Los cuerpos celestes
Los seres vivos son los únicos elementos del universo que no siguen los ritmos del cosmos. La vida terrestre es, hasta donde se sabe, la única vida conocida, y esto nos convierte en la única oposición que tiene el sistema, a pesar de que somos una escandalosa minoría si visualizamos la Tierra como esa pequeñísima esfera, que es parte de un sistema solar más bien modesto, que a su vez es parte de un sistema de sistemas que están contenidos en uno de los millones de galaxias que constituyen ese universo, donde no hay más vida que la nuestra..
Todo el cosmos, con la excepción de nosotros y los animales, se mueve dentro de un sistema que impone sus ritmos, sus tiempos y sus ciclos; ninguna de las piezas que lo conforman tiene autonomía, ni siquiera las plantas y los árboles, que aun cuando son organismos vivos están atados a la tierra y a los ciclos del sol y de las estaciones; una flor y un árbol se mueven solo cuando el viento los estremece. En cambio nosotros y los animales nos movemos libremente, al margen del sistema que mueve al universo. Además nosotros nos damos cuenta de que somos la única oposición. Esta desigual distribución nos hermana con los animales de una manera entrañable: estamos, ellos y nosotros, solos ante la apabullante inmensidad del universo.
Somos una minoría mínima frente una abrumadora mayoría, somos un microcosmos contenido dentro de un macrocosmos, diría el filósofo Oswald Spengler; somos la oposición y lo único que nos sujeta a ese gigantesco sistema que gira sin parar desde el principio de los tiempos, y que seguirá girando por toda la eternidad, es el deseo sexual, la urgencia reproductiva que en su fundamento va unida a los ciclos del macrocosmos, y el sistema circulatorio, la sangre que da vueltas sin parar dentro de nosotros, siguiendo la partitura de los planetas y las estrellas. Somos la
celeste._ oposición pero cuando dormimos, y dejamos de ejercitar nuestra libertad, nos integramos a la maquinaria del cosmos y volvemos a ser, como cada noche, un cuerpo