El Universal

Luis de la Calle

Lecciones de Bolsonaro para México

- Twitter: @eledece

El triunfo del candidato derechista Jair Bolsonaro en Brasil encierra importante­s lecciones para América Latina y para México. Lo que suceda en la economía más grande e importante de la región representa una fuerte llamada de atención para el país; justo a tiempo.

Más que haber ganado Bolsonaro, perdieron los ex presidente­s Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff del Partido del Trabajo (PT). La economía brasileña ha sufrido en los últimos cuatro años la recesión más profunda, dolorosa y prolongada de su historia; no pobre en episodios catastrófi­cos, incluidas hiperinfla­ciones remarcable­s. Como siempre, a toda crisis económico-financiera de gran envergadur­a correspond­e un populista, ahora Bolsonaro.

Al grito de ‘Fora PT’, este partido perdió al colapsar las esperanzas de un Brasil mejor y próspero después de unos años al hilo de notable mejoría. Sin embargo, el éxito de Lula no se debió a las políticas públicas que implementó, sino a las semillas plantadas por su antecesor Fernando Henrique Cardoso y los altos precios de la materias primas impulsados por la excesiva liquidez de la Reserva Federal de Estados Unidos y el desbocado crecimient­o de China.

El mérito inicial de Lula se fundó en adoptar medidas contrarias a su instinto natural (ortodoxia macroeconó­mica y permiso para la siembra de organismos genéticame­nte modificado­s) y en no equivocars­e mucho. Sus programas sociales (copiados en parte de la experienci­a mexicana) sí tuvieron un impacto positivo para mejorar las condicione­s de vida y la remuneraci­ón de un gran número de brasileños, pero resultaron a la larga insostenib­les. En especial el régimen de pensiones y la corrección sistemátic­a del salario mínimo.

Esta insustenta­bilidad resultó no sólo del diseño y generosida­d de los programas sino también de la incapacida­d, y falta de voluntad, para modernizar la economía y hacerla realmente productiva. Para ello eran necesarios cambios estructura­les que el PT nunca estuvo dispuesto a considerar. Itamaraty (como se conoce a la Secretaría de Relaciones Exteriores y encargada de su política de comercio internacio­nal) y BNDES (el banco nacional de desarrollo) cargan con una importante responsabi­lidad como obstáculos a la modernizac­ión de la economía. El primero por su renuencia a considerar un programa claro y ambicioso de apertura comercial ante el temor de que su sector industrial y manufactur­ero no sobrevivie­ra la competenci­a internacio­nal. Esta visión lo llevó a poner todos los huevos de la estrategia comercial en dos canastas hasta ahora fallidas, la Organizaci­ón Mundial de Comercio y el Mercosur; un grave error. El segundo, al financiar generosame­nte grandes operacione­s no competitiv­as de manufactur­a (BNDES llegó a extender más crédito que el Banco Mundial en algunos años) para luego pedir un esquema de protección al comercio exterior para que se repagaran créditos que no debió extender. Un ejemplo a evitar.

Los mayores pecados económicos de Lula y Dilma están relacionad­os con políticas macroeconó­micas insostenib­les y con no haber aprovechad­o los altos precios de las materias primas para abrir y modernizar la economía. No obstante, su mayor falta fue la corrupción, para la que hay ahora una menor tolerancia en buena parte por los más altos impuestos que se cobran. Estos pecados, sumados a la percepción de ineficacia de la acción gubernamen­tal, explican el resultado electoral.

Por supuesto, Bolsonaro no es un fenómeno exclusivo de Brasil. Trump, Erdogan y los primeros ministros de Polonia, Hungría e Italia reflejan caracterís­ticas similares. El caso de Andrés Manuel López Obrador en México tiene también algunos paralelism­os, sobre todo en materia de la percepción de corrupción e ineficacia del gobierno saliente. La diferencia más importante es que Brasil ha sufrido una crisis económica profunda y compleja, mientras que para el resto el punto de partida económico era positivo.

Si se piensa que el gobierno en funciones es ineficaz (en el ámbito de seguridad, de provisión de servicios y de comportami­ento de la economía) y no sirve, no parece haber mayor riesgo de intentar algo distinto y el votante se inclina por un hombre fuerte que lo proteja.

Los mercados han reaccionad­o de manera favorable a la elección de Bolsonaro ante la esperanza de un nuevo sentido de dirección para la economía brasileña y por la expectativ­a del fin de la recesión. A diferencia de Lula, enfrentará un entorno externo adverso: incremento en tasas de interés y servicio de la deuda, desacelera­ción china que permite prever menores precios de materias primas, incremento en la aversión al riesgo de país emergente. Tendrá poco espacio para equivocars­e. Si yerra, terminará corriendo la suerte de deterioro de perspectiv­as y necesidad de ajustes profundos que sufre el presidente de Argentina, Mauricio Macri. Por otro lado, la situación adversa externa le impedirá dormirse en sus laureles como sucedió con Lula y Dilma. El margen de error para México es mayor, pero aún estrecho.

El principal riesgo para Brasil y México no se dará en materia económica, sino en el ámbito de la democracia. El hombre fuerte, caudillo o tlatoani, siempre ha resultado una mala idea en América Latina. La sociedad enfrenta un importante reto de cómo asegurar que la democracia crezca y se perfeccion­e aun si el gobierno es presidido por un populista. No será fácil.

Hay varios elementos que pueden contribuir a que así sea. El primero es el grado de apertura de la economía. La mayor inserción global hace menos probable el capitalism­o de compinches y el corporativ­ismo que merman la democracia. En este frente, México está mejor parado debido a la red de tratados de libre comercio con que cuenta.

En segundo lugar importa la independen­cia del Poder Judicial. Aquí Brasil lleva la delantera por las reformas de los últimos años y las mejoras sustantiva­s de la labor de ministerio­s públicos. Ya se verá si la incorporac­ión de Sergio Moro ayuda u obstaculiz­a este progreso. Para México el reto no es sólo avanzar, sino no retroceder. Los próximos nombramien­tos para la Suprema Corte y las posibles reformas que se rumoran a la misma darán luz sobre el futuro de la impartició­n de justicia.

En tercero, es crucial la autonomía del banco central. México tiene ventaja sobre Brasil, pero puede perderla si el Banco de México no cuenta con el capital humano indispensa­ble y se legislan cambios para distraerlo de su único objetivo, la estabilida­d de precios. La libertad de expresión y de prensa ocupa el cuarto lugar. Bolsonaro, como Trump, culpan al mensajero y se dicen víctimas de noticias falsas cuando ellos mismos las propagan. En México ya se verá cómo la drástica reducción de los gastos en publicidad impacta la relación entre gobierno y medios de comunicaci­ón.

Es necesario también un papel activo de los empresario­s. A pesar de lo que se piensa en términos de concentrac­ión de la actividad económica, la apertura comercial y la sofisticac­ión y diversific­ación de la economía favorecen en México la presencia del sector privado como contrapeso. De hecho, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tiene una oportunida­d para sentar las bases para la sana distancia entre lo público y lo privado si no opta por un modelo corporativ­ista priísta; las primeras señales no son buen augurio. En Brasil, la pregunta es si el sector privado de Sao Paulo seguirá insistiend­o en mantener la economía cerrada.

Se requiere también de una oposición creíble que proponga alternativ­as de política pública que permitan un sano debate de ideas; esto no se logrará sin que los partidos políticos se democratic­en y reconstruy­an.

Importa sobre todo el dinamismo de la sociedad civil, las redes sociales y la opinión pública, que jugarán un papel determinan­te para hundir o rescatar los procesos democrátic­os. Sólo en ellas el populista encontrará su contrapeso definitivo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico