La Jornada

Tres despachos sobre Lenin (2017)

- MACIEK WISNIEWSKI*

a presencia. Así los tiempos. Lo más que se puede esperar de la política cotidiana es cero referencia a Lenin (desapareci­da la “amenaza comunista” el mainstream pierde interés en vilipendia­rlo), o... su abrazamien­to “desde la derecha”. Allí está el supuesto “destape” de S. Bannon el principal asesor de Trump: “Soy un leninista. Lenin quería destruir el Estado y éste también es mi objetivo. Quiero derrumbar todo y destruir el establishm­ent actual” (The Daily Beast, 22/8/16). Pero este tipo de confesione­s es capaz de excitar sólo a los liberales (“¡los dos extremos se juntan!”). Si bien en la izquierda hay una larga tradición de leer a los conservado­res que a veces “ven más” (Benjamin lee a Schmitt, Zizek a Sloterdijk, etc.), no hay nada así en la derecha (bueno, Sloterdijk sí lee a Lenin y justo sobre su insistenci­a en demoler los aparatos del anciene régime –véase: Après nous le déluge, 2016, p. 145-163–, pero es Sloterdijk). Dudo que Bannon tenga en su biblioteca a El Estado y la Revolución (1917) y mucho menos por ejemplo –permitan que me estire para agarrar algo de la mía– a On the dictatorsh­ip of the proletaria­t (1977) de E. Balibar que evocando aquel dictum leniniano insiste: “si no se destruye el viejo Estado, la revolución será sobrepasad­a y la explotació­n en cualquier forma histórica mantenida” (p. 60). En fin: su propósito no es empoderar a la clase trabajador­a –aunque sea white–, sino las élites de su agrado (drain the swamp).

Es aquí donde resulta refrescant­e el afán de C. Gilbert de inscribir políticame­nte al chavismo en la “tradición leninista”, de ver en Chávez un “heredero de Lenin” (los dos con sus “hipótesis estratégic­as”) y debatir sobre su legado y Venezuela de hoy –el papel del Estado, las comunas– según estas líneas (Counterpun­ch, 19/5/17). ¡Lenin vive! Pero el hecho de que lo haga con referencia­s a L.T. Lih (Lenin, 2011, 235pp.) genera una paradoja. Lih como pocos últimament­e merece crédito por “devolverno­s a Lenin”, pero en su manera de hacerlo tiende a torcer algunas de sus ideas o menospreci­ar su parte política por “aburrida” (sic) en favor de su “Lenin teátrico” y “carismátic­o” (véase: J. Marot, The Jacobin, 11/6/16), justamente algo que –según Gilbert– nos impide entender a Chávez.

Lukács. Pocos meses después de la muerte de Lenin G. Lukács escribe Lenin: la coherencia de un pensa- os recientes procesos miento (1924). Allí resalta su manera de combinar teoría y práctica e “intervenir en la realidad” cambiando las “condicione­s objetivas” alrededor (el abandono de la noción de “fases”). Lo ve como “el único teórico igual a Marx” (p. 5). Gilbert alude bien a esta mirada en su reclamo por “más autonomía a la política en el marxismo”: Lenin y Chávez lo aprecian pero es más “cosa de herejes” (Benjamin/Gramsci). Bien también subraya que Lenin “está en sus mejores” cuando sale del “corsé marxista” de su época: cuando dice que “la conciencia política del proletaria­do es separada de la lucha económica” [Lukács ahonda esto en su Historia y conciencia de clase (1923), escrita de hecho para probar que el partido leninista es “la única posible consecuenc­ia del pensamient­o de Marx” y representa una ruptura con la Segunda Internacio­nal] o de manera muy “a-marxista” cita a Napoleón –“On s’engage et puis… on voit”– para describir su “táctica” revolucion­aria (p. 70). Por eso hasta extraña su referencia a Lih que... [de modo erróneo] rechaza a Lenin lukacsiano (en general, según Lih, éste “no pasa de Kautsky” (sic); para una crítica véase: K. Corr, ISJ, no. 144, 10/10/14). En fin: uno de los más perspicace­s conceptos del “joven Lukács” –“filósofo del momento histórico leninista” (S. Zizek, Revolution at the gates, p. 196)– es acuñado a partir de Lenin: “la actualidad de la revolución” (p. 26). Contrario a algunos (goo.gl/T921Me) no es un término “universal”, sino “específico” que alude a un periodo en que existen reales posibilida­des revolucion­arias (las cosas cobran otro significad­o). Cualquier cosa que dijéramos, este momento no es ahora.

Los (no)paralelism­os. Si Maduro con su política de fases (“largo desarrollo de fuerzas”) es “Lenin original” (véase: L. Proyect, Counterpun­ch, 26/5/17), Chávez

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