El debate de presidenciables
Esta colaboración la entregué a MILE
NIO horas antes del debate de ayer. Hay aquí solamente consideraciones que, al leerse, pueden o no coincidir con lo sucedido.
No obstante, considero que difícilmente será, en estricto sentido, un verdadero debate político, pues el número de participantes y lo reducido de los tiempos disponibles para los contendientes lo hará deficitario. Tal vez nos hará recordar aquella vieja canción: “Matanga le dio a Burundanga y Burundanga
le dio a don… José” ( Pejé ¿? ). Ojalá no resulte alharaca, festín, fuga, confusión y decepción.
No veremos la habilidad que suele existir en torneos de esgrima entre dos ni el talento en partidas de ajedrez; lo más probable es que sea un mazacote, como en los cuadriláteros de lucha libre, donde las capacidades individuales se desdibujan por el amontonamiento de cuerpos acosados entre sí.
La naturaleza del debate político exige que la confrontación sea entre dos, para que se puedan contrastar, sin desvíos, las ideas, las propuestas, las reacciones y, en general, el comportamiento y perfil humano de cada uno. Con tres candidatos la situación se complica, porque no se puede garantizar plenamente la equidad, y la interferencia del tercero dificulta el desempeño de cada uno, así como la valoración que de ellos hagan los observadores. En el de anoche intervinieron CINCO aspirantes, por lo que probablemente no resulte lo mejor para nadie, trátese de los intervinientes o de los electores.
Una mesa de análisis —sobre el tema que sea— permite, y hace conveniente en muchos casos, la concurrencia de cinco o más. Sus reglas son simples y van dirigidas a facilitar la reflexión, los datos duros y los razonamientos respecto de la materia que se analice. En el debate político, aunque eso mismo es lo deseable, frecuentemente se impone
apostar más a los sentimientos, la emoción y descalificar a los adversarios.
Tal vez pronto — cuando pase la campaña— la legislación diseñe otros formatos para debates múltiples, cada uno entre dos, en los que a nadie se discrimine pero que los electores puedan conocer la verdadera personalidad de los aspirantes, la justificación de sus comportamientos anteriores, privados y públicos, sus propuestas de gobierno y algo de la mayor importancia:
cómo, con qué y con quiénes le cumplirán a los electores. Porque “prometer no empobrece, el dar es lo que aniquila”.
En la actualidad no dominan las ideas ni las propuestas razonables, sino los ocultamientos de vidas, las mentiras, los ofrecimientos irresponsables y las difamaciones arteras, sin faltar en el día a día el chistorete baboso para divertir al vulgo.
Lo aquí escrito es pasado y en unas horas el debate también. Ojalá que éste ayude a decidir lo mejor para México.