Réquiem por el periodismo desnudo
Es sabido que, desde hace unos años, la industria del periodismo impreso ha comenzado a desmantelarse (en todo el mundo, no solo en España). Poco a poco, y en el mejor de los casos, los diarios y revistas de papel no serán más que un “suplemento” (¿semanal?, ¿mensual?) de las páginas web de los medios que sobrevivan a la transformación. Hace unas semanas, El País dejó de utilizar sus rotativas y despidió a sus trabajadores. Subcontrató a otra empresa para que se encargue de imprimir el tiraje que todavía vende (incomparable con el de hace 30 años: medio millón de periódicos los domingos). Y esta semana se anunció el cierre de las revistas Tiempo e Interviú. Todo indica que no las volveremos a ver ni a leer en ningún soporte, pues sus dueños no tienen dinero para mantener, siquiera, una edición online.
Duele de manera especial que se apague el “periodismo desnudo” de Interviú. No solo por sus portadas y reportajes eróticos (que también), sino porque hasta ahora ha sido el único semanario español que realizaba investigaciones sobre temas y personajes que otros maquillaban o, de plano, no tocaban. La empresa que la edita tiene intereses, como todas, pero el grado de libertad que le concedía a esa publicación ha sido muy significativo. La fundó el periodista Antonio Asensio Pizarro en 1976 y se centró en el periodismo de investigación. Desde su primer número se convirtió en símbolo de la libertad de expresión al ser la primera en mostrar mujeres semidesnudas en su portada, en la línea marcada por Playboy o Lui. Franco había muerto seis meses antes y una nueva España trataba de configurarse para dejar atrás la dictadura. “A los españoles les faltaba sexo, les dimos sexo. Faltaba claridad, les dimos la libre expresión de los columnistas. Era un traje a la medida. Era un coctel. Pero no molotov”, dijo un día el propio Asensio. Su número 16 es uno de los iconos del “destape” y la “transición” (el paso a la democracia). En él apareció Marisol para dejar claro que había dejado de ser una niña y se había convertido en mujer. La actriz y cantante trataba de forjarse una imagen más adulta, mientras el país se adaptaba a un nuevo tiempo y se quitaba las telarañas. La tirada, que inicialmente rondaba los 100 mil ejemplares, ascendió entonces a 400 mil, y para diciembre de ese 1976 la revista alcanzó la cifra de un millón y medio de lectores, un récord histórico para publicaciones de la época.
Sus reporteros han sido testigos, entre otras cosas, del linchamiento y la ejecución de dos cabos del ejército británico por seguidores del grupo terrorista IRA. Dieron a conocer en exclusiva las fotografías de los cadáveres de Manuel de la Sierra y María Lourdes Urquijo, los marqueses de Urquijo, uno de los crímenes más sonados en los años ochenta. También destaparon algunos de los escándalos de corrupción del gobierno de Felipe González y, en 1994, publicaron las fotografías del entonces director de la Guardia Civil, Luis Roldán, en plena orgía sexual pagada con el erario público. Por la revista han desfilado celebridades como Rocío Jurado, Sara Montiel, Lola Flores, Claudia Schiffer, Ana García Obregón, Sabrina, Anne Igartiburu, Emma Suárez, Alaska, ¡la duquesa de Alba!, Salma Hayek o Penélope Cruz. Ya no más. Pronto, en los puestos ya no estarán Playboy ni Interviú. Habrá que entonar un réquiem por el periodismo desnudo.