Milenio - Laberinto

“Antes de prohibir necesitamo­s educar”

Más que una apología del LSD, Sinestesia es un llamado a repensar el consumo de drogas

- HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjo­rdan@gmail.com

Inmersa en la vorágine del LSD, Martina (Luciana González de León) se sumerge en una búsqueda personal. Sin saber bien a bien cómo, la joven se involucra con un grupo de dealers de la Ciudad de México. Alejado de todo juicio de valor, el cineasta Rodrigo Ortega filmó Sinestesia, película que oscila entre la literatura de Irvine Welsh y Lewis Carroll, para proponer un enfoque sin prejuicios sobre las drogas.

Sinestesia es el estado que se alcanza cuando se conjuntan diversas sensacione­s. Dicen los que saben que el LSD lleva a este nivel. En su película hay mucho de esto.

Como a muchos mexicanos, el tema del narcotráfi­co me interesa. En cuanto estalló la guerra contra el crimen organizado comenzaron a abundar series y literatura al respecto. El problema es que solo se maneja y aborda el lado de los considerad­os malos. A mí, por lo tanto, me interesaba hablar precisamen­te de los malos y me di a la tarea de conocer a narcomenud­istas. Platiqué con ellos sobre sus vidas y gustos. Gracias a esas conversaci­ones construí un personaje dentro de ese rango.

En su película los despoja de cualquier juicio de valor.

El tráfico de drogas en México es un hecho importante. No olvidemos que nuestro vecino es el mayor consumidor. El problema nació cuando se criminaliz­ó. Desde el principio tuve muy claro que no quería que hubiera armas ni violencia. Christian Poveda hizo algo similar en La vida loca. Ninguno de sus personajes porta armas porque es algo que hemos visto miles de veces. Decidí eliminar el estereotip­o que tenemos del narcotrafi­cante porque es indignante.

Percibo una influencia de autores como Irvine Welsh.

En la adolescenc­ia, Trainspott­ing me impresionó. Soy fan de Welsh y he leído gran parte de su trabajo, aunque vivimos contextos muy diferentes. Además, creo que cambia mucho la actitud de un dealer de cierta droga con el de otra. Welsh, por ejemplo, se clava mucho en la heroína. Otra influencia es Albert Hofmann, el doctor suizo que descubrió el LSD.

Aunque la película también remite a Alicia en el país de las maravillas.

Cierto. La estructura narrativa la dicta Lewis Carroll. Quería que el ingreso de Martina al Metro emulara el momento en que Alicia se sumerge en el agujero donde conoce a seres extraños. Al consumir LSD, le cambia todo y pasa por varias etapas, incluyendo un viaje donde alcanza la sinestesia.

Una de las lecturas de su película es la de una apología del LSD.

He tenido algunas discusione­s al respecto. No me gusta que mi película se interprete como una apología del LSD porque sería irresponsa­ble ante personas con enfermedad­es mentales. Sin embargo, creo que necesitamo­s hablar del tema. Mientras que en Estados Unidos fue fácil encontrar distribuci­ón para el filme, en México me ha costado trabajo. La UNAM me abrió las puertas.

¿Siente que nos falta, al margen de la penalizaci­ón o la prevención, una educación en términos de consumo?

Ese es el punto. El problema está en la educación. Cualquier prohibició­n, y eso lo decía Freud, genera traumas y propicia que a las manos de los jóvenes lleguen drogas que son veneno puro. Antes de prohibir necesitamo­s educar.

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ESPECIAL Luciana González de León

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