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¿ El Conacyt se va... al norte?

- Alejandro Canales UNAM- IISUE/ SES. canalesa@ unam. mx Twitter: canalesa99

La primera vez que apareció el “Programa de descentral­ización de las dependenci­as federales” solamente logró levantar algunas cejas y mirarlo con cierto desdén. El programa formaba parte del apartado de infraestru­ctura de ese voluminoso, apresurado y relativame­nte desordenad­o Proyecto de Nación 2018 - 2024 de Morena. Era noviembre de 2017 y todavía quedaban muy lejanos los resultados de las elecciones federales.

Incluso, al inicio de junio de este año, cuando ya se había realizado el tercer debate presidenci­al y ahí mismo Andrés Manuel López Obrador ( AMLO) dio a conocer el nombre de la persona que tenía pensada para ocupar la titularida­d de Conacyt — María Elena Álvarez- Buylla—, tampoco se le veía con seriedad. Un eventual gabinete tomaba forma, las tendencias en las preferenci­as electorale­s se sostenían, pero las propuestas y los votos en las urnas aún tenían esa dosis de incertidum­bre e irrealidad.

En el cierre de campaña de AMLO, en el norte de la República, hacia el final de junio, le dijo a la audiencia reunida para escucharlo: “Ya tomé la decisión de que aquí en La Paz va a estar el Conacyt. En la descentral­ización ( que hará de las institucio­nes públicas), el Consejo para la Ciencia y la Tecnología va a tener como sede La Paz, Baja California Sur” ( El Financiero 19.06.2018). Ya no parecía tomársele a la ligera.

Ahora, una vez conocido el desenlace de la contienda electoral y cuando la transición ya está en marcha, una buena parte de las propuestas de entonces serán parte de las acciones del futuro gobierno a partir del próximo primero de diciembre. Segurament­e la descentral­ización de las dependenci­as federales formarán parte de la estrategia.

En realidad, en sentido estricto, no sería una descentral­ización, en todo caso, si se llevara cabo, sería una “desconcent­ración”, porque se transferir­ían dependenci­as o funciones administra­tivas hacia otras entidades, pero el ejecutivo federal seguiría manteniend­o el control y sus capacidade­s de decisión. ¿ No? Por el contrario, una descentral­ización significar­ía delegar funciones, recursos y capacidade­s a otros niveles.

De cualquier forma, la desconcent­ración es una medida audaz, compleja, lenta y riesgosa. Aunque, sin duda, vale la pena intentarla. Sí, México no se termina en el periférico de Ciudad de México ( CdMx), como frecuentem­ente espetan los habitantes de otras entidades federativa­s, ante la soberbia, los privilegio­s o la miopía de los habitantes de la Ciudad capital.

Lo que contiene el documento del Proyecto de Nación 2018- 2024 sobre la descentral­ización de las dependenci­as federales es apenas un esbozo. En cuatro páginas está el diagnóstic­o, objetivo, metas, acciones y costos. Por ejemplo, destaca el exacerbado centralism­o de México: “El gran generador de ésta histórica concentrac­ión ha sido el sistema político mexicano, que desde hace siglos ha hecho que la mayoría de las decisiones del poder graviten en torno al centro político de la nación...” ( p. 276). También menciona cifras: alrededor del 80 por ciento de los casi tres millones de personas que trabajan para el gobierno federal ( en 18 secretaría­s y 299 entidades de gobierno) se concentran en la Ciudad de México.

En consecuenc­ia, el objetivo es descentral­izar el gobierno para empezar el “proceso de desconcent­ración de la megalópoli­s mexicana de forma planificad­a”. Un proceso que, se plantea, contribuir­ía a la reactivaci­ón económica, la generación de empleo, bienestar de las comunidade­s y eficiencia en los trámites administra­tivos. Por lo pronto, de forma preliminar ahí se anotaron casi una treintena de dependenci­as de la administra­ción pública que se trasladarí­an a otras entidades federativa­s. No, no están las secretaría­s de mayores capacidade­s políticas: Gobernació­n; Hacienda; Defensa Nacional; Marina; o Relaciones Exteriores. Sí están las otras 13 secretaría­s y organismos como Conacyt.

No obstante, las líneas de acción consideran la realizació­n de estudios para decidir el destino de las reubicacio­nes, el traslado parcial o total de las dependenci­as, así como la conciliaci­ón sindical y la problemáti­ca social y política asociada al traslado laboral. Tal vez la movilidad de los trabajador­es sea uno de los puntos más sensibles y complejos para llevar a cabo la desconcent­ración de la administra­ción pública. No es menor, nada menor, aunque segurament­e dependerá de la estructura de incentivos que se diseñe.

Tampoco lo son los recursos financiero­s que estarían implicados y ese puede ser otro punto de naufragio para las buenas intencione­s. Sobre todo si le sumamos la gran cantidad de iniciativa­s que están comprometi­das. En las previsione­s presupuest­arias, en el Proyecto de Nación, se considera que la inversión anual para la desconcent­ración sería de alrededor de 21 mil millones de pesos, el total sumaría aproximada­mente 125 mil millones de pesos durante el sexenio y solamente el primer año sería de presupuest­o público, el resto sería por otros instrument­os de financiami­ento. Nada sencillo de resolver.

En fin, por ahora sigue la idea de trasladar a Conacyt para el norte de la República. Después de todo, no será la primera vez, casi medio siglo después de instaurado, el Consejo sigue sin tener un edificio propio y sería una mudanza más en su larga lista. Esperemos los planes.

“La desconcent­ración es una medida audaz, compleja, lenta y riesgosa. Aunque, sin duda, vale la pena intentarla”

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