El Universal

De Tonalá para el mundo

Las creaciones de petatillo de la familia Bernabe son un legado artesanal que engalana las mesas

- MARIANA CASTILLO marcastill­ohernandez@gmail.com

Licoreras, vasos tequileros, platos anchos, pequeños o para sopa, tazas y jarrones se encuentran en los anaqueles de la galería de la familia Bernabe, (así, sin acento en la “e”), en Tonalá, Jalisco. Aunque hay algunos que son de filigrana o de barro de alta temperatur­a, otros, los más especiales, son de cerámica de petatillo, una técnica de alfarería que requiere de maestría y años de experienci­a por su precisión.

Ya son cuatro generacion­es de esta estirpe que han trabajado la cerámica con paciencia. José, el patriarca, tiene 83 años. Sus manos continúan transforma­ndo el barro en belleza gracias a su talento, pero sobre todo al deseo de que se mantenga vivo eso que aprendió desde que era niño y que cuida como legado.

Un solo plato puede costar más de cinco mil pesos, y aunque para algunos puede ser “caro”, su desarrollo implica horas de esfuerzo y dedicación: son obras de colección y valen lo que cuestan pues en cada objeto se invierte tiempo, energía y saberes de años.

“En las fiestas grandes en las haciendas de antes usaban hasta 300 platos de estos para una comida. Eso se acabó. Ya todo es muy diferente”, cuenta el artista.

“La verdad es que no son para usarlas de diario, su contexto es otro. A veces a mi esposa le dicen que ha de tener puros trastes así en la cocina, pero no. Esto es algo para ocasiones importante­s”, explica.

“Me gusta comer de todo. Siempre hubo frijoles, nopales y queso muy buenos. Pero, ahorita también tengo que adaptarme a lo nuevo, también como hamburgues­as, aunque me guste más lo de aquí”, bromea.

Está orgulloso de decir que sus creaciones han llegado a manos de presidente­s, sacerdotes, actrices, escritores de renombre y de distintos países, tantos, que hasta tienen un cuarto entero en su casa- taller dedicado a las fotografía­s, recortes de periódicos, revistas y hasta libros que mencionan su legado.

Sus hijos aprendiero­n desde pequeños todo el proceso, del barro al pincel, y decidieron mantener vigente el oficio. Daniel, Ramón e Ismael pintan, con pinceles de diferentes grosores y a pulso, mientras los gallos cantan. En sus invencione­s hay trazos delicados: ese decorado casi milimétric­o asemeja el entramado del petate y es el que le da el nombre a este método.

Las representa­ciones plasmadas en el barro se han modificado con el tiempo y son parte de un imaginario personal. Lo que no cambia es el sonido que hacen, agrega José, mientras obtiene música como de campanas cuando le pega despacito a un plato sopero.

La tarraja, ese torno usado para el petatillo, fue un invento de José y un amigo. Se ha ido innovando la tradición pues también los artesanos experiment­an e implementa­n nuevas tecnología­s, sin perder la condición profunda de lo manual con calidad.

La lista de reconocimi­entos de José Bernabe es larga. Fue nombrado como uno de los 150 grandes Maestros del Arte Popular en México en 1999 y ganó el Premio Jalisco en 1964. El antropólog­o mexicano Juan Briseño dijo alguna vez que “quien hace cucharas, comales y tortillas lo hace con las manos, y estas son respetable­s”, y esto es infinitame­nte cierto: las manos son esa parte del cuerpo que permite construir maravillas.

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José Bernabe y algunos de sus hijos, artesanos de Tonalá, Jalisco.
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El arte del torno requiere de destreza y años de experienci­a.

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