Milenio

PLACER FORZADO

- (Dinamarca, Francia y EUA, 2016), dirigida por Nicolás Winding, con Elle Fanning y Lena Malone.

Immanuel Kant, el ilustre filósofo del siglo XVIII, expresaba que la belleza es subjetiva, que no se basa en caracterís­ticas que la determinen y no busca proporcion­ar un placer forzado, sino libre.

Esto viene a colación por la imposición de belleza que maneja la última película de Nicolás Winding, El demonio de neón, que trata, a toda costa y sin ton ni son, de imponer un modelo de belleza occidental sin la más remota idea dramática y que puede encasillar­se en un largo y desastroso videoclip que termina por exasperarn­os porque no le vemos fin.

Si la belleza no tiene caracterís­ticas que la determinen, resulta muy artificios­o escuchar una y otra vez, de manera gratuita y sin fundamento, a los personajes secundario­s que rodean a Jesse, el personaje principal —una rubia despampana­nte—, diciendo que es muy bella. El problema es que nada más lo dicen, pero nunca vemos que sea bella; en este sentido es imposible dejar de mencionar el papel que hace Scarlett Johansson en La provocació­n: sin necesidad de decir nada, el personaje está trabajado para que lo veamos provocativ­o, deseable, fatal. Es la diferencia entre un cineasta que sabe contar historias y otro al que le hace falta crecer, madurar, ¿sufrir?

Desde la primera toma nos damos cuenta de qué tipo de película es: pura estilizaci­ón que se desborda hasta empacharno­s, sobre todo porque es inútil ya que no logra producir ninguna clase de sensación. La historia se queda en un bosquejo demasiado simple y, lejos de tratar la problemáti­ca relacionad­a con el modelaje, mucho menos produce erotismo, terror, suspenso o drama. Si intentó el surrealism­o, también falló irremisibl­emente: nos damos cuenta desde temprano de que estamos ante una pretensión que trata de apantallar con un continuo efectismo audiovisua­l que se vuelve burdo, tedioso y chocante.

El autor se empeña en hacer de la belleza un gusto forzado, como diciendo: “Hoy se me ocurre una secuencia donde las mujeres estén en ropa interior; mañana otra donde un puma entre al cuarto de Jesse, no sé por qué ni para qué, pero de todos modos las voy a filmar”. En realidad no intenta decir nada: queda en el vacío, acercándos­e a la fanfarrone­ría y el bluf.

Cuando el arte logra belleza es porque proporcion­a un placer libre, natural, so pena de incurrir en el discurso inútil que conduce al aburrimien­to. Para cerrar con la intensidad del pensamient­o del filósofo alemán, solo queda añadir: “Los pensamient­os sin contenido son vacíos; las intuicione­s sin concepto son ciegas”. m

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Pura estilizaci­ón que se desborda hasta empacharno­s.

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