Lámparas oscuras y/o luminosas de Renán
La letra, la escritura, la gramática y la tipografía le sugerían intensidades poéticas visualmente acogidas como significantes más acá o más allá de su significado y sentido
Ese personajizador que es el tiempo, pues de año en año va convirtiendo a una persona en un personaje, fue dándole al poeta Raúl Renán (nacido en Yucatán en 1928, muerto en la Ciudad de México en este junio de 2017) un aspecto entre Sócrates de tertulia y Ulises del Mayab transterrado al archipiélago cafeteril de la Ciudad de México. Lo traté desde no sé cuántas tertulias en las cuales él tenía muy intensa presencia y a la vez muy poca “identidad tertuliera”, pues era (así me parecía) hombre de poco palabrerío oral y de muy decidores silencios. Lo conocí desde sus
Lámparas oscuras (haikús), un librito de 1976, impreso en mimeógrafo y publicado en 500 ejemplares por La Máquina Eléctrica, la artesanal editorial fundada por él con sus amigos, también poetas, Guillermo y Francisco Hernández y Carlos Isla. En ese chapbook, de homenaje a las nalgas femeninas, hay “breverías visuales”, como esta: “Bajo la falda/ se levanta un oleaje:/ lunas cautivas”. O esta otra, imagen en acción de la cópula: “Trote mullido/ las ancas de la bella: la prisa vuela”.
Renán publicó más de una treintena de poemarios en los que el ímpetu experimental convive con las citas clásicas, las imágenes de la remembranza con las del deseo, los entes de la zoología con los fantasmas del Eros, Mérida con Esmógico City, y lo mítico con lo cotidiano... En uno de los últimos libros hay una intimidad abierta a la creencia no ilusa, como en el intranquilizador poema sobre la cotidiana presencia divina: “Está sentado Dios/ al otro extremo de la calle./ A nadie llama ni rehúsa./ A todos ve pasar,/ ve pasar.// Cae una hoja/ y el silencio se espanta:/ divide en dos la calle/ y el extremo en que yazgo/ se desprende y boga a la deriva,/ a la deriva.// No volveré a pasar, lo juro/ bajo el peso de las pestañas./ La corriente se va/ contraria al flujo de la vida,/ de la vida”.
Artífice dual, sabía pasar a la prosa, el arte que nació en la historia progresando desde el habla rímica. El texto “Una colina rugiente de espuma” es a la vez un poema en prosa y un minicuento fantástico: “Detrás del muro de Ilión, una algarabía de niños seguía al anciano que llevaba colgando algas de sus ropas y arrastraba con trabajo un tridente comido por el salitre. Soeces, le gritaban arrojándole piedras. De las huellas de agua que dejaba su paso saltaban pequeños peces. Desapareció detrás de la colina rugiente de espuma. Los traviesos harapientos se sumaron detrás de su rastro. No pudieron regresar a tierra, convertidos en aletas sus pies y sus manos. Los gestos de sus bocas y narices se quedaron en la angustia de los peces que se ahogan con el oxígeno”.
A Renán, la letra, la escritura, la gramática y la tipografía mismas le sugerían intensidades poéticas visualmente acogidas como significantes más acá o más allá de su significado y su sentido. En “Letromantía” trata de las palabras escritas como de cosas que pueden adquirir una perturbadora vida: “Abro la palabra y veo/ la araña de tinta que amenaza./ (…) Resbalan en cascada letras muertas/ por la conjura de los adjetivos. De nada/ sirven los pronombres: marcas/ de no sé qué materia articulada./ Sin el velo de la página del limbo/ los verbos desternillan en tropel”.
En 2011 y en 2013 el gobierno de Yucatán, el Instituto Cultural de Yucatán y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes publicaron, en un primer tomo de 270 páginas y en un segundo de 446 páginas, la Poesía completa (hasta esa fecha) de Raúl Renán. La edición es poco o nada atractiva con sus portadas verdes lechuga, sus meras letras en blanco y ninguna imagen del autor. Lo bueno, ¿hay que decirlo?, va por dentro de los dos tomos mediocremente editados. En el total de 700 páginas vibra la obra de varia inspiración y varia invención de este poeta que a los ochenta y nueve años estaba muy activo en la variada madurez de su arte poética, sin que (hasta donde yo sepa) lo hayan descubierto los de la “universal” Wikipedia.