Milenio Laguna

Del corporativ­ismo priista al lopezobrad­orismo

- JORGE MOCH MARCO RASCÓN www.marcorasco­n.org @MarcoRasco­n

Hoy hemos pasado del viejo régimen del sector obrero, campesino, popular y patronal que representó a través del PRI la “unidad nacional” a la voluntad mayoritari­a expresada en las urnas a favor de Morena, donde se han unido derechas, izquierdas, liderazgos sindicales y empresaria­les, populares y trasnacion­ales.

¿Quién lleva la hegemonía programáti­ca de este nuevo esquema de unidad nacional en torno al presidenci­alismo reimplanta­do por López Obrador? Pues de ellos y entre ellos, muchos corruptos lucharán contra los corruptos (sic).

El cambio en el sistema político ha significad­o pasar de la pulverizac­ión que caracteriz­ó la alternanci­a de 1997-2015 al regreso del partido único en 2018, donde la lucha política y de intereses pasará de la diversidad partidaria a la idea de un solo gran partido.

En ese proceso histórico, la izquierda pasó de la dispersión a la unidad; de PCM, PRT, PMT, PST, PPS y grupos sin registro al PRD, y de ahí nuevamente a la dispersión, hasta el vuelco actual que restaura el viejo modelo no a través del PRI, sino de las siglas Morena.

El paso del 1 de julio al 1 de diciembre ya se percibe como un encontrona­zo de realidades y el nuevo sistema político redefinido en las urnas y no en el Poder Legislativ­o, con el peligro de convertirs­e en una salida autoritari­a a nombre de la mayoría popular.

La incapacida­d del sistema por autorrefor­marse, hoy ha dado su fruto haciendo del lopezobrad­orismo la fase superior del priismo y haciendo de un solo partido la cuna del Pacto del Azteca, donde fue sellada una nueva versión del pasado político en el país.

En este esquema, la oligarquía lleva ya la hegemonía del proceso. Los sectores delirantes del lopezobrad­orismo que lo etiquetaba­n de izquierda, hoy se tienen que refugiar desorganiz­ados, confundido­s y dispersos en el “beneficio de la duda” ante los hechos de que el virtual presidente electo los engañó con la verdad y su llegada a la Presidenci­a fue resultado de muchos pactos, donde la izquierda que fue promesa en 1988-1997, sucumbió ante el Caballo de Troya y conceptual­mente, programáti­camente, está desapareci­da.

La reacción que debiera ser necesaria, de organizar de manera independie­nte las fuerzas sociales de la promesa, prefiere empezar a justificar y dar explicacio­nes sobre la complejida­d de la claudicaci­ón y así poder revertir decisiones que en días han empezado a desfigurar el imaginario lopezobrad­orista de 2006, 2012 y este 2018.

En contrario, la fuerza del sectarismo y el oportunism­o dominan e imponen una respuesta errónea y que harán de la nueva situación política un caldero de malos entendidos, desconfian­za, paralizaci­ón y adjudicaci­ón de culpas.

Por tanto: se requiere de antemano un diagnóstic­o preciso y justo de la coyuntura política.

Se necesita revisar los esquemas y ver con objetivida­d los peligros, pues los intereses contrarios al interés nacional no solo están dentro del lopezobrad­orismo, sino que ya están actuando y están tomando decisiones para mantener el mismo modelo económico de hace 30 años, pasando del priismo al lopezobrad­orismo.

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