EL FUTURO INDUSTRIAL
México, ante el desafío de liderar los sistemas de producción del futuro y estar a la vanguardia de la manufactura digital.
MEXICO ACABA DE SER RANKEADO como un campeón de la manufactura tradicional
(legacy manufacturing champion) según el informe de 2018 del Foro Económico Mundial sobre la preparación de las economías globales ante el futuro de la producción (Readiness for the future
of production). Esta clasificación en primer lugar puede hacernos sentir orgullosos o pensar que, si continuamos actuando así, seguiremos teniendo nuestro sitio en el lugar de la fama de la manufactura mundial. Nada más lejos de la realidad.
Ser el campeón mundial de la manufactura tradicional implica, básicamente, ser un operador de la cadena de suministro y preocuparnos principalmente por parámetros como calidad, coste y tiempo, permitiendo que el valor agregado, el diseño, las patentes, la propiedad industrial, la intelectual (entre otras) queden fuera de nuestro alcance y nos limitemos a ser operadores eficientes.
La manera de salir de esta situación y optar por ser el campeón de la manufactura del futuro pasa necesariamente por abordar el cambio digital con todas sus consecuencias. Y no hablamos de una implantación de cierta tecnología per se, sino de crear la visión digital de la compañía y desplegarla en todos los ámbitos de punta a punta de la cadena logística, conectando al cliente con todos sus nodos (desarrollo de producto, aprovisionamiento, fabricación, logística y distribución…).
Este despliegue requerirá un soporte tecnológico de base (backbone) que nos permita trabajar en un nuevo entorno, así como el desarrollo o adquisición de nuevas competencias en el recurso humano de la compañía. En cuanto a las tecnologías de base, la transformación digital necesariamente requerirá —sin ánimo de exhaustividad— un ERP, un sistema de relacionamiento con clientes (CRM), una plataforma de ingestión y tratamiento de datos con sus correspondientes aplicaciones lo mismo que una nube (bien protegida a nivel de ciberseguridad) para el almacenamiento masivo de datos, que trabajen con y sobre los sistemas legados y puedan operar con otros sistemas específicos (de compras, de diseño y desarrollo de productos, de almacenaje y distribución…) así como con tecnologías emergentes (drones, escaneo e impresión 3D, diversos sistemas ciberfísicos, etcétera).
Para abordar la transformación con éxito se precisarán nuevos perfiles humanos, algunos razonablemente conocidos hoy (científicos de datos, ingenieros de datos, especialistas de sistemas ciberfísicos, ingenieros expertos en robótica o en comunicaciones, expertos en mantenimiento remoto, en ciberseguridad…) y otros talentos no tan comunes o completamente nuevos (entrenadores de robots o de sistemas de inteligencia artificial, desarrolladores de realidad aumentada/virtual, responsables de desarrollo digital de producto,
hackers éticos, pilotos de drones, diseñadores de gemelos virtuales, expertos en desarrollo de aplicaciones para wearables…).
La manera en que contratamos, formamos, promovemos y recompensamos al elemento humano se transformará radicalmente en los próximos años y México puede estar a la vanguardia de este movimiento dado que la digitalización democratiza las oportunidades de todos los países para competir en un mundo sin fronteras.
Si bien es cierto que la manufactura mexicana tiene retos en el presente (coste energético, infraestructuras, comunicaciones, seguridad, disponibilidad de talento…) también es cierto que tenemos todo en nuestra mano para liderar los sistemas de producción del futuro y ponernos a la vanguardia de la manufactura digital. Para ello habrá que trabajar más rápido que otros países que nos llevan mucha ventaja, pero tenemos las capacidades y la inteligencia para hacerlo. ¿Tendremos también la voluntad?