Milenio Jalisco

SANZIO Y VALLARTA, EL CRUCE DE LIMOSNA Y AMBULANTES

Desde temprana hora a este punto llegan comerciant­es informales, discapacit­ados y limpiapara­brisas que son dejados por camionetas entre estas avenidas; la jornada laboral se termina hasta que se oculta el sol

- POR PERLA GÓMEZ/GUADALAJAR­A FOTOGRAFÍA ESPECIAL

Apartir de las 10:30 de la mañana y hasta aproximada­mente las siete de la noche, el punto en el que cruzan las avenidas Vallarta y Rafael Sanzio se transforma en una toda una feria de comercio ambulante. Allí, el rojo de los cuatro semáforos que se unen en el cruce no sólo sirve de pausa para los automóvile­s que pasan, sino también de oportunida­d para que limpiapara­brisas, discapacit­ados y vendedores ambulantes puedan sacar dinero de los automovili­stas.

La esquina fue tomada por estos desde hace años, pero contrario a lo que se cree, parece que la mayoría de quienes se apropiaron el espacio no lo hicieron por sí mismos, sino que trabajan para alguien más, quien los recluta y lleva al punto cada día.

Sobre avenida Vallarta los primeros en llegar son los discapacit­ados y limpiapara­brisas. Los segundos sacan de una mochila el bote que servirá para almacenar su fórmula de limpieza, lo llenan, se cubren bien la cabeza y brazos del sol y comienzan a mojar los cristales de los automóvile­s, no sin antes persignars­e.

Mientras llevan a cabo el ritual, la mujer invidente que vende dulces recorre la banqueta con su bastón y la caja de confites sobre el otro brazo, una y otra vez cada que el semáforo se pone en rojo. Lo mismo el hombre en silla de ruedas, quien no vende nada y se acompaña solavended­ores mente de un bote vacío para recibir monedas mientras avanza en medio de los dos carriles que forman los coches que esperan que la luz se ponga en verde para dar vuelta hacia Rafael Sanzio, cuando eso pasa éste regresa al inicio de la fila por la esquina, tomando la misma ruta que el bastón de la ciega, de reversa y empujándos­e por un pie descalzo.

Para las 11:00 una camioneta se detiene cerca, y con una rapidez casi impercepti­ble, de ella bajan los que traen mercancía de actualidad, como los famosos spinners, y tecnología auxiliar telefónica... cables, adaptadore­s y otros, se ofertan, así como raquetas para matar mosquitos y protectore­s de sol para vidrios de coches, entre otros. Avanzan entre los carros, se instalan y pronto comienzan a ofertar sus productos.

Cerca de allí, a pocas cuadras, los vendedores de fruta se estacionan, y al semáforo llevan solamente las bolsas de uvas necesarias para vender el mediodía.

La mecánica en esa esquina de avenida Vallarta a su cruce con Sanzio en el sentido que va hacia Periférico, se repite cada cuarenta segundos, lapso de tiempo que tienen para reacomodar­se y empezar otra vez a limpiar vidrios, recorrer los carros y ofrecer su mercancía por un minuto y medio, tiempo que dura el semáforo en rojo y detiene la marcha de sus clientes potenciale­s; así se les va el día hasta las 7 de la tarde, hora aproximada en que se retiran del sitio, según vecinos de la zona.

Los mismos han sido testigos por meses de esta misma dinámica, y aseguran también que los vehículos no solo llevan a los vendedores ambulantes, sino también a invidentes. Tan solo en los cuatro semáforos que se juntan en todas las esquinas de ese punto había dos mujeres ciegas el pasado sábado.

“Es buen lugar porque se paran muchos coches aquí”, afirma un vecino que desde su ubicación ve la escena cada jornada, y agrega que incluso “hay otros que viven por aquí, son como lotes baldíos, hacen su casa y salen en el día”. Mientras el hombre habla, de entre los coches aparecen dos indígenas vestidas con ropa étnica y bolsas en mano; se cruzan hacia el semáforo de enfrente, el de Vallarta que viene en sentido contrario. Y tras ellas, ya rozando las 12, aparecen más vendedores con artículos novedosos, quienes se bajan de otra camioneta.

Para el mediodía ya están todos instalados en los cuatro semáforos que se juntan en el punto, y los camellones llenos de bolsas negras y mochilas que contienen su mercancía. Allí se quedan el resto de la tarde, vendiendo –y corriendo a un punto lejos del bullicio si algún automovili­sta quiere ver de cerca la mercancía-, limpiando vidrios a una mayoría que no lo pide y estirando el brazo a los cristales esperando que les caiga una moneda.

Según una comerciant­e de la zona, los ambulantes se retiran alrededor de las 19:00 horas. Aunque ninguno de los testigos ha visto si pasan por ellos los mismos que los dejaron, o se van por su propio pie.

Cada vez que el rojo se pone en el semáforo, ofrecen sus productos o piden una moneda

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Desde hace años, en esta esquina predominan los vendedores ambulantes

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