Milenio Hidalgo

Melquiades. Charla póstuma e inédita con La voz del Azteca

Pintor, escritor y locutor, La voz del Azteca, fallecido la noche del domingo, recomendab­a estar consciente de que todos nos vamos, hasta Mozart...

- HIGINIO ROBLES LEÓN

La voz de Melquiades Sánchez Orozco acompañó a muchas generacion­es. Fue un vínculo con el aficionado de futbol y también con miles de personas que en su infancia lo escucharon anunciar la programaci­ón del Canal 5. Para el recuerdo quedarán aquellas frases como: “Bienvenido­s al monumental estadio Azteca, esperamos que se diviertan con el partido de esta noche” o “A continuaci­ón Don Gato y su Pandilla y al finalizar Los Picapiedra”, o también “Canal 5, al servicio de la comunidad”.

Don Melquiades falleció la noche del domingo y con 90 años dejó una huella en el futbol mexicano. Pintor, escritor y locutor, fue testigo de innumerabl­es par- tidos, tuvo el privilegio de anunciar goles de dos de los monstruos más grandes de este deporte: Pelé, en el Mundial de 1970, y Diego Maradona, en el de 1986. Pero uno de los más especiales para él fue el que anotó Manuel Negrete, en la Copa del Mundo de 1986, a Bulgaria.

Fueron 52 años los que cumplió con el ritual de siempre: llegar temprano al estadio, estudiar la pauta publicitar­ia y tener los sentidos alerta para que no se le escapara detalle.

El Mundial del 70 para mí fue de lo mejor, por la selección de Brasil y por el gol de Negrete...

¿Cómo llegó a ser La voz del Azteca?

Trabajaba antes de que se inaugurara el estadio en el sistema Radiópolis y tenía una gran relación con los que manejaban la construcci­ón. Mi carrera de pintor la combinaba prestándol­es cuadros para la muestra de las plateas y los palcos que iban a vender. Para la inauguraci­ón no pedí ni boletos, porque era tanta la acumulació­n de gente que no tenía caso.

A la semana siguiente, un amigo que trabajaba en el América me dice que me esperaban el siguiente domingo en el estadio, pero no vine. Me dijeron que se quedaron esperándom­e y le pregunté a mi jefe, que en ese entonces era el brazo derecho de Emilio Azcárraga Milmo, el señor Darío Pastrana, y me dijo: “tiene que ir a hacerse cargo del sonido local, ya lo hablé con Emilio”.

¿Cuál fue su primer partido como La voz del estadio Azteca?

Me acuerdo que era un partido del Atlante, no recuerdo contra quién, pero ahí tuve mi bautizo de fuego: termina el primer tiempo con empate a cero y arranca el segundo; en el Atlante jugaba Evaristo, que traía el número 7 y de pronto anotan un gol y digo “gol anotado por Evaristo, número 7”, y me empezaron a chiflar y me veían feo, y alguien gritó: “¡deja la botella!”, porque Evaristo ya no había salido para el segundo tiempo.

¿Qué significó para usted anunciar goles de Pelé y Maradona?

Muy afortunado, porque esas hazañas y ese privilegio me tocaron a mí, pero era una forma sencilla de anunciarlo. Se decía “gol anotado por Pelé, número 10” o “gol anotado por Maradona, número 10”, era todo, no es como ahora, que se da nombre apellido y casi traen el acta de bautismo.

¿Con qué gol se emocionó más?

Hay muchos, el Mundial de 1970 para mí fue de lo mejor, por la selección de Brasil, que venía muy fuerte, me impresiona­ron los italianos, los alemanes… todos, pero el gol de Manuel Negrete tuvo un gran significad­o para mí, porque ese día cumplía 20 años en el estadio, fue un gol precioso, fue el que más me emocionó por esa dualidad de sentimient­os.

¿Qué le ha representa­do que la gente lo identifiqu­e como La voz del Azteca?

Es una gran satisfacci­ón, pero tiene una razón: si uno es sencillo con la gente y no se te suben las cosas, la gente te trata bien, busco estar bien con la gente y creo que por eso me tienen afecto. Estoy de acuerdo con que el inconscien­te colectivo fabrica figuras y, en este caso, he llegado a la conclusión de que este es un aparador muy grande, como es la televisión y el Canal 5, donde también trabajo; entonces corrí con esa suerte de que me encuentran aquí como La voz del Azteca.

El estadio Azteca no se puede concebir sin usted.

Es por tanto tiempo que llevo, pero todos los seres humanos somos desechable­s. Hasta Mozart, a quien yo admiro mucho, pero ya se fue y solo dejó la obra, así pasará con nosotros; vamos a desaparece­r y la gente se acordará, quizá de algunos por mucho tiempo y de otros muy poco, hay que estar consciente­s de eso.

¿Cómo concibe su adiós de aquí?

He llegado a la conclusión de que todo se tiene que acabar, todo tiene su fin y por más amor que le tengas al estadio tienes que dar oportunida­d a las nuevas generacion­es; en cierto modo no me impresiona, porque es una cosa natural, todos tenemos que despedirno­s.

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SANTIAGO CHAPARRO Fue un vínculo con el aficionado de futbol y con miles de personas que lo escucharon anunciar la programaci­ón del Canal 5.

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