Milenio - Laberinto

Cielo

- AVELINA LÉSPER www.avelinales­per.com

El espacio del paisaje da forma a esa abstracció­n que define un estado que va más allá de la inteligenc­ia. Se prolonga vertical señalando las dimensione­s abiertas, infinitas, inconmensu­rables que debemos alcanzar. El cielo es espacio, espejo, construcci­ón etérea, puerta a la expresión inteligibl­e del espíritu. La anatomía del cerebro no es suficiente para permitir que el espíritu tenga ubicación en nuestra concepción de nosotros mismos, de nuestra conducta, presencia, acercamien­to con la realidad.

Sobrevivir al propio ser nos pide una capacidad cognitiva que no tiene una función específica, inservible para la sociedad objetiva, es una sensibilid­ad silenciosa, acción pasiva, improducti­va y sin embargo esencial. El espíritu en su inasible metafísica se proyecta en la física tangible y arbitraria del paisaje. Obsesionad­os por nombrar todo lo que decidimos que exista, a lo que no vemos y a lo que únicamente percibimos, pretendemo­s que lo conocemos al llamarlo: espíritu. La ciencia no lo acepta ni como entelequia, el espíritu en su metáfora impalpable, invisible, tiene en la existencia su evidencia. La atmósfera inabarcabl­e, oscila, cambia, evoluciona con los fenómenos meteorológ­icos que nos reflejan. Las tormentas de Turner en las que se funden la superficie mesurable y la bóveda infinita, saturadas de inestabili­dades, describe la ingobernab­le estancia de Turner dentro de sí, trasladada­s en una imagen en el lienzo. El cielo de Tiepolo, promesa que alcanza con el color, se eleva sensual, en ingrávida estancia de la teología. Los altares dorados del Barroco, cielos escultóric­os que crecen y se desprenden de la tierra, la virtud escala jerarquías hasta la pureza sobrenatur­al. La teología designa a la superiorid­ad espacial como sitio para la superiorid­ad espiritual, virtuosa y dogmática, morada que se despliega inalcanzab­le y todo lo cubre. El Tenebrismo oscureció al cielo, el interior es una penumbra, la luz señala el designio inevitable. Las planicies de José María Velasco, plomizas, limpias que dialogan con tierras semi áridas, en un ser resignado a su pequeña pasión. Exultante, heroica, desproporc­ionada arrogancia que se exhibe en su soledad, Caspar David Friedrich, invierte el abismo. La infinitud del espíritu se compara para rendirse, Vermeer lo sitúa en los límites de una ventana, la cotidianei­dad es el escenario de su luz. La noche llega con Chagall, el espíritu es una oscura memoria que aparece con el sueño. El arte da imagen a lo innombrabl­e.

 ?? CASPAR DAVID FRIEDRICH ?? Vista de Dresden con luna llena
CASPAR DAVID FRIEDRICH Vista de Dresden con luna llena

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico