UN CONEJO QUE TE DA ÓRDENES
En su ensayo sobre la libertad, Arthur Schopenhauer postula que la misma es inexistente, pues los seres humanos nos hallamos tan condicionados como los moluscos a reaccionar a los diferentes estímulos que se nos presentan a lo largo de la vida. La diferencia, argumenta, es que dada nuestra complejidad y la del entorno, somos proclives a engañarnos al pensar que nosotros decidimos tal o cual cosa, cuando en realidad la decisión estaba ya tomada de antemano dado nuestro carácter específico. Entonces, concluye, lo único que queda es abocarnos a conocer nuestro carácter, con la esperanza no de poder decidir mejor, sino de poder comprender un poco más por qué nuestra vida discurre de esa forma particular y no de otra.
Lo anterior me vino a la mente luego de escuchar obsesivamente en días recientes la canción “The Killing Moon”, de la agrupación británica Echo & the Bunnymen, de la cual el vocalista, Ian McCulloch, ha dicho que es la mejor canción en la historia de la música, y que el verso principal surgió inesperadamente una mañana, tras despertar, por lo cual considera que hubo intervención divina, y de ahí que esté dispuesto a compartir el crédito de la composición con Dios. Precisamente, el verso que se repite varias veces a lo largo de la canción, trata sobre la lucha entre destino y voluntad humana:
Destino En contra de tu voluntad En las buenas y malas Él aguardará hasta que Te le entregues
Para añadir interés al tema, cuando años después le ofrecieron a la banda una pequeña suma para utilizar “The Killing Moon” en el soundtrack de una discreta película independiente llamada Donnie Darko, aceptaron sin chistar porque pensaron que no tendría trascendencia alguna. Dado que la película aborda el intento de Donnie por escapar al destino de una muerte trágica a partir de las órdenes que le da Frank, un conejo de aspecto diabólico, las correspondencias parecerían ser evidentes, hasta el grado de que McCulloch —que nunca ha destacado por su modestia— considera que la propia idea de la película provino de su música. Para continuar con el misterio, si bien en la versión cinematográfica la escena inicial transcurría con “The Killing Moon” como música de fondo, en el corte del director, que fue el que con el tiempo tendría éxito y se convertiría en una película de culto, en dicha secuencia fue sustituida por “Never Tear Us Apart”, de INXS. Caprichos del destino.
Lo interesante de todo esto, que quizá vuelve un tanto fútil la desesperación humana por saber si la vida depende del destino o de nuestra voluntad, es que la propia voluntad podría ser un truco del destino para consolarnos con la idea de que controlamos nuestras vidas. O viceversa: la idea del destino podría ser un truco de la voluntad para justificar sus propios fracasos y debilidades, o para sentir que la miseria que nuestros actos nos infligen en realidad no es masoquista, pues proviene de una entidad ajena e indestructible. Quizá por eso solo nos queda Schopenhauer y la posibilidad de conocer nuestro carácter para que, sea culpa de quien sea lo que nos sucede, podamos encajarlo con mayor estoicismo y menor resentimiento o autocompasión, que no dejan de ser dos caras de la misma moneda.