Un primer acercamiento a Trump
Mañana, una delegación del gobierno de Donald Trump se reunirá por primera vez con el virtual presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador. La delegación la encabeza el secretario de Estado, Mike Pompeo, quien será acompañado por Jared Kushner, Steven Mnuchin y Kirstjen Nielsen, entre otros funcionarios y diplomáticos estadunidenses.
Se espera que las partes aborden los temas prioritarios de la relación bilateral en este momento: la renegociación del TLC, la cooperación en materia migratoria y la seguridad regional. Es el primer contacto personal entre Washington y la administración entrante.
Pero este primer acercamiento es mucho más que una visita producto de la buena voluntad de Trump, como la ha descrito López Obrador y su equipo debería entenderlo así. La relación con la Casa Blanca es hoy más que nunca una parte central del trabajo del futuro mandatario mexicano. Si AMLO realmente quiere ser recordado como “un buen presidente” la tarea pasa por recomponer el rumbo que ha tomado la relación bilateral.
Hasta hoy la apuesta ha sido utilizar al yerno del presidente para llegar hasta la oficina oval, mientras poco a poco se logran resultados a nivel ministerial. La estrategia ha sido posible gracias a la buena relación que existe entre Kushner y Videgaray, y aunque esto logró destensar la agenda durante un punto crítico, el plan no ha dado los resultados esperados. La mejor prueba está en que a casi un año y medio de que Trump tomara posesión, no se han generado las condiciones mínimas para una visita oficial. Ni hablar de la actitud poco constructiva con la que los principales representantes comerciales de Trump enfrentaron la renegociación del TLC o la forma en la que esta Casa Blanca trata a México públicamente.
El gobierno entrante tiene la oportunidad de replantear las cosas, partiendo de una realidad que cada vez resulta más evidente: a la administración Trump no le interesa trabajar en una agenda común derivada de intereses compartidos, solo en sus prioridades y a su manera.
Por eso es importante apostarle a lo que el ex embajador John Feeley llama la indiferencia estratégica. Evitar la trampa de la Casa Blanca y en cambio trabajar con miembros clave del Congreso y con los gobernadores de los estados que tienen vínculos con México. Estrechar la relación con la clase empresarial y con los millones de mexicanos que residen en Estados Unidos. Todos estos actores entienden lo importante que es la relación con nuestro país y lo que podría perderse si las cosas se mantienen en el rumbo actual. Ahí debe estar el acento, no en la Casa Blanca.
Marcelo Ebrad entiende la importancia de los gobiernos locales y de los resultados que se han obtenido a través de este tipo de cooperación en temas tan importantes como el del combate al cambio climático. América primero no significa América sola, al menos no si sacamos la relación bilateral de la oficina oval.