quisiera tomarlo, sino porque no había nadie mejor para hacerlo.

Está a las puertas de la gran final, a la que Inglaterra no llega desde 1966, desde su Mundial, cuando ese gol fantasma enterró a los alemanes.

Ese inglés raro, de chaleco, impuntual y al que no le gusta el té, está a punto de hacer historia. •

JORDAN HENDERSON Volante británico

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