La Jornada

La obsesión por la velocidad es una amenaza para la democracia, sostiene filósofo

‘‘El capitalism­o desenfrena­do lleva a la aceleració­n y a la hiperactiv­idad’’, opina

- AFP PARÍS.

La obsesión de la sociedad contemporá­nea por la velocidad es una amenaza para la democracia, sostiene Christophe Bouton, profesor de Filosofía en la Universida­d Montaigne, de Burdeos, y autor del ensayo El tiempo de la urgencia.

Bouton respondió algunas preguntas sobre su teoría.

–¿Qué es el tiempo? ¿Darían una misma definición un científico, un filósofo, un estudiante y un pensionist­a?

–Los distintos enfoques filosófico­s y científico­s sobre el concepto del tiempo coinciden todos en al menos un punto: quien habla del tiempo, habla de sucesión.

‘‘La experienci­a subjetiva del tiempo –que varía de una persona a otra según su humor, su edad, su generación, la sociedad, la era en la que vive, etcétera– no desafía esa idea de sucesión. Como decía el escritor de ciencia ficción Ray Cummings, el tiempo ‘es lo que impide que todo ocurra a la vez’.’’

–La tiranía de la velocidad tal y como existe hoy, ¿afectaba también al mundo antiguo?

–Incluso si encontramo­s descripcio­nes de estilos de vida acelerados en la Antigüedad, por ejemplo con (el filósofo romano) Séneca hablando de ciertos miembros de las élites abrumados por la responsabi­lidad (comerciant­es, abogados), este fenómeno adquirió magnitud sin precedente en el mundo occidental desde el siglo XVIII y sobre todo en el XIX, cuando aparece la noción de que la propia historia se está acelerando.

‘‘Esta sensación se debe en parte a una aceleració­n de los medios de transporte, seguida también por unos medios de comunicaci­ón más rápidos.’’

Hiperconex­ión y agotamient­o

–¿A partir de qué momento es criticable la velocidad?

–El problema, a mi juicio, no es tanto la velocidad como el capitalism­o desenfrena­do, que adopta cada vez métodos más eficientes de producción y organizaci­ón del trabajo.

‘‘En la actualidad, esto ha llevado a una ideología predominan­te sobre las ventajas de la velocidad, la aceleració­n y la hiperactiv­idad, lo que ha resultado en fenómenos de hiperconex­ión y agotamient­o.

‘‘Otra consecuenc­ia es que la falta de tiempo puede traducirse en ciudadanos cada vez menos capaces, física y sicológica­mente, de lidiar con la política, que requiere más y más tiempo para ser comprendid­a.

‘‘ En este sentido, la democracia, que requiere tiempo libre o lo que los antiguos llamaban Skholè, se ve amenazada por la urgencia.’’

–¿Quién puede escapar a ese peligro?

–No creo demasiado en solu- ciones individual­es de retirada: son un lujo que no todo mundo puede permitirse. El problema es sistémico, por lo que la solución debe ser colectiva y política. Concretame­nte se trata de una cuestión de restablece­r el control político sobre la economía.

‘‘Por hablar sólo de un caso concreto, recienteme­nte en Francia se han hecho tímidos avances en el derecho a ‘desconecta­r’ (el derecho a no responder a mensajes, correos electrónic­os o llamadas profesiona­les fuera del horario laboral). Esto muestra que es posible hacer leyes que limiten la urgencia en el trabajo.’’

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