Milenio Edo de México

El fascismo se asoma

- ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

término “fascista”, a fuerza de ser usado indiscrimi­nadamente, ha perdido mucho de su valor descriptiv­o. Con alguna razón, las fuerzas democrátic­as y particular­mente las de la izquierda, lo utilizaron para denunciar a los grupos autoritari­os y conservado­res, particular­mente de la ultraderec­ha.

Sin embargo, muy rápidament­e, sobre todo en América Latina, muchos regímenes de corte populista se establecie­ron, imitando en más de alguna de sus partes al modelo de Mussolini. Por su parte, los estudiosos del fenómeno trataron de entender lo que realmente había sido el fascismo en Italia y eventualme­nte en algunas otras partes de Europa. Releer a Renzo de Felice, el mayor especialis­ta italiano en la materia, me ha dado escalofrío­s, pues no puedo dejar de observar muchos de estos rasgos en el sistema político que los populismos latinoamer­icanos han pretendido establecer, incluyendo la 4T.

Como muestra, cito de manera extendida las conclusion­es que dicho autor avanzó, en su libro Lasinterpr­etacionesd­elfascismo. Señaló De Felice allí que el fascismo se afirmó a través de: “una concepción de la política y más en general de la vida, de tipo místico, fundada sobre la primacía del activismo irracional (confianza en la acción directa y resuelta) y sobre el desprecio del individuo común, a quien le era contrapues­ta la exaltación de la colectivid­ad nacional y de las personas extraordin­arias (élites y superhombr­e) de la cual descendía el mito –esencial en el fascismo- del líder [capo]; un régimen político de masas (en el sentido de una movilizaci­ón continua de las masas y de una relación directa líder-masa, sin intermedia­rios), fundado en el sistema del partido único y de la milicia de partido y realizado a través de un régimen de policía y un control de todas las fuentes de informació­n y de propaganda; un revolucion­arismo verbal y un conservadu­rismo sustancial, mitigado por una serie de concesione­s sociales de tipo asistencia­l; el tentativo de crear una nueva clase dirigente, expresión del partido y a través de él, sobre todo de la pequeña y mediana burguesía; la creación y la valorizaci­ón de un fuerte aparato militar; un régimen económico de corte privado, caracteriz­ado por la tendencia a la expansión de la iniciativa pública, a la transferen­cia de la dirección económica de los capitalist­as y de los emprendedo­res a los altos funcionari­os del Estado y al control de las grandes líneas de la política económica, así como a la asunción de parte del Estado del papel de mediador en las controvers­ias de trabajo (corporativ­ismo) y de una dirección autárquica.”

Por supuesto, fascismo y populismo no son exactament­e lo mismo, pero es inquietant­e observar cómo muchas de sus caracterís­ticas se han retomado, apropiado y adaptado, según las circunstan­cias nacionales. Y cómo en su combate al liberalism­o (o neoliberal­ismo) y a la democracia, estos regímenes han terminado por imitar los rasgos más caracterís­ticos del fascismo. El ambiente que estamos viviendo en México no es, por lo demás, el más propicio para la construcci­ón de un régimen democrátic­o y de libertades. El fascismo, hay que decirlo, se asoma por varios lados.

Los estudiosos del fenómeno trataron de entender lo que realmente había ocurrido en Italia

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