Sí hay que mejorar la medición de la pobreza
El conflicto entre el Inegi y el Coneval sobre la medición de la pobreza se ha politizado. De un lado están quienes acusan a una de las partes de querer favorecer al gobierno y del otro quienes culpan a la otra parte de querer perjudicarlo. Es real la necesidad de revisar la manera de calcular la pobreza, por lo que sería una pena que se perdiera la oportunidad de hacerlo por diferencias ideológicas.
El Inegi —el encargado de proporcionar la información para medir la pobreza— tomó una decisión de fondo sin aparentemente consultarle al Coneval —el encargado de interpretarla—. Desde 2008 se venía midiendo el ingreso de una manera determinada y el instituto decidió modificarla el año pasado. El resultado es que los ingresos de la población más pobre del país se dispararon 33 por ciento en 2015 con respecto al año anterior. Esto, por supuesto, es imposible. Simplemente refleja una metodología distinta.
Utilizar esos datos para calcular la pobreza resultaría en una fuerte reducción. El problema es que como el Inegi no ajustó los ingresos de años anteriores se estarían comparando peras con manzanas. Como era de esperarse, el Coneval se quejó. Más allá del criterio de medición, la consistencia es fundamental. ¿Cómo podemos saber si la tendencia es positiva o negativa si lo que estamos comparando no es comparable? ¿Cómo sabemos si las políticas del gobierno están funcionando?
Lo más grave es que las acusaciones de interferencia política a favor y en contra del gobierno afectan la credibilidad del Inegi y del Coneval, instituciones autónomas que han adquirido un enorme prestigio a lo largo de los años. La percepción de que la información oficial no es confiable le puede restar seriedad al país y desencadenar una serie de problemas. Ahí está Argentina como ejemplo.
Mi temor es que el conflicto político reduzca la necesidad de revisar la medición de la pobreza en México. Es un hecho que la manera en que hoy se estiman los ingresos para el cálculo oficial están subestimados. Las cuentas internas no checan. Una consecuencia es que, según un comparativo que prepara la Cepal, el nivel de pobreza en México es más del doble que el de Brasil y casi 10 veces mayor al de Argentina. Me queda claro que tenemos un problema serio de pobreza, pero estas cifras no hacen sentido.
La iniciativa del Inegi de corregir la medición del ingreso estuvo muy mal manejada pero va por el camino correcto. Contar con un cálculo de pobreza más realista sería muy útil en muchos sentidos —y sí, aquí incluyo elevar la eficiencia en la asignación de recursos públicos para combatirla. m