La Jornada

Coalición o colusión

- PEDRO MIGUEL

n una entrevista publicada ayer en La Jornada (https://is.gd /MhoKpi), Manlio Fabio Beltrones expuso su propuesta de establecer un gobierno de coalición obligatori­a en caso de que ninguno de los contendien­tes presidenci­ales en 2018 logre obtener cuando menos 42 por ciento de los votos. La idea, se entiende, tendría que pasar por una reforma política que impusiera a un vencedor por mayoría simple por debajo de ese porcentaje la obligación de registrar ante el Congreso un programa de gobierno y una agenda legislativ­a en común con otros partidos y someter a la aprobación de diputados y senadores la composició­n de su gabinete, salvo los cargos de Defensa, Marina y Seguridad Pública. Se trataría, según él, de una alternativ­a a la instauraci­ón de la segunda vuelta en elecciones presidenci­ales que propusiero­n los panistas. En ambos casos, se afirma, el propósito es dar gobernabil­idad, legitimida­d y estabilida­d a la Presidenci­a.

En la lógica de Beltrones, tanto Felipe Calderón como Enrique Peña Nieto habrían tenido que pasar por el trámite de la coalición porque, según los resultados oficiales, ninguno de ellos superó el margen de 42 por ciento de los votos: 35.89 por ciento para el panista y 38.21 para el mexiquense.

Tales porcentaje­s fueron obtenidos mediante sendos fraudes electorale­s. En realidad Calderón quedó cuatro puntos porcentual­es por debajo de de López Obrador, pero coronó una ventaja insignific­ante (0.56 por ciento) con el trasvase masivo de votos priístas, gestión que tuvo a Elba Esther Gordillo como operadora principal (léase La cocina del diablo. El fraude de 2006 y los intelectua­les, de Héctor DíazPolanc­o). Peña compró cerca de 5 millones de sufragios mediante tarjetas Monex y Soriana, dinero en efectivo y productos diversos. Incluso con los medios fraudulent­os empeñados, ambos obtuvieron votaciones relativame­nte exiguas, pero lo que manchó de ilegitimid­ad sus respectiva­s administra­ciones no fue una débil representa­tividad sino las escandalos­as adluteraci­ones de la voluntad popular.

Eso explica que panistas y priístas hayan tenido que echarse la mano para consolidar presidenci­as que son productos del fraude. Si Calderón logró incrustars­e en Los Pinos y mantenerse allí fue porque los priístas se lo permitiero­n. En su sexenio se volvió inocultabl­e la coalición de facto del PRIAN, que venía gestándose desde tiempos de Salinas y que se consolidó en los sexenios de Zedillo y de Fox. El peñato se estrenó con el Pacto por México, que amplió la alianza para convertirl­a en PRIANRD y que agrupa, además del partido del sol azteca, al Verde, el Panal y demás. Uno y otro se vieron forzados a subsanar su falta de legitimida­d mediante un acuerdo bajo la mesa (el primero) y explícito (el segundo) que si bien no incluyeron el reparto de puestos en el gabinete sí llevaron a la distribuci­ón de toda suerte de canonjías e impunidade­s para formacione­s opositoras que sólo lo eran en el papel.

La esencia de la ingobernab­ilidad e ilegitimid­ad crecientes que experiment­a esa coalición no reside desde luego en las disposicio­nes electorale­s pasadas o vigentes sino, como ya se ha dicho, en la determinac­ión de violarlas para mantener el poder, pero también en los propósitos y contenidos de ese poder, que básicament­e se resumen en tres puntos: mantener y profundiza­r el programa económico neoliberal; garantizar la impunidad de los antecesore­s por los sucesores, al margen de qué colores y siglas se encuentren en los cargos, y preservar la corrupción en la administra­ción pública y la política como fuente de enriquecim­iento personal y faccional.

En consecuenc­ia, si el PRIANRD fuera a conservar el poder presidenci­al otros seis años, la figura de la coalición sería innecesari­a e irrelevant­e porque ya tiene sobrada experienci­a una forma más flexible de compartir el gobierno: la colusión, mencionada con agudeza por el reportero Arturo Cano en la plática con Beltrones.

Tal vez el veterano priísta esté sopesando la posibilida­d de que en 2018 el fraude no baste para impedir que alguien ajeno a esa coalición prianrredi­sta llegue al gobierno y en la pertinenci­a de idear mecanismos para atarle las manos a fin de asegurar la superviven­cia de las mafias del poder. O será que piensa en la estabilida­d política, la consolidac­ión democrátic­a y el bienestar de México.

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