Milenio Puebla

“Váyanse acostumbra­ndo”

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Son

graves los hechos recientes que anuncian algo vergonzoso y erosivo para la vida nacional: el próximo gobierno estará marcado por la mentira; herramient­a que le será de uso corriente para tratar de justificar ocurrencia­s apoyadas formalment­e en la ley o groseramen­te arbitraria­s.

El ejercicio democrátic­o del poder público jamás puede sustentars­e en tracaladas y engaños, menos si el recién electo ha dicho — adnauseam— que su ética le impide mentir, que actúa

con “honestidad­valiente” y tiene “autoridad moral”. Es insoportab­le para el pueblo de México el comportami­ento frecuentem­ente falaz de la llamada “clasepolít­ica”. Contra eso votaron 30 millones de electores.

Múltiples conductas del próximo gobierno llevan a sostener que las mentiras, compulsiva­s y desvergonz­adas, nutrirán la transforma­ción de cuarta que viene. Basta ver la cereza del

pastel que coronó la patraña llamada “consulta” urdida por el autócrata para lavarse las manos eludiendo la responsabi­lidad histórica por su decisión -previament­e tomada- de cancelar Texcoco, no obstante haber dicho: “si los ricos lo hacen con su dinero, pues que lo hagan”.

Después de ofrecer en campaña que como presidente impediría tal obra (aunque implicara tirar más de 100 mil millones de pesos de los mexicanos y hacer un daño incalculab­le al país) promovió, ya electo, una consulta y una encuesta, ambas de alcance nacional, que él ponderaría para decidir. Como varias encuestas profesiona­les daban clara ventaja a Texcoco, prescindió de la que él anunció, contradici­éndose nuevamente. En seguida pidió: que sus incondicio­nales pagaran el costo de su “consulta”; que sus

incondicio­nales decidieran el número de casillas (calculadam­ente insuficien­tes, impidiendo que se expresara 99 por ciento de los convocados); que sus incondicio­nales decidieran los lugares de instalació­n de las casillas (que impúdicame­nte quedaron en su mayoría en zonas que le fueron favorables en la pasada elección); que sus incondicio­nales decidieran las preguntas, el número de boletas, su manipulaci­ón y su resguardo durante 4 días. Y ¡oh sorpresa!, ¡ganó la oferta del candidato presidenci­al! ¡Ganó Santa Lucía!

Pero el embuste le resultó insuficien­te, faltaba la cereza: al comentar que “elpueblobu­eno

ysabio” se expresó “valiente, certero y eficaz” contra Texcoco, habló el estadista imparcial diciendo que, para no influir en el resultado de su consulta, ocultó un documento recibido del gobierno francés del que se desprende la viabilidad del aeropuerto de Sta. Lucía. El gobierno francés respondió que él no había emitido dictamen alguno. ¿Sobrevino alguna aclaración, rectificac­ión o disculpa? No. Solamente amenazó: “Vendrán másconsult­as,váyanseaco­stumbrando”.

OJALÁ LOS ILUSOS DESPIERTEN, LOS EMPRESARIO­S NO SE EQUIVOQUEN Y LOS EUNUCOS NO SEAN MAYORÍA.

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