El voto del crimen
Hay que atacar la violencia en sus causas, ciertamente, pero también en sus consecuencias; la impunidad es el incentivo mayor, pero a los delincuentes se les debe enfrentar con la violencia legítima del Estado
La mayor reserva que hay para votar por Morena y su candidato presidencial es la propuesta de amnistía a criminales. El candidato habló de perdonarles a manera de alcanzar la paz; también en su momento ha dicho que la violencia no se combate con violencia, esto es, que el candidato iguala la violencia del delincuente con la violencia legítima del Estado. La señora Olga Cordero ha dicho otra cosa, que la amnistía va dirigida, primero, a los indígenas o campesinos pobres que cultivan la droga, después dijo que era para los jóvenes desempleados reclutados por el crimen. Aunque el criminal lo es, pobre, joven o lo que sea, poco importa lo que diga quien no está en la boleta. Valen las palabras del candidato que busca ser presidente de la República.
El obispo de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, en su encomiable propósito de aportar a la paz en su diócesis, ha dialogado con grupos criminales a quienes ha solicitado dar término a los homicidios y especialmente respetar las vidas de los candidatos. La realidad es que la violencia continúa allí y en todo el país. Van 47 candidatos asesinados. La violencia se ha acrecentado y lo que ha ocurrido ahora ratifica que la mayor amenaza para la vida civilizada es la violencia del crimen organizado.
Hay que atacar la violencia en sus causas, ciertamente, pero también en sus consecuencias. La impunidad es el incentivo mayor para la criminalidad. A los delincuentes se les debe enfrentar con la violencia legítima del Estado, con respeto a los derechos humanos y las garantías propias de un debido proceso, pero con los instrumentos que la ley ofrece a las autoridades, entre éstos el uso de la fuerza. En todo caso, no es la pobreza como tal la que explica la ola delictiva, como sugiere la visión del candidato presidencial de Morena, sino los grades beneficios asociados a los negocios del crimen organizado y, especialmente, la incapacidad de las autoridades de llevar a la justicia a quienes participan y se benefician de la cadena delictiva.
No hay solución mágica para resolver el problema de la violencia y del crimen. De hecho la respuesta va a requerir de tres cosas que normalmente son regateadas por las autoridades y ahora por los candidatos en competencia: compromiso de la sociedad, muchos recursos públicos y tiempo. Desde luego que hay un esfuerzo institucional que debe acrecentarse, pero no es suficiente. Una parte fundamental es lo que tiene que ver con el ciudadano y este contacto se da de dos formas: la denuncia y la relación con las autoridades investigadoras. Aunque en ambos aspectos ha habido avance, todavía hay mucho por hacer y, especialmente, que se ha perdido impulso en iniciativas que han prosperado y que en el relevo de autoridades se han perdido o dejado de lado.
Se necesita que la sociedad se asuma corresponsable y copartícipe de la solución. La denuncia es la manera más elemental de que las personas cumplan con su parte. En las circunstancias actuales no siempre es fácil, pero debe entenderse que no habrá combate
No hay solución mágica y se requerirán tres cosas normalmente regateadas por autoridades y ahora por los candidatos: compromiso de la sociedad, muchos recursos públicos y tiempo
al crimen sin denuncia. De allí la importancia de las policías de proximidad y los ministerios públicos. También los medios son un recurso valioso de la sociedad para denunciar al crimen, de allí que la violencia y la intimidación también se dirija a éstos.
Combatir al crimen cuesta mucho dinero, pero mucho más y más que eso, el no actuar con la determinación que se requiere. Gastar más y mejor es la consigna. El Ejército no está para realizar labores de policía. Crear fuerzas civiles eficaces y modernas significa una inversión mucho más allá de lo que se espera. La burocracia hacendaria no ha sido sensible al respecto, pero más que ellos la palabra la tienen los diputados al aprobar el presupuesto y determinar las normas y controles para que los recursos sean debidamente aplicados.
La violencia creciente en torno a los comicios se expresa en lo visible: crímenes contra candidatos y funcionarios, pero hay otra parte no tan a la vista como es el financiamiento ilegal de campañas y los efectos por la intimidación que se hace a los futuros representantes y autoridades, particularmente las municipales.
La lucha por la legalidad y la justicia no da lugar a la demagogia, tampoco a la ingenuidad. El crimen vota por el crimen.
Hace 18 años el país vivió el trauma de ver arteramente asesinado a Luis Donaldo Colosio candidato presidencial, la antivíspera de un proceso de creciente descomposición social y de recurrentes esfuerzos institucionales incapaces de contener al crimen y la violencia. Hoy lo menos que se espera es tomar las cosas con mayor seriedad, con voluntad de resolver y sin declinar en la determinación de justicia, nada más, pero nada menos.