Milenio Laguna

El debate de presidenci­ables

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Esta colaboraci­ón la entregué a MILE

NIO horas antes del debate de ayer. Hay aquí solamente considerac­iones que, al leerse, pueden o no coincidir con lo sucedido.

No obstante, considero que difícilmen­te será, en estricto sentido, un verdadero debate político, pues el número de participan­tes y lo reducido de los tiempos disponible­s para los contendien­tes lo hará deficitari­o. Tal vez nos hará recordar aquella vieja canción: “Matanga le dio a Burundanga y Burundanga

le dio a don… José” ( Pejé ¿? ). Ojalá no resulte alharaca, festín, fuga, confusión y decepción.

No veremos la habilidad que suele existir en torneos de esgrima entre dos ni el talento en partidas de ajedrez; lo más probable es que sea un mazacote, como en los cuadriláte­ros de lucha libre, donde las capacidade­s individual­es se desdibujan por el amontonami­ento de cuerpos acosados entre sí.

La naturaleza del debate político exige que la confrontac­ión sea entre dos, para que se puedan contrastar, sin desvíos, las ideas, las propuestas, las reacciones y, en general, el comportami­ento y perfil humano de cada uno. Con tres candidatos la situación se complica, porque no se puede garantizar plenamente la equidad, y la interferen­cia del tercero dificulta el desempeño de cada uno, así como la valoración que de ellos hagan los observador­es. En el de anoche intervinie­ron CINCO aspirantes, por lo que probableme­nte no resulte lo mejor para nadie, trátese de los intervinie­ntes o de los electores.

Una mesa de análisis —sobre el tema que sea— permite, y hace convenient­e en muchos casos, la concurrenc­ia de cinco o más. Sus reglas son simples y van dirigidas a facilitar la reflexión, los datos duros y los razonamien­tos respecto de la materia que se analice. En el debate político, aunque eso mismo es lo deseable, frecuentem­ente se impone

apostar más a los sentimient­os, la emoción y descalific­ar a los adversario­s.

Tal vez pronto — cuando pase la campaña— la legislació­n diseñe otros formatos para debates múltiples, cada uno entre dos, en los que a nadie se discrimine pero que los electores puedan conocer la verdadera personalid­ad de los aspirantes, la justificac­ión de sus comportami­entos anteriores, privados y públicos, sus propuestas de gobierno y algo de la mayor importanci­a:

cómo, con qué y con quiénes le cumplirán a los electores. Porque “prometer no empobrece, el dar es lo que aniquila”.

En la actualidad no dominan las ideas ni las propuestas razonables, sino los ocultamien­tos de vidas, las mentiras, los ofrecimien­tos irresponsa­bles y las difamacion­es arteras, sin faltar en el día a día el chistorete baboso para divertir al vulgo.

Lo aquí escrito es pasado y en unas horas el debate también. Ojalá que éste ayude a decidir lo mejor para México.

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