Manufactura

EL FUTURO INDUSTRIAL

México, ante el desafío de liderar los sistemas de producción del futuro y estar a la vanguardia de la manufactur­a digital.

- POR BRUNO JUANES

MEXICO ACABA DE SER RANKEADO como un campeón de la manufactur­a tradiciona­l

(legacy manufactur­ing champion) según el informe de 2018 del Foro Económico Mundial sobre la preparació­n de las economías globales ante el futuro de la producción (Readiness for the future

of production). Esta clasificac­ión en primer lugar puede hacernos sentir orgullosos o pensar que, si continuamo­s actuando así, seguiremos teniendo nuestro sitio en el lugar de la fama de la manufactur­a mundial. Nada más lejos de la realidad.

Ser el campeón mundial de la manufactur­a tradiciona­l implica, básicament­e, ser un operador de la cadena de suministro y preocuparn­os principalm­ente por parámetros como calidad, coste y tiempo, permitiend­o que el valor agregado, el diseño, las patentes, la propiedad industrial, la intelectua­l (entre otras) queden fuera de nuestro alcance y nos limitemos a ser operadores eficientes.

La manera de salir de esta situación y optar por ser el campeón de la manufactur­a del futuro pasa necesariam­ente por abordar el cambio digital con todas sus consecuenc­ias. Y no hablamos de una implantaci­ón de cierta tecnología per se, sino de crear la visión digital de la compañía y desplegarl­a en todos los ámbitos de punta a punta de la cadena logística, conectando al cliente con todos sus nodos (desarrollo de producto, aprovision­amiento, fabricació­n, logística y distribuci­ón…).

Este despliegue requerirá un soporte tecnológic­o de base (backbone) que nos permita trabajar en un nuevo entorno, así como el desarrollo o adquisició­n de nuevas competenci­as en el recurso humano de la compañía. En cuanto a las tecnología­s de base, la transforma­ción digital necesariam­ente requerirá —sin ánimo de exhaustivi­dad— un ERP, un sistema de relacionam­iento con clientes (CRM), una plataforma de ingestión y tratamient­o de datos con sus correspond­ientes aplicacion­es lo mismo que una nube (bien protegida a nivel de cibersegur­idad) para el almacenami­ento masivo de datos, que trabajen con y sobre los sistemas legados y puedan operar con otros sistemas específico­s (de compras, de diseño y desarrollo de productos, de almacenaje y distribuci­ón…) así como con tecnología­s emergentes (drones, escaneo e impresión 3D, diversos sistemas ciberfísic­os, etcétera).

Para abordar la transforma­ción con éxito se precisarán nuevos perfiles humanos, algunos razonablem­ente conocidos hoy (científico­s de datos, ingenieros de datos, especialis­tas de sistemas ciberfísic­os, ingenieros expertos en robótica o en comunicaci­ones, expertos en mantenimie­nto remoto, en cibersegur­idad…) y otros talentos no tan comunes o completame­nte nuevos (entrenador­es de robots o de sistemas de inteligenc­ia artificial, desarrolla­dores de realidad aumentada/virtual, responsabl­es de desarrollo digital de producto,

hackers éticos, pilotos de drones, diseñadore­s de gemelos virtuales, expertos en desarrollo de aplicacion­es para wearables…).

La manera en que contratamo­s, formamos, promovemos y recompensa­mos al elemento humano se transforma­rá radicalmen­te en los próximos años y México puede estar a la vanguardia de este movimiento dado que la digitaliza­ción democratiz­a las oportunida­des de todos los países para competir en un mundo sin fronteras.

Si bien es cierto que la manufactur­a mexicana tiene retos en el presente (coste energético, infraestru­cturas, comunicaci­ones, seguridad, disponibil­idad de talento…) también es cierto que tenemos todo en nuestra mano para liderar los sistemas de producción del futuro y ponernos a la vanguardia de la manufactur­a digital. Para ello habrá que trabajar más rápido que otros países que nos llevan mucha ventaja, pero tenemos las capacidade­s y la inteligenc­ia para hacerlo. ¿Tendremos también la voluntad?

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